El 27 de marzo ha tenido lugar, en la librería ARS Carmelitana de Madrid, la presentación del libro de Gabino Uríbarri Bilbao, Teología de ojos abiertos. Doctrina, cultura y evangelización, Sal Terrae (Colección Presencia Teológica 267), Santander 2018.
El autor, Gabino Uríbarri, es jesuita y profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, de la que fue Decano entre 2009 y 2015. Actualmente es miembro de la Comisión Teológica Internacional y de la Comisión Asesora de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española.
En diálogo con Juan Francisco Comendador (librerías ARS), el autor nos fue acercando a la idea fundamental del libro, lo situó en su investigación sobre la cristología y lo relacionó con su obras anteriores en este campo, especialmente La singular humanidad de Jesucristo. El tema mayor de la cristología (San Pablo – U.P. Comillas, reeditado en 2014) y La mística de Jesús. Desafío y propuesta (Sal Terrae 2017).
Preguntado por lo característico del quehacer teológico en la tradición ignaciana, recordó que el fin de la Compañía de Jesús es «ayudar a las almas» y, por tanto, el cultivo de la teología tiene un sentido pastoral. Como ejemplo: el propio Karl Rahner buscaba responder desde la teología a preguntas fundamentales que percibía en su experiencia pastoral. Ciertamente, como subrayó Juan Francisco, este libro se caracteriza por un estilo literario que pone una reflexión teológica actual al alcance incluso de los que no son teólogos; algo que Gabino Uríbarri ha cultivado desde el principio, junto con sus escritos de índole científica.
El libro Teología de ojos abiertos, cuyo título evoca la expresión del teólogo alemán Johann Baptist Metz «mística de ojos abiertos», es una reflexión para proponer la doctrina cristiana en diálogo crítico con la cultura actual, con un sentido misionero y una intención pastoral, para ayudar a las almas a crecer en la vida y la doctrina cristiana.
La obra se estructura en cuatro capítulos. El primero fundamenta la necesidad de la interrelación entre teología, cultura y evangelio, que supone una teología en clave de discernimiento. El segundo ofrece un diagnóstico cultural: se ha dado un cambio sustantivo en nuestra cultura que ha modificado el modo de creer, el modo de darse la creencia religiosa dentro de la cultura. El tercero apunta los retos más significativos que ese cambio conlleva para el anuncio de Jesucristo. Y el cuarto, los retos para una Iglesia misionera.
El diálogo reveló la parte más sustancial del libro: el reto para el anuncio de Jesucristo en nuestra cultura. El autor señaló la importancia que ha tenido en los últimos años y sigue teniendo la investigación histórica sobre la figura de Jesús y cómo no hemos de pensar que con ello se transmite la fe cristiana. Si Jesús es sólo un personaje histórico, si sólo reconocemos en él un hombre más o menos atrayente, ¿qué salvación puede traer? ¿Cómo podemos acceder a la experiencia filial si Jesús no es el Hijo? ¿Qué cristianismo puede haber sin esta experiencia de filiación? Y recordó las palabras con que el Papa Francisco comenzó la Evangelii Gaudium: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús».
En el reto para propiciar este encuentro, señaló el valor de la religiosidad popular, el ámbito que más resiste frente a la secularización y que, donde tiene arraigo, supone una socialización cristiana, una transmisión generacional ligada a la cultura y una vivencia espiritual que puede tocar lo profundo de la persona al tiempo que incluye la dimensión corporal. Señaló la responsabilidad de encauzarla adecuadamente y las consecuencias negativas de denostarla de modo superficial o desde actitudes clericales. Al hilo de cuestiones culturales, el autor trató también el tema del silencio, del encuentro con uno mismo, de la meditación y de la oración, que es un «ejercicio de la fe», que supone la alteridad. A propósito de esto, otro libro recomendado: Marianne Schlosser, Teología de la oración. Levantemos el corazón, Sígueme, Salamanca 2018.
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