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Índole escatológica de la Iglesia Peregrinante
Índole escatológica de la Iglesia Peregrinante
Vamos a meditar a partir del capítulo VII de la constitución dogmática Lumen Gentium. Su título es ya significativo: «Índole escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celestial». Es un capítulo rico en contenido y consecuencias espirituales y pastorales. Con el término «índole» se expresa, como dice el diccionario de la Real Academia Española, «la naturaleza, calidad y condición de las cosas». Aplicado a la persona significa «la condición e inclinación natural propia de cada persona».
La escatología pertenece al ser y dinámica de la Iglesia, esto es, a su ontología y hacer en la historia, a su verdadero «carácter», identidad, presencia y acción en medio del mundo. Ahora bien, y es necesario notarlo desde el inicio, el sentido teológico del término escatología desborda el sentido dado por la Real Academia de la Lengua española. Para la fe apostólica, la escatología significa que han llegado la plenitud de los tiempos. San Pablo escribía a la comunidad de los Gálatas…
Peregrinos de la fe
1. PEREGRINOS EN LA DIÁSPORA
Se me ha sugerido que los retiros de este curso giren en torno a la preparación del jubileo anunciado por el Papa Francisco para el año 2025. El lema propuesto por él reza así: Peregrinos de la esperanza. Es necesario e importante, según dice el Papa, restablecer un clima de esperanza y confianza en la sociedad y la Iglesia, tras los años de la pandemia y la situación tensa del mundo. Es capital afrontar los retos de nuestro mundo y, en él, de la Iglesia, con esperanza gozosa, con la seguridad y certeza que el Señor camina con nosotros.
La carta del Papa a Monseñor Rino Fisichella, encargándole la preparación del jubileo, precisa la finalidad y sentido del mismo. He aquí unos párrafos más significativos. El Papa, después de evocar la situación del mundo después de la pandemia, que tanto ha afectado a la sociedad y a la acción apostólica de la Iglesia, escribe:
Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los frutos de la tierra: «podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra, podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7).
2. LA ESPERANZA DEL PEREGRINO BÍBLICO
En la meditación precedente contemplamos, a la luz de la Palabra de Dios, nuestra condición de peregrinos. Hoy centramos nuestra reflexión en «la esperanza» que dinamiza, sostiene y alegra la marcha del peregrino de la fe en medio de las vicisitudes de la existencia terrena. En el camino hay momentos de calma y serenidad, pero tampoco faltan momentos dramáticos.
Ante situaciones cruciales, sean estas personales o colectivas, el refranero dice: «la esperanza es lo último que se pierde». Según el mito griego, la esperanza es lo único que nos queda para luchar contra la fatalidad del mal (la caja de Pandora). Ante la dificultad, otros ven la esperanza en esto términos : «Las personas procuran aferrarse al deseo que esperan ver cumplido».
En cualquier caso la esperanza se presenta como algo bueno. Aparece como la capacidad del ser humano de sobreponerse al derrotismo y pesimismo ante las dificultades y contratiempos inevitables de la historia humana. Es un no rotundo a los profetas de calamidades. La esperanza aporta serenidad y optimismo en la existencia. En sí es saludable. Pero la esperanza del peregrino bíblico va más allá de la dimensión sicológica, sociológica y filosófica, que late detrás de estas formas de pensar la esperanza.
El peregrino bíblico, como otro cualquier pueblo y persona, está animado por deseos, expectativas y esperanzas, que le movilizan hacia un futuro incierto e incontrolable. A veces se cumple lo deseado y a veces se desencadenan serias frustraciones. Los deseos, expectativas y esperanzas, por otra parte, pueden movilizar a fines edificantes o destructores. Las palabras que el Señor proclamó en la montaña, se cerraban con este mandato: «No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa del prójimo, su campo, su esclavo, su esclava, su buey o su asno, ni nada que sea de tu prójimo». (Dt 5, 21)
3. LA LITURGIA DEL PUEBLO PEREGRINO
En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero (cf. Ap 21, 2; Col 3, 1; Heb 8, 2); cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejercito celestial; venerando la memoria de los santos esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste él, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos también gloriosos con él (Fl 3, 20; Col 3, 4). (SC 8)
La liturgia terrena, bien vivida, proclama nuestra condición de peregrinos, al tiempo que nos da fuerza para andar el camino con gozosa esperanza. La asamblea de los creyentes está de camino hacia «la santa ciudad de Jerusalén». Dicho con otras palabras: peregrina hacia su esperanza, que es Cristo sentado a la diestra de Dios y ministro del santuario y del tabernáculo verdadero. El texto del Concilio reenvía a unos textos bíblicos que merecen ser leídos y meditados.
4. LA DIVINA REVELACIÓN FUNDA LA ESPERANZA DEL PEREGRINO
El Papa Francisco, además de establecer el lema del jubileo del 2025, sugiere, como hacemos en los retiros de este curso, reflexionar en torno a las cuatro Constituciones del Concilio Vaticano II: sobre la divina revelación, la Iglesia, la liturgia y la Iglesia en el mundo actual. En 2025 se cumplen sesenta años de la clausura del Concilio. El jubileo es un buen momento para hacer memoria de cómo vivimos y tratamos de poner en práctica las riquezas del Concilio, que tanta esperanza suscitaron. Hoy queremos ahondar en nuestra condición de peregrinos de la esperanza a la luz de la «Constitución Dogmática sobre la divina revelación», «Dei Verbum».
La constitución cita las palabras de la carta a los romanos, que acabo de leer. Lo hace en el número catorce al hablar de «la historia de la salvación».
5. EL MISTERIO DE LA IGLESIA PEREGRINA
Antes de comulgar con el cuerpo y la sangre de Cristo resucitado, el sacerdote ora en nombre de la comunidad congregada: «Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy”, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos». Siempre me ha llamado la atención esta oración. En ella se evoca el misterio de la Iglesia peregrina, desgarrada por nuestros pecados, pero firme en la fe apostólica, agraciada con el don del Espíritu, así como con la paz mesiánica y la unidad, fruto de la Pascua del Verbo encarnado.
La fe apostólica, conviene notarlo desde el principio, verdadero y real don del Padre, es el cimiento sobre el que se edifica la Iglesia de todos los tiempos. San Agustín lo captó muy bien y nosotros estamos llamados a meditarlo, para mejor comprender la fuente y raíz de la esperanza que anima el camino de un auténtico peregrinar sinodal. El santo de Hipona comenta de forma inteligente y profunda la respuesta del apóstol Pedro a la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» : «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
6. LA IGLESIA PEREGRINANTE, SU VOCACIÓN EN LA HISTORIA
La Iglesia es el pueblo mesiánico, el pueblo de la nueva y eterna alianza, convocado por Dios en la plenitud de los tiempos. El concilio Vaticano II recuerda esta verdad en estos términos:
Así como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le designa ya como Iglesia (cf. 2Esd 13,1; Nm 20,4; Dt 23,1 ss), así el nuevo Israel, que caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne (cf. Hb 13,14), también es designado como Iglesia de Cristo (cf. Mt 16,18), porque fue El quien la adquirió con su sangre (cf. Hch 20,28), la llenó de su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social. Dios formó una congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz, y la constituyó Iglesia a fin de que fuera para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salutífera. Debiendo difundirse en todo el mundo, entra, por consiguiente, en la historia de la humanidad, si bien trasciende los tiempos y las fronteras de los pueblos. Caminando, pues, la Iglesia en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada con el poder de la gracia de Dios, que le ha sido prometida para que no desfallezca de la fidelidad perfecta por la debilidad de la carne, antes, al contrario, persevere como esposa digna de su Señor y, bajo la acción del Espíritu Santo, no cese de renovarse hasta que por la cruz llegue a aquella luz que no conoce ocaso. (LG 9)
La cabeza de este pueblo mesiánico es Cristo. «La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo». Su ley es la del mandamiento nuevo. Amarse mutuamente con el amor mismo de Cristo, revelado en el lavatorio de los pies, en la Pascua. El fin de este pueblo en el mundo es «dilatar más y más el reino de Dios» hasta el final de los tiempos, sirviendo así la esperanza de la misma creación.
7. LA COMUNIDAD CRISTIANA AL SERVICIO DEL HOMBRE
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia. (GS 1)
La Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II, comienza con este proemio maravilloso. Todo lo humano ha de encontrar eco en el corazón de los discípulos de Cristo Jesús, pues el Padre envió al Verbo en la carne, para darnos a conocer su amor por el mundo, que estamos llamados a vivir y actualizar (cf. GS 45).
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn 3, 16-17)
La comunidad cristiana está integrada por hombres y mujeres que peregrinan en Cristo hacia el Padre. Peregrinación que debe llevar a cabo en profunda solidaridad con el la humanidad entera. El Concilio insiste cómo la Iglesia en su peregrinar debe anunciar a todos la buena nueva del Evangelio. La encarnación redentora hace presente el reinado de Dios frente a los poderes del mal. La evangelización es cuestión de justicia y amor. Jesús resucitado nos sigue enviando al mundo para hacer discípulos de todos los pueblos de la tierra. Y esto debe llevarlo a cabo la comunidad cristiana bajo la acción del Espíritu de la verdad y libertad. No es lo mismo hacer prosélitos de una religión y discípulos de Jesucristo. Hoy existen muchos grupos que confunden evangelización con captar prosélitos. Y esto se nota en cómo para ciertas personas las prácticas religiosas adquieren un carácter absoluto, así como en la formación de grupos replegados sobre ellos mismos.
Eucaristía
COMUNIÓN Y SERVICIO MUTUO A LA LUZ DE LA CENA DEL SEÑOR
En este retiro, os propongo meditar y orar sobe cómo la Eucaristía, en la doble tradición de la cena del Señor, esto es, la cultual y la existencial, la institución y el lavatorio de los pies, puede y debe configurar desde dentro la vida fraterna de nuestros IS, tanto si se vive en comunidad como si cada uno de sus miembros vive en su familia o solo. Nuestro testimonio de personas consagradas a Dios en la secularidad, tanto a nivel personal como de comunidad carismática, depende, en gran medida de la calidad de nuestra vida fraterna en el mundo y la servicio del reino de Dios en la historia de nuestro mundo.
Para enmarcar nuestra reflexión conviene tener presente desde el inicio qué debe entenderse por comunión y por servicio mutuo.
La comunión, ateniéndose a la doble etimología del latín, como bien señalase Y. Congar, es común unión y también común tarea. Una unión, por tanto, en orden a la misión y no solo para buscar un hogar cálido y afectivo para mi realización, aun cuando esta sea de tipo espiritual. Vocación y misión están intrínsecamente unidos. Comunión y misión no pueden disociarse. Nuestras «fraternidades» deben pensarse y vivirse en el horizonte de la misión. Los Apóstoles fueron llamados para estar con Cristo y para ser enviados a predicar y liberar a los hombres del Maligno. En la Iglesia apostólica, todo carisma se inscribe en la perspectiva de la misión. Cuando esto no se tiene muy claro, nuestras comunidades carismáticas tienden a convertirse en grupos un tanto endógenos, sin la necesaria proyección hacia el mundo en la Iglesia misterio de comunión y misión. Entonces la sacramentalidad de la Iglesia y de las comunidades carismáticas se diluye.
EL REENCUENTRO CON JESÚS EN LA FRACCIÓN DEL PAN
En los evangelios las comidas de Jesús ocupan un lugar considerable, pues se inscriben en el dinamismo de la misión de Jesús, enviado a buscar y salvar lo que estaba perdido. Por ello las comidas del Nazareno con los excluidos por la religión oficial de su tiempo tenían especial relevancia. Jesús se sentó a la mesa con los publicanos, como en el caso de Leví (Mc 2, 14-17) o de Zaqueo (Lc 19, 1-10), para mostrar que el don de la salvación había llegado para todos sin excepción.
Las comidas, a las que me estoy refiriendo, tenían un carácter público y eran la expresión de una cierta fraternidad. Jesús al comer con los excluidos por la religión oficial, se situaba fuera de lo correcto religiosamente, hasta el punto que fue descalificado como un comedor y borrachín. Era amigo y confraternizó con los excluidos. ¡Un verdadero escándalo!
En la parábola del Hijo pródigo, el Padre celebra un banquete para festejar el regreso del hijo muerto y perdido; y ante la negativa del hijo mayor a participar en la fiesta, salió a buscarlo y le suplicó que tomase parte en la fiesta, para festejar la vuelta de su hermano (Lc 15, 11-31). Las comidas de Jesús están, por tanto, marcadas por la alegría de la llegada de la salvación. Y esto sucede también en el banquete dado por Simón, el fariseo (Lc 7, 36-50). Jesús reenvió a la pecadora con esta palabra: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.» Las comidas de Jesús son como celebraciones anticipadas del banquete del reino de Dios, que Jesús proclamaba en su predicación, tal como lo sintetizó san Marcos: «Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio». (Mc 1, 14-15) Por ello estas comidas festivas celebran el encuentro con el Salvador, la llegada de la salvación.
EL SACERDOCIO DE JESUCRISTO Y DE SU CUERPO, QUE ES LA IGLESIA
La Eucaristía, de acuerdo con lo que afirma la Constitución conciliar sobre la acción litúrgica, es obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia. En efecto, por el bautismo los creyentes somos incorporados a Cristo como miembros de su Cuerpo. Con él morimos y resucitamos, para ofrecer un culto agradable a Dios, para ser pan partido en Cristo, nuestra Cabeza, para la vida del mundo. Somos un pueblo sacerdotal, profético y real.
Incorporados al dinamismo de la ofrenda de Jesucristo en su Pascua, esto es, en su condición de único Mediador de la nueva y eterna alianza, estamos llamados a significar y cultivar la mediación en un mundo secular, con el fin que todas las personas y pueblos lleguen a ser una ofrenda grata a Dios. San Pablo veía su ministerio de la palabra como un verdadero oficio sagrado, esto es, como su verdadero culto, consistente en llevar a los gentiles a la obediencia de la fe. Escuchemos un texto esclarecedor para comprender la perspectiva de su ministerio en un mundo pagano, como es el mundo secular, pues también éste está plagado de «dioses» y «practicas religiosas», aunque adopten en apariencia una forma intramundana.
LA EUCARISTÍA, EL SACRAMENTO DE LA COMUNIÓN
La celebración de la Eucaristía nos introduce de lleno en el horizonte mismo de la vida de la Trinidad santa, misterio de comunión y misión. La comunidad eclesial no es una simple institución religiosa, obra de los hombres o dependiente de su voluntad. La Iglesia es obra de la Trinidad y por ello llamada a ser su icono en el mundo. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sigue edificándola a través de dones, carismas y ministerios, distribuidos según su sabiduría y soberana libertad. Todo carisma es dado para edificar la Iglesia como misterio de comunión y misión. Cada miembro recibe dones y ministerios para edificar la Iglesia que Dios se adquirió con su propia sangre.
En estas reflexiones me detendré en cómo el carisma de los Institutos seculares puede y debe nutrirse de la Eucaristía, a fin de contribuir a reflejar el misterio de comunión que es la Iglesia en el mundo y para el mundo.
San Pablo escribía a la comunidad turbulenta y dividida de Corinto:
Así pues, queridos, huid de la idolatría. Os hablo como a personas sensatas; juzgad vosotros lo que digo. El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.» (1Cor 10, 14-17)
EUCARISTÍA SACRAMENTO DE LA ESPERANZA
La Eucaristía se ha presentado más como el sacramento de la fe, del amor y de la comunión; mucho menos como ‘el sacramento de la esperanza’. Y sin embargo, la Eucaristía está vuelta en todo momento hacia la llegada del Señor. La comunidad eucarística no cesa de clamar: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús».
La asamblea eucarística, en efecto, animada por el Espíritu, no deja de orar: ¡Ven, Señor Jesús! En este grito de la comunidad, resuena la esperanza de los creyentes en medio de la prueba. Así lo atestigua el Apocalipsis, el cual se cierra con estas significativas palabras: «Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para que os haga presente todo esto en las distintas iglesias. Yo soy la raíz y el vástago de David, la estrella radiante de la mañana. El Espíritu y la Esposa dicen: ‘¡Ven!’. Diga también el que escucha: ‘¡Ven!’; y si alguien tiene sed, venga y beba de balde, si quiere, del agua de la vida… Dice el que atestigua todo esto: Sí, estoy a punto de llegar. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Que la gracia de Jesús, el Señor, esté con todos.» (Ap 22, 16-21) El libro del Apocalipsis es una llamada a la esperanza y perseverancia de la comunidad en la noche y la persecución. ¿Somos conscientes de ello? ¿No se corre el riesgo de reducir la celebración de la Eucaristía a una devoción o a un acto piadoso, cuando no a una obligación?
EUCARISTÍA Y MISIÓN EN LA SECULARIDAD
INTRODUCCIÓN
El que ha encontrado de verdad a Jesús, como vemos en los relatos evangélicos, lo dan a conocer a cuantos lo rodean. La samaritana deja el cántaro y sale corriendo a anunciar a los suyos que había encontrado a un hombre que podía ser el Mesías; y condujo al pueblo hasta Jesús. El tullido fue curado por Jesús y éste desapareció. Cuando lo encuentra en el templo y lo reconoce, aquel hombre se fue a decirle a la autoridad quien lo había curado. Los enfermos curados, a pesar de haber recibido la orden de no decir nada, lo daban a conocer hasta el punto que ya no podía entrar en las ciudades y se quedaba fuera. Y lo mismo hicieron los primeros discípulos. Andrés busca a su hermano y le dice: hemos encontrado al Mesías; y llevó a Pedro a presencia de Jesús. María Magdalena fue enviada por el Resucitado al encuentro de los hermanos, para comunicarles la buena noticia de que vivía el Crucificado. La misión brota de la experiencia del encuentro con el Viviente. Es anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios y lleva al encuentro con él en persona.
Si en la Eucaristía encontramos realmente a Cristo, el Viviente, y entramos en su amistad y amor, no podemos guardarlo para nosotros. Pablo no se avergonzaba del Evangelio y no se acobardaba ante los sufrimientos por dar a conocer a quien lo amó y se entregó por él. Muy diferente es la actitud de quien no ve en Jesús más que un modelo ético del pasado o un simple maestro de sabiduría. El Evangelio queda postergado a un segundo lugar, pues se da prioridad a la cultura ambiente, a la mentalidad, hasta el punto que la religión tiende a la privatización o a quedar reducida a un simple impulso para la acción y el compromiso personales. La misión se diluye cuando uno busca una religión del confort religioso.
LA CONSAGRACIÓN EN LA SECULARIDAD A LA LUZ DE LA EUCARISTÍA
Los pioneros de los Institutos Seculares mantuvieron un duro combate dentro de la Iglesia, para que se reconociera la originalidad carismática de los mismos, esto es, para que se acogiese el don del Espíritu, a fin que el Evangelio del reino de Dios resonase de forma nueva y original en el mundo.
En aquellos momentos, la consagración y vivencia de los consejos evangélicos, según una tradición con minúscula, parecía ser, a los ojos de la mayor parte del pueblo de Dios, patrimonio en exclusiva de la vida religiosa vivida en comunidad. Con el reconocimiento jurídico de los IS las cosas se calmaron, pero una buena parte del pueblo de Dios cuando oye hablar de consagración sigue pensando de forma espontanea en la vida religiosa. Y, por otra parte, conviene reconocerlo algunos IS nacieron y se organizaron un poco al estilo de algunas congregaciones religiosas.
Por ello creo importante seguir haciendo especial hincapié en la secularidad consagrada, para que los portadores de este carisma lo vivamos con alegría al servicio de la misión de la Iglesia en el mundo. No lo olvidemos: el Espíritu suscita los carismas para el bien común del pueblo de Dios, llamado a significar y actualizar el amor de Dios al mundo, en su condición de «sacramento universal de salvación», para los humanidad, para contribuir al diálogo de la salvación con el mundo secular (cf. GS 45).
Secularidad consagrada
Jesús, el consagrado
Introducción
A lo largo de este curso dedicaremos los retiros, como se me ha pedido, a meditar y orar sobre la secularidad consagrada o, si se prefiere, la consagración secular. Es evidente que no abundaré en explicaciones de tipo doctrinal y jurídico sobre la identidad del carisma de los Institutos Seculares en la Iglesia y en el mundo. Para ello hay libros y otros espacios de formación permanente.
La finalidad de estos retiros no es otra que la de interrogarnos cómo estamos acogiendo y cultivando el carisma propio de los IS con el que hemos sido agraciados por el Señor, en la Iglesia y al servicio del mundo. Y esto debemos hacerlo desde el realismo de lo que somos y de la situación en que cada uno nos encontramos. La gracia de Dios se manifiesta perfecta en nuestra debilidad, si realmente nos abrimos a su amor gracioso y gratuito.
Tomar conciencia, en efecto, del don de Dios nos lleva a vivir la existencia concreta en la bendición y acción de gracias, en la adoración y la escucha, en el discernimiento y la acción creativa, a ser auténticos signos e instrumentos del designio de Dios en la historia.
Hoy estamos llamados a vivir con esperanza y alegría el don de Dios, «conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.» (Ef 1, 7-10) No perdamos nunca de vista la perspectiva que nos ofrecen estos versículos de la carta a los Efesios.
LA IGLESIA, PUEBLO CONSAGRADO Y ENVIADO AL MUNDO
La Iglesia, cuyo misterio está exponiendo el sagrado Concilio, creemos que es indefectiblemente santa. Pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado «el único Santo» (Misal Romano, Gloria in excelsis. Cf. Lc 1, 35; Mc, 1, 24; Lc 4, 34; Jn 6, 69 (ho hagios tou Theou); Hch 3, 14; 4, 27 y 30; Hb 7, 26; 1Jn, 2, 20; Ap 3, 7), amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla (cf. Ef 5,25-26), la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: «Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación» (1Ts 4, 3; cf. Ef 1, 4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles. Se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida; de manera singular aparece en la práctica de los comúnmente llamados consejos evangélicos. Esta práctica de los consejos, que, por impulso del Espíritu Santo, muchos cristianos han abrazado tanto en privado como en una condición o estado aceptado por la Iglesia, proporciona al mundo y debe proporcionarle un espléndido testimonio y ejemplo de esa santidad. (LG 39)
La consagración sacerdotal
«LA CONSAGRACIÓN SACERDOTAL»
Antonio Bravo
«Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la gracia de Dios» (1P 4, 10)
Estas palabras de la primera carta de Pedro nos invitan y urgen a redescubrir el don que hemos recibido, para administrarlo al servicio de los demás, para ser «piedras vivas» en la edificación del templo santo de Dios. Y esto es verdad, tanto para cada uno de nosotros, como para la comunidad eclesial y nuestros institutos. El Espíritu Santo suscita carismas en la Iglesia, para que esta lleve adelante la misión que le ha sido confiada.
Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia. Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apostólico. Y, además, el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (cf. 1Tes 5,12 y 19-21). (LG 12)
En esta meditación quiero invitaros a que toméis conciencia, personalmente y como comunidad del don que Dios os ha regalado, a fin de contribuir a la vocación y misión de la Iglesia en el mundo.
Descargar Retiro: «LA CONSAGRACIÓN SACERDOTAL»
LA SECULARIDAD CONSAGRADA O LA CONSAGRACIÓN SECULAR
Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno. Guardaos de toda clase de mal. Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente (os consagre íntegros), y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y él lo realizará. (1Tes 5, 16, 24)
La alegría, esperanza y acción de gracias son características esenciales de «los santos», de los consagrados. En medio de las pruebas y dificultades inherentes a la existencia, el cristiano tiene la misión de ser signo, testigo y servidor de la presencia salvadora de Dios, que nos creó y salvó para la comunión y el diálogo de amor con él.
El Santo de Dios, en efecto, nació del seno virginal de María, entró en el mundo, en una carne semejante a la nuestra, para conducirnos a la comunión con el Padre. Jesús no vino la mundo para vivir en el desierto, sino entre los hombres, como hermano entre los hermanos (cf. Hb 2, 10-13). «Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado». (GS 22) Dios envió a su Hijo nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de liberarnos del pecado y santificarnos mediante el don del Espíritu Santo. (cf. Gal 4, 4-7)
Secularidad consagrada y comunidad fraterna
«SECULARIDAD CONSAGRADA Y COMUNIDAD FRATERNA»
Antonio Bravo
La comunidad fraterna, puesto que brota de la alianza de Dios con su pueblo, es una dimensión esencial del ser cristiano. La Iglesia es «Fraternidad» con mayúscula. La primera carta de Pedro enseña: «Como personas libres, es decir, no usando la libertad como tapadera para el mal, sino como siervos de Dios, mostrad estima hacia todos, amad a la comunidad fraternal, (en griego, TÈN ADELPHOTETA; latín, FRATERNITATEM, HERMANDAD), temed a Dios…» (1P 2, 16-17). La Iglesia es Fraternidad; no basta con mantener una actitud fraterna. Necesitamos ahondar qué implica afirmar: «la Iglesia es Fraternidad», comunidad fraternal.
La vida en común es una dimensión constitutiva de las órdenes y congregaciones religiosas. Quieren expresar así el ideal de la primitiva comunidad apostólica, que tenía todo en común. Ahora bien, la vida en común no es una dimensión constitutiva del carisma de los IS; sí lo es la vivencia de la comunidad fraterna de acuerdo con la dinámica propia de la secularidad consagrada. Es importante ahondar en ello. Los IS están llamados a cultivar el don del que son portadores como comunidad fraterna en favor de la Iglesia y del mundo. El cultivo de la vocación personal y la fidelidad al don de Dios pasa inexorablemente por el cultivo de una profunda y sencilla vida de comunidad, más allá de si es vida en común o no. Para bien comprender esta afirmación, baste releer en el silencio estos textos paulinos entre otros muchos:
Así, pues, yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. (Ef 4, 1-7).
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. (Flp 2, 1-5)
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El seguimiento de Jesús casto
«EL SEGUIMIENTO DE JESÚS CASTO»
Antonio Bravo
El misterio de la encarnación desborda todo lo que la razón puede comprender e imaginar. Pero el misterio nos ha sido revelado. Por ello siempre podemos avanzar en su inteligencia, si nos dejamos enseñar y guiar por el maestro interior, esto es, por el Espíritu de la verdad y santidad. La fe apostólica no ha cesado de ahondar en esta afirmación: «Y el Verbo se hizo carne», «se hizo pobre», «se hizo obediente». Fue enviado en una carne semejante a la del pecado (Rom 8, 3). Hecho de mujer, hecho bajo la ley (cf. Gal 4, 4s). Hombre entre los hombres, hermano entre los hermanos. Pero sin dejar de ser en ningún momento el Hijo eterno. En la encarnación el Hijo sigue siendo el Hijo engendrado por el Padre en la eternidad. Hay que tener muy presente al hablar del misterio inabarcable de la encarnación, que la fe apostólica cuando habla de Dios, explícita o implícitamente, habla siempre del Dios uno y trino, comunión de personas. En la encarnación, el Hijo permanece siempre el Hijo. Y aquí tenemos la clave importante para comprender que él asumiera «la forma de la vida virginal al entrar en el mundo».
Engendrado por el Padre en la eternidad, la filiación caracteriza para siempre al Verbo encarnado. Y esta filiación implica una relación única con el Padre en el Espíritu Santo. Él es eternamente engendrado como Hijo. Él se recibe eternamente del Padre y eternamente se da al Padre en el Espíritu de comunión. Pues bien, aquí radica, según creo, la fuente de la forma de vida virginal de Jesús, que podemos vislumbrar y contemplar, a través de algunos pasajes de los evangelios. Me limito a evocarlos, pues desmenuzarlos un poco requeriría horas y horas; y mayor competencia que la mía.
El seguimiento de Jesús obediente en los Institutos Seculares
«EL SEGUIMIENTO DE JESÚS OBEDIENTE EN LOS INSTITUTOS SECULARES»
Antonio Bravo
La llamada universal a la santidad, a la perfección del amor, postula de todo creyente seguir a Jesús en su obediencia filial y radical. La finalidad del ministerio apostólico, como escribía Pablo a la comunidad de Roma, no es otro que conducir al ser humano a la obediencia de la fe. «Por él (Jesucristo) hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles, para gloria de su nombre». (Rom 1, 5) La obediencia de Cristo es fecunda: donde abundó el pecado sobreabundó la gracia y el perdón (cf. Rom 5, 18-21). Acoger el don de la salvación en la fe comporta entrar en comunión con la misma obediencia de Cristo, que inicia y consuma la fe. Por la obediencia se convirtió en causa de salvación para cuantos lo obedecen.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote según el rito de Melquisedec. (Hb 5, 7-10)
Los creyentes olvidamos e ignoramos, con demasiada frecuencia, esta verdad de la fe apostólica. Jesucristo se convierte en autor de salvación para los que le obedecen. La palabra del anciano Simeón, inspirada por el Espíritu, sigue vigente: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». (Lc 2, 34-35) El Hijo fue enviado en la carne, para darle a esta la posibilidad de obedecer; en modo alguno, para dispensarla de la obediencia. Dios respeta la libertad, pero exige responsabilidad. Cristo nos ha liberado para la libertad del amor, para realizar la verdad en el amor. El que realiza la verdad va a la luz. La verdad nos hace libres en la medida que la acogemos y la practicamos.
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El seguimiento de Jesús pobre en la secularidad consagrada
«EL SEGUIMIENTO DE JESÚS POBRE EN LA SECULARIDAD CONSAGRADA»
Antonio Bravo
La llamada universal a la santidad comporta el seguimiento de Jesús pobre y humilde. Y esto es verdad para todo discípulo de Jesús. Cada persona e Instituto lo lleva a cabo de acuerdo con la gracia, vocación, misión y carisma con que Dios enriquece a la Iglesia santa.
Lo más importante de todo: tomar conciencia de encontrarnos ante una gracia. Una gracia se puede pedir y hay que tener el coraje de pedirla. Una gracia, por otra parte, se debe cultivar; también se puede pedir para los demás; pero por ser gracia nadie puede ser juez de los demás ni puede precisarse de forma leguleya. Si nos comparamos con los otros o los juzgamos, es signo de que vivimos desde la ley y no desde la gracia. Dejamos, en ese preciso momento, de seguir a Jesús pobre, enviado en pobreza para salvar y no para juzgar o condenar.
No confundamos la pobreza evangélica con la austeridad. Uno puede ser muy austero y no ser pobre. Es importante conocer bien la dinámica de la pobreza vivida por Jesús, a fin de seguirlo con alegría, personal y comunitariamente, de acuerdo con el carisma de los IS.
Quien pide el don del seguimiento de Jesús pobre debe estar preparado para vivir grandes sorpresas, pues una es la pobreza elegida y otra la pobreza que nos viene como impuesta desde fuera. El olvido de este punto lleva a ciertas personas a la depresión y a vivir con cierta amargura la pobreza, que viene de la vida. ¡Pidamos con insistencia la gracia de seguir a Jesús pobre, humilde y sufriente, en su condición de siervo. ¡Siervas!
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Virtudes teologales y cardinales
LA FE, PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE UNA EXISTENCIA PLENAMENTE HUMANA
He pensado dar comienzo a estas meditaciones por la virtud infusa de la fe. Ella constituye, según opino, el principio y fundamento de una existencia plenamente humana y cristiana, de la vocación divina del ser humano. San Ignacio de Antioquía afirmó:
«Nada de todo eso os está oculto, si vosotros, por Jesucristo, tenéis a la perfección la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: «el principio es la fe, y el fin la caridad» (cf. 1Tim 5). Las dos reunidas, son Dios, y todo lo demás que conduce a la santidad no hace más que seguirlas. 2. Nadie, si profesa la fe, peca; nadie, si posee la caridad, aborrece. «Se conoce el árbol por sus frutos» (Mt 12, 33): así aquellos que hacen profesión de ser de Cristo se reconocerán por sus obras. Porque ahora la obra demandada no es la mera profesión de fe, sino el mantenernos hasta el fin en la fuerza de la fe. (Carta a los Efesios, XIV)
LA FE, PRINCIPIO Y FUNDAMENTO DE UNA EXISTENCIA APOSTÓLICA
En el momento de pasar de este mundo al Padre, en la intimidad del cenáculo, Jesús oró, como relatan los evangelistas, por la fe de Pedro y por la unidad de los discípulos que habían creído en él como enviado por el Padre.
Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos». Él le dijo: «Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte». Pero él le dijo: «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme». (Lc 22, 31-34)
Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. (Jn 17, 5-8)
Notemos que Jesús no ora para evitar que Pedro sea tentado, sino para que su fe no se apague; y luego, una vez vuelto, confirmase «a sus hermanos en la fe». Lo que caracteriza a los discípulos es la fe en Jesús como enviado por Dios. En su diatriba con los judíos, Jesús denunció como pecado la incredulidad de sus oyentes.
LA VIRTUD DE LA CARIDAD
Si la fe es el inicio de la vida del cristiano, el amor es el culmen de la existencia del hombre nuevo creado en Cristo Jesús. La misión del Hijo, enviado en una carne semejante a la del pecado (cf. Rom 8, 3), tiene su fuente en la filantropía divina (cf. Tit 3, 4-7; Jn 3, 16), en «el amor fontal» del Padre (AG 2). La Pascua del Hijo culmina con el don del Espíritu, que derrama el amor divino, el agapé, la caridad, en nuestros corazones (cf. Rom 5, 5), a fin de hacernos partícipes de la misma vida divina, de su « naturaleza divina» (2P 1, 4).
Pablo, refiere así su experiencia personal: «Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí». (Gal 2, 19-20) «La fe actúa por amor». (5, 6) Y en otro lugar afirma: «Porque nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todo murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos». (2Cor 5, 14-15)
«CONVOCADOS A LA ESPERANZA»
En esta meditación sobre «la virtud infusa de la esperanza», como sucede con la fe y el amor, tengamos presente cómo se enraíza en el ser de la persona humana. Ésta, creyente o no, vive vuelta hacia un futuro mejor. Anhela ser feliz, realizarse plenamente en el devenir de la historia. El ser humano crea sus utopías y trata de alcanzarla, basado en sus fuerzas y capacidades. El hombre está de camino hacia su futuro, aun cuando sueñe con el pasado.
«La virtud infusa de la esperanza» convoca a las personas y comunidades hacia «un futuro absoluto», más allá de las esperanzas, expectativas y utopías soñadas por los humanos. La esperanza cristiana trasciende la temporalidad y el espacio; y este futuro absoluto se ha realizado ya en Cristo Jesús, resucitado de entre los muertos como primicias de los que mueren. El apóstol Pablo lo afirma en estos términos:
Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido. Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA
Tras las meditaciones sobre las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, vamos a meditar sobre las llamadas virtudes cardinales. Hoy os propongo hacerlo sobre la virtud de la prudencia. Empezaré por un breve introducción, para recordar cómo el pueblo de Dios, en su diálogo con el mundo, da y recibe ayuda. Así lo enseña el Concilio Vaticano II:
La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, sólo pretende una cosa: el advenimiento del reino de Dios y la salvación de toda la humanidad. Todo el bien que el Pueblo de Dios puede dar a la familia humana al tiempo de su peregrinación en la tierra, deriva del hecho de que la Iglesia es «sacramento universal de salvación», que manifiesta y al mismo tiempo realiza el misterio del amor de Dios al hombre. (GS 45)
«Dotado de inteligencia y de libertad, el hombre es responsable de su crecimiento, lo mismo que de su salvación. Ayudado, y a veces es trabado, por los que lo educan y lo rodean, cada uno permanece siempre, sean los que sean los influjos que sobre él se ejercen, el artífice principal de su éxito o de su fracaso: por sólo el esfuerzo de su inteligencia y de su voluntad, cada hombre puede crecer en humanidad, valer más, ser más…» (PP 15) El ser humano fue creado bueno y capaz de realizar el bien. Después del pecado, su libertad quedó debilitada, pero no anulada. Como criatura de Dios, el ser humano es «capaz de Dios» y, por tanto, de la virtud. El Concilio Vaticano II enseña: debemos creer que el Espíritu, por caminos que escapan a nuestro control, conduce a todo hombre hacia la Pascua del Señor. (cf. GS 22) San Pablo exhortaba a sus comunidades: “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8).
LA VIRTUD DE LA JUSTICIA
«La caridad es el alma de la justicia»
Todos los días, en el oficio de la laudes, la Iglesia alaba a Dios con el cántico del Benedictus por el don de la salvación. Zacarías, el padre de Juan Bautista, proclamó «lleno del Espíritu Santo»:
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo; suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. (Lc 1, 67-79)
Y concluye el canto inspirado por el Espíritu Santo con esta Buena Nueva: «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».
Salvación, liberación santidad, justicia, paz, he aquí palabras claves, que, consciente y, a veces rutinariamente, animan nuestra alabanza matinal. Palabras que, en una sociedad del bienestar, un tanto angustiada por la pandemia, la violencia de las armas, la injusticia y la iniquidad de unos y otros, nos estimulan a ser justos y a discernir cómo trabajamos «en santidad y justicia», para avanzar por el camino de la paz, para contribuir a un mundo en paz. «Si quieres la paz trabaja por la justicia». (Pablo VI. Mensaje para la celebración de la V jornada de la paz, 1 de enero de 1972)
LA VIRTUD DE LA FORTALEZA
Los filósofos han hablado de la virtud cardinal o moral de la fortaleza como la fuerza de ánimo para buscar el bien con constancia, resistir las tentaciones y superar los obstáculos que encontramos en el camino. Incluye valor y determinación para avanzar con realismo y arriesgar con prudencia en situaciones difíciles. Es la fuerza que capacita para entregar la vida por una causa justa, así como para superar el desaliento y la desesperanza.
La virtud de la fortaleza, como lo atestigua la historia de la filosofía y de las religiones, reclama en todo momento una superación de la debilidad humana y, ante todo, del miedo ante el peligro y el sufrimiento.
Todo esto es hermoso y bueno. Y no obstante la palabra de Dios abre nuevas perspectivas con relación a la virtud de la fortaleza, que queremos ahondar en la meditación. Cierto, la Biblia habla y ensalza la fuerza, pero también anuncia la caída final de los fuertes y violentos, y el triunfo de los pequeños, débiles y pacíficos. La Biblia reenvía a la paradoja divina: Dios muestra su poder en la debilidad de sus siervos. El apóstol Pablo recordaba esto a una agitada comunidad que pretendía ser fuerte y significativa en la rica, culta y religiosa ciudad de Corinto, frente a las prestigiosas comunidades judías y paganas, Pablo recordaba a la irrelevante comunidad cristiana la paradoja de la cruz (volveré sobre ello)
LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA
Al comienzo de esta meditación sobre la virtud cardinal de la templanza, conviene recordar, una vez más, algunas afirmaciones conciliares: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado». «La vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina». (GS 22). «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva». (GS 19) «Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a él con total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina» (GS 18). En Cristo Jesús lo humano y lo divino son inseparables, él une el cielo y la tierra (cf. Jn 1, 51).
Los escritos apostólicos, por otra parte, y esto explica, en buena parte, que las Escrituras hablen en contadas ocasiones de la templanza, recalcan esta convicción: la vida cristiana debe entenderse, ante todo, como respuesta al don previo de la salvación de Dios en Cristo Jesús. La moral del creyente tiene su raíz en el amor de Cristo. «El amor de Cristo nos apremia». La ética del cristiano tiene su fundamento en la verdad: «Tanto amó Dios al mundo…» (Jn 3, 16) «Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo». (Jn 13, 1) «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». (Jn 15, 13) El Nuevo Testamento no niega la importancia de la moral, pero esta ha de basarse en la iniciativa divina. La salvación es don y no conquista. La fe apostólica afirma: Hemos sido recreados por Dios para las buenas obras (cf. Ef 2, 1-10). Las buenas obras son la consecuencia de la acción recreadora de Dios.
San Juan – Yo soy
«YO SOY EL PAN DE LA VIDA»
Para los retiros de este año, me propongo presentar algunas de las afirmaciones de Jesús, tal como se nos presentan en el evangelio según san Juan: Yo soy el pan de la vida, yo soy la luz del mundo, yo soy la puerta, yo son el buen pastor, yo soy la resurrección y la vida, yo soy el camino y la verdad y la verdad, yo soy la vid verdadera.
Todas estas expresiones nos revelan algo de lo que es Jesús respecto a nosotros en su misión salvífica. Cada uno de ellas expresa una perspectiva distinta de lo que ha de ser nuestra relación con él y nuestra misión, en consecuencia, en el mundo de acuerdo con nuestra vocación propia. Si dejamos la expresión, «yo soy la resurrección y la vida», el predicado es una figura concreta y tiene por tanto un valor simbólico: el pan verdadero, la luz del mundo que ilumina a todo hombre, la puerta por la que hay que entrar y salir, el pastor bueno y mesiánico, el camino que conduce al Padre, la vid verdadera.
En este primer retiro propongo que nos centremos en la afirmación: «Yo soy el pan de la vida.» Para comprender el sentido simbólico, pero no por ello menos real, sino todo lo contrario, conviene recordar de entrada, que la expresión la encontramos en el capítulo VI de san Juan. Este capítulo evoca, sin duda alguna, y conviene tenerlo muy presente, cómo Israel, una vez liberado de la esclavitud de Egipto, fue alimentado en el desierto con el maná por Dios para que se encaminara hacia la tierra de la libertad.
«YO SOY LA LUZ DEL MUNDO»
INTRODUCCIÓN
Al iniciar estas reflexiones es importante interrogarnos sobre cómo miramos el mundo. Los llamados «profetas de calamidades» no ven más que las sombras que invaden nuestra historia. Su mirada es superficial y moralizante, pues no ven más que la apariencia y la negatividad. Luego está la mirada de los «profetas soñadores», los cuales buscan hacerse aceptar por lo correcto cultural y políticamente. Su mirada es interesada y falaz, ya que tratan de congraciarse con el pueblo. Distinta es la mirada de los verdaderos «profetas de la esperanza». Denuncian con realismo las sombras y anuncian la esperanza, cuya fuente se halla en el Dios de la alianza. Ni son pesimistas, ni alagan al pueblo, a quien urgen a la conversión. Ellos ven la historia en la luz de la palabra de Dios; y así avanzan con confianza y realismo en medio de las luces y sombras que envuelven la historia de la humanidad.
Hoy para muchos la luz del Evangelio, que la Iglesia está llamada a irradiar en el mundo, aparece como oscurecida. Pero la luz existe, aun cuando los ciegos no la vean o pretendan negarla. Más todavía, hoy, como en otros momentos, no faltan quienes tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas. El profeta Isaías gritaba al pueblo elegido: «¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!» (Is 5, 20) Pero un poco más adelante, estimulará la esperanza del pueblo con estas palabras: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra de sombras de muerte, y una luz les brilló» (9, 1) Por ello anunciaba: «Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel» (29, 18-19)
«YO SOY EL BUEN PASTOR»
La figura del pastor atraviesa toda la Escritura Santo y ha servido, sobre todo en tiempos de la cristiandad, para modelar la existencia sacerdotal. Entiendo por ello que estamos, si no me equivoco, ante una dimensión importante, quizás pueda decirse constituyente, del carisma y espiritualidad de las «Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote».
En un mundo secular, plural y complejo como el nuestro, la Iglesia, que está saliendo del tiempo de la cristiandad, no puede dejar de ahondar en el sentido del pastor mesiánico, tal como se desprende de la historia de la salvación. Es una condición para que el pueblo sacerdotal, el ministerio sacerdotal y, por ello mismo, las Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote, cultivemos, en el Espíritu de la verdad y novedad, nuestra vocación y misión.
Es evidente que en una meditación, como la que voy a presentar, estoy obligado a ceñirme a unos breves puntos para animar vuestra oración y búsqueda de hoy y quizás de los días que vengan. Para abordar el tema en toda su amplitud se necesitarían muchas horas y personas más competentes que yo. Con sencillez, y como servicio, presentaré brevemente, en un primer momento, cómo Israel canta a Yahvé como su verdadero pastor. El salmista ve a Dios como su pastor y anfitrión, por ello proclama el salmista: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23 [22]) En un segundo momento, evocaré cómo Jesús es el cumplimiento de la promesa de Dios, pues se comprometió a darnos un pastor según su corazón (cf. Ex 34; Jer 3, 14-16). Luego trataré de sacar algunas conclusiones para cultivar el don de la vocación y misión que Dios nos ha regalado.
«YO SOY LA PUERTA DE LAS OVEJAS»
La imagen o metáfora de la puerta se presenta en estrecha relación con la del Buen Pastor, que vimos en la meditación anterior. La afirmación «yo soy el buen pastor» ha tendido y tiende a acaparar la atención del lector de los evangelios. Y, no obstante, la metáfora de la puerta contiene, si reflexionamos atentamente, unas dimensiones existenciales de suma importancia, tanto para la vivencia de nuestra condición de discípulos y pastores, como para desplegar una auténtica acción pastoral, para participar en la misión mesiánica de Jesús, el buen pastor. Es lo que trataré de presentar en esta meditación.
Con la afirmación reiterada: «Yo soy la puerta», «Yo soy la puerta de la ovejas», Jesús se presenta, una vez más, como el revelador y salvador, al igual que en las otras afirmaciones: «Yo soy la luz del mundo», «Yo soy el pan de la vida»… etc.. Con la metáfora de la puerta, que, a primera vista, puede resultar un tanto chocante, Jesús, con un gran radicalismo, nos está diciendo que sólo quien entra por él se salva y puede llegar a ser pastor de las ovejas de Dios. Este será el núcleo de nuestra meditación.
«YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA»
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». (Jn 11, 20-27)
Dios creó al hombre para la vida, la comunión y el diálogo; y no para la muerte. Dios, en efecto, según uno de los relatos bíblicos, modeló al hombre del polvo de la tierra y lo hizo un ser viviente al insuflar en él su aliento de vida. «Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo» (Gen 2, 7). Esto quiere decir que Dios deposita en el hombre modelado del polvo, un principio de vida proveniente de él y diferente al resto de las criaturas.
Ahora bien, la experiencia cotidiana constata que los seres humanos nacen y mueren, guste o disguste al hombre moderno; y a pesar de sus esfuerzos por prolongar la vida. Pero cabe preguntarse de qué muerte hablamos. El Sabio dice que por envidia del diablo entró la muerte en el mundo.
«YO SOY EL CAMINO Y LA VERDAD Y LA VIDA»
I.- EL CONTEXTO BÍBLICO DE LA AFIRMACIÓN DE JESÚS
Las cinco afirmaciones que hemos analizado: «Yo soy el pan de vida», «Yo soy la luz del mundo», «Yo soy el buen pastor», «Yo soy la puerta de las ovejas», «Yo soy la resurrección y la vida», se enmarcaban en la predicación y actividad de Jesús entre los judíos. Los discípulos habían participado simplemente como testigos y espectadores. Ahora el contexto es otro. La afirmación de Jesús tiene lugar en el marco de la intimidad, de la cena pascual con los suyos, con aquellos que habían creído en él, aun cuando fuera de manera imperfecta.
La primera parte del Evangelio según san Juan termina con el anuncio de la exaltación de Jesús a través de la cruz y, ante todo, con la afirmación de la incredulidad de sus oyentes. El evangelista constata la incredulidad, como cumplimiento de las Escrituras, y pone en labios de Jesús un grito en que denuncia la incredulidad y sus consecuencias.
«YO SOY LA VID VERDADERA, Y MI PADRE ES EL LABRADOR…,VOSOTROS LOS SARMIENTOS»
I.- EL CONTEXTO BÍBLICO DE LA AFIRMACIÓN DE JESÚS
El evangelista Juan, como es sabido, retoma y transforma metáforas y símbolos del Antiguo Testamento. Para él, la historia de Dios con el pueblo de Israel es como una prefiguración de lo que será la realidad, en la plenitud de los tiempos, en el acontecimiento culminante de Jesús de Nazaret, el Mesías, el Hijo de Dios. Él es la Palabra que se hizo carne, Él es el cumplimiento de las promesas, pero con una novedad sorprendente e inimaginable. Por esta razón he creído oportuno iniciar nuestra meditación, contemplando y gustando algunos textos de la fe del pueblo de Israel, elegido por Dios para ser bendición de las naciones. Pero antes, quiero hacer una observación, a mi juicio, importante.
Jesús, en esta mañana, sigue diciéndonos a sus discípulos, como lo hiciera en la intimidad del cenáculo: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.» (Jn 15, 11) Jesús, en la plenitud de los tiempos, vino al mundo para darnos «vida en abundancia», para comunicarnos «la verdad que libera», para hacernos participes de «su alegría filial». Pero nunca deberíamos olvidar que la alegría de Jesús es «la alegría pascual», como veremos más adelante.
«TÚ LO DICES: SOY REY»
Natanael, el israelita sin dolo, fue al encuentro de Jesús con cierto escepticismo, pero nada más encontrarlo, hizo la siguiente confesión: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1, 49). Ante Pilato, el representante del poder de este mundo, Jesús se presenta como testigo de la verdad y, ante la pregunta del prefecto romano: «Entonces, ¿tú eres rey?», contesta con aplomo, sin vacilar: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad». Es la respuesta del reo.
El que el pueblo rechace a Jesús como el rey de los judíos y pida la liberación de Barrabás, la burla de los soldados, vistiendo coronando y saludando a Jesús como rey de los judíos, la petición de los jefes del pueblo reclamando su ejecución como blasfemo, al que Pilato declaraba inocente y, ante todo, el letrero de la sentencia justificativa de su muerte en cruz: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos», nos obligan a meditar hondamente en la verdad que encierra la afirmación de Jesús: «Tú lo dices: soy rey». Esta es la verdad que nos salva e interpela. Clavado en la cruz, el rey de los judíos, le dice al bandido arrepentido, que le suplicaba: «Jesús acuérdate de mí cuando llegues a tu reino», «en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». (Lc 23, 39-43)
Sacerdocio
San José, el hombre de los sueños
«SAN JOSÉ, EL HOMBRE DE LOS SUEÑOS»
Manuel María Bru
San José fue un hombre justo y fiel a la Ley de Dios. Aceptó la voluntad divina y tomó consigo a María como esposa. Cumplió su papel de padre y junto con María educó a Jesús. Es patrono de la Iglesia universal, y es después de María a quien debemos mayor veneración (Docat, 147).
1.- San José, perspectiva bíblica
2.- San José, el hombre de los sueños
3.- San José, modelo para dar la vuelta al dolor
4.- San José, el santo del silencio
5.- San José obrero
6.- San José, patrono de la Iglesia, intercesor de su comunión
7.- El gran atractivo de nuestro tiempo
Resucitó
«RESUCITÓ»
Antonio Bravo
Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. Nuestra fe no es vana. La esperanza no defrauda. Somos amados y el Espíritu nos da amar con el mismo amor con que Jesús nos amó hasta el extremo.
En este domingo de resurrección, me gustaría atraer vuestra atención contemplativa y meditativa sobre la «oración colecta» y la lectura de los Hechos de los Apóstoles de la Eucaristía de este día. La Pascua es el acontecimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y la acción divina transforma la vida de los creyentes. No desarrollo mi meditación, sólo comparto la intuición. Contemplemos la coherencia de la obra divina de la salvación. Me limito a ofrecer algunos textos y no dudéis en buscar otros.
La oración
Oh Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Unigénito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida.
Jesucristo, Sumo Sacerdote, misericordioso y digno de fe
«JESUCRISTO, SUMO SACERDOTE,
MISERICORDIOSO Y DIGNO DE FE»
(Hb 2, 17)
Francisco Pérez Sánchez
En el primer retiro de este Año Sacerdotal, basaremos nuestra oración en algunos textos fundamentales de la Epístola a los Hebreos:
Hb 2,17: Convenía que (Él) se hiciera semejante en todo a sus hermanos (los hombres), para que fuera misericordioso y Sumo Sacerdote digno de fe en lo que se refiere a Dios, en orden a expiar los pecados del pueblo.
Los dos rasgos que definen el Sacerdocio de Cristo son su cercanía total con Dios (acreditado en lo que se refiere a Dios) y a los hombres (en todo semejante, misericordioso). Ese sacerdocio se realiza en la expiación de los pecados del pueblo.
En nuestra oración:
1.- Contempla a Jesucristo, fiable, enviado por el Padre desde su mismo seno. En Él se nos hace presente todo el amor y la misericordia de Dios, su plan de salvación, su oferta de vida. Él es la fuente de todo bien para ti, para mí, y para todos.
2.- Contempla a Jesucristo misericordioso, capaz de compadecerse de verdad de nosotros porque con padece, sufre nuestros sufrimientos, habiéndose hecho en todo semejante a nosotros. ¡Menos en el pecado! Él comparte todo nuestro dolor, siendo el único ajeno a su causa, que es nuestro pecado. ¡Eso es misericordia que redime!
3.- Contempla al mundo y a ti mismo tan necesitados de expiación por los pecados, de una mano tendida que nos levante, nos ilumine, nos sane, nos regenere… Y da gracias a Cristo, misericordioso y digno de fe.
4.- Ofrécete a participar en el sacerdocio de Cristo, uniéndote de tal modo al Señor por la oración, la escucha de la Palabra, la vida sacramental, la vida de Gracia, que también tú seas digno de fe en lo referente a Dios, un icono transparente de su amor e instrumento dócil de su obra salvadora para los hombres. Para ello, sé misericordioso acercándote a los padecimientos del prójimo, haciéndolos tuyos, sin rechazar a nadie ni condenarlo, sino tendiendo la mano de Dios a todos desde una humilde y sincera solidaridad.
A) El Hijo de Dios, Sumo Sacerdote digno de fe y fiel al Padre
Hb 3,1-6: Por tanto, hermanos santos, partícipes de una vocación celestial, considerad al apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe, a Jesús, que es fiel al que le instituyó, como lo fue también Moisés en toda su casa. Pues ha sido juzgado digno de una gloria en tanto superior a la de Moisés, en cuanto la dignidad del constructor de la casa supera a la casa misma. Porque toda casa tiene su constructor; mas el constructor del universo es Dios. Ciertamente, Moisés fue fiel en toda su casa, como servidor, para atestiguar cuanto había de anunciarse, pero Cristo lo fue como Hijo, al frente de su propia casa, que somos nosotros, si es que mantenemos la entereza y la gozosa satisfacción de la esperanza.
En nuestra oración:
1.- Contempla a Cristo, Hijo de Dios, heredero de la casa de Dios que somos nosotros. Mírale como a tu Señor u Salvador y dialoga con Él.
2.- Contempla a Cristo fiel en su vida peregrina, en su acercamiento a todos, incluso a los despreciados, en su pobreza y desprendimiento, en la intensidad de sus noches de oración, en Getsemaní, en la pasión y cruz, en su intercesión permanente por su Iglesia y cómo continua su misión de ofrecer la salvación a todos, a través de ella.
3.- Contempla a los enviados de Dios y a ti mismo entre ellos, como Moisés para servir a la casa de Dios, como sacerdotes, apóstoles y profetas que atestiguan la Palabra de Dios a sus prójimos. Da gracias por el anuncio recibido y ofrécete a renovar su consagración a esta obra, a esta colaboración con el sacerdocio de Cristo.
B) El Hijo de Dios, Sumo Sacerdote misericordioso,
que se ha asemejado en todo a los hombres
Hb 4,15-5,10: No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna. Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la recibió de quien le dijo: «Hijo mío eres tú: yo te he engendrado hoy». Como también dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec». El cual (Cristo), habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec.
En nuestra oración:
1.- Contempla a Cristo semejante a nosotros, que no desprecia nada de lo humano, nada de ti. No rechaza a nadie, sino que, por amor al Padre, se acerca a todos: los niños, los pecadores, los enfermos y endemoniados, pero también a Herodes, a Pilato, a los fariseos, a la samaritana, a la cananea, al centurión, etc. Contempla como se acerca también a ti.
2.- Contempla a Cristo inocente, el único que no ha cometido pecado, porque es precisamente de eso de lo que viene a librarnos. Comprensivo con los pecadores, pero intransigente con el pecado. Porque hace daño, porque mata, y Él ha venido a que tengáis vida y la tengáis en abundancia.
3.- Contempla a Cristo obediente, aceptando el sufrimiento por fidelidad al Padre, ya que éste es el único camino para cumplir su plan, que es nuestra salvación. Mírale sufrir nuestros dolores para que en ningún dolor humano esté ausente la fecundidad del amor de Dios, para que en ninguna soledad esté ausente la cercanía del amor de Dios. Para salvarnos. A todos. A los que te rodean. A los que de mil modos sufren. Y también a ti.
4.- Contempla a Cristo en oración, que pide humildemente, como hijo, lo que desea y necesita, ser salvado de la muerte. Dios Padre ha escuchado su oración, aunque ¿quién lo diría viéndole en la cruz? Ha acogido su entrega (no mi voluntad sino la tuya) y ha cumplido su deseo de un modo nuevo y mucho más pleno, no frustrando nuestra redención sino llegando a la perfección de la entrega total, y después ¡resucitándolo de entre los muertos!
5.- Ofrécete al Señor, a colaborar en su obra a favor de la salvación de todos los hombres: con tu fidelidad y tu entrega obediente, asumiendo lo que les duele a los otros y haciéndolo tuyo para acercarles el amor de Dios, llevando una vida inocente y solidaria con los pecadores, una vida de intercesión y misericordia, orando por los sacerdotes y por los beneficiarios de la acción sacerdotal, los que sufren, los pecadores, todos los hombres.
Rasgos sacerdotales en el misterio de la Navidad
RASGOS SACERDOTALES EN EL MISTERIO
DE LA NAVIDAD
Francisco Pérez Sánchez
En este tercer retiro del Año Sacerdotal, tan cercano ya a la Navidad, nos fijaremos en los personajes centrales del Misterio, para contemplar en ellos rasgos centrales del sacerdocio cristiano.
A) JESÚS
Jn 1, 12-14. Presencia del Verbo de Dios encarnado en medio de los hombres. Oferta a todos de llegar a ser hijos de Dios creyendo en el nombre del Verbo encarnado.
Natividad de Lorenzo Costa
Pero a todos los que la recibieron [la Palabra] les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
Mt 1, 21-23. En Jesús “Dios está en medio de nosotros” “salvando al pueblo de los pecados”.
«[María] Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta:
Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel,
que traducido significa «Dios con nosotros».
Hb 1, 1-4. Jesús Palabra, mediador de la creación y heredero de ella (Hijo), icono del Padre, ha expiado los pecados y ahora se sienta a la derecha de Dios.
Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, llevada a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más excelente es el nombre que ha heredado.
Flp 2,5-11. El anonadamiento de Jesucristo, que adopta la condición de siervo en fidelidad al Padre, a favor de los hombres.
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
El cual, siendo de condición divina,
no codició el ser igual a Dios
sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de esclavo.
Asumiendo semejanza humana
y apareciendo en su porte como hombre,
se rebajó a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó
y le otorgó el Nombre,
que está sobre todo nombre.
Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es el SEÑOR
para gloria de Dios Padre.
Para nuestra oración:
– Contempla a Jesús recién nacido como el Dios anonadado y débil, que establece la comunión de los hombres con Dios por medio del acercamiento inaudito del santo a los pecadores. Mira a este pequeño como Icono del Creador y mediador y heredero de cuanto existe. Escucha su llanto infantil como la primera predicación de la Palabra encarnada. Contempla su cuerpo fajado en pañales, el mismo que, fajado en sudario, resucitará tras realizar el sacrificio, transmitiendo su vida íntima de Hijo, a los que creen en su nombre, y llegan a ser hijos en el Hijo. Contempla a los que vienen a adorarlo como los primeros beneficiarios de su obra santificadora, sacerdotal. Dialoga con Jesús.
B) MARÍA
Lc 1, 26-38: La que pone totalmente su vida a disposición del plan salvador de Dios, aunque esto
altere profundamente sus proyectos y perspectivas, aunque esto la ponga en las situaciones más comprometedoras.
Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a un virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaba aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía quera era estéril, porque no hay nada imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel, dejándola, se fue.
Lc 2, 19: La que convive en estrecha intimidad con el Hijo de Dios y hace de su contemplación
el tesoro de su corazón y el objeto de su vida interior, de su constante profundización.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Lc 2, 35 y Jn 19, 26: La que acepta ser traspasada con el Hijo y por el Hijo.
Lc 2, 35. «…-¡y a ti misma [María] una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones»
Jn 19, 26. Jesus, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Ap 12, 4b-5.10: La que derrota al dragón con el fruto de su vida, con su fecundidad. El fruto de su vida entregada a Dios, su hijo, trae la salvación a los hombres, el Reinado de Dios.
El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La Mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.
Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios».
Para nuestra oración:
– Contempla en María los rasgos sacerdotales que realizará su Hijo. La apertura total y fiel a Dios, la puesta a su servicio de la vida entera sin importar los costes, la identificación con Jesús a través de la escucha y constante meditación de lo que de Él va contemplando, hasta llegar a unirse con Él en su sacrificio, traspasada al pie de la cruz. Contémplala como la que ha dado vida al que nos da la Vida, entregando la suya propia a esta misión mediadora, como madre. María no es sacerdote, pero es la Madre del sacerdote, la que hace posible al sacerdote. Contempla en ella los rasgos que harán de Él el salvador de los hombres. Dialoga con María.
C) JOSÉ
Mt 1, 16: A través de José se enraíza el sacerdote Jesús en el pueblo de Dios.
… y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo.
Mt 1, 19-25: José confía en la Palabra de Dios más allá de lo que puede comprender por sí mismo. Es el hombre de la escucha, el silencio y la acción. Realiza al instante y con toda exactitud lo que Dios le pide en cada momento. Se suele decir que aparece poco, pero no es cierto, aparece 14 veces en el Nuevo Testamento. Nunca habla: escucha y cumple. Es el hombre fiel, que renuncia a una paternidad biológica y a una vida marital normal, porque se consagra totalmente al servicio del Hijo y de su Madre. Son rasgos muy importantes para el sacerdote.
Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado.
Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta:
Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel,
que traducido significa «Dios con nosotros». Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.
Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús.
Para nuestra oración:
– Contempla a José como el que, tras María, está más cerca de Jesús, le contempla más de cerca, mejor le conoce y mejor le sirve, más le ayuda. Dialoga con José, que te cuente como vivió, por ejemplo, aquel episodio del Templo (Lc 2,40). Aprende de él el servicio amante y humilde.
Orígenes del ministerio apostólico según San Marcos
ORÍGENES DEL MINISTERIO APOSTÓLICO
SEGÚN SAN MARCOS
(segunda parte)
Francisco Pérez Sánchez
Retomamos el camino iniciado antes de Navidad: Jesús elige a los futuros apóstoles. Entonces contemplábamos sus primeros pasos en el seguimiento del Maestro. Este mes, la segunda etapa del camino, cuando Jesús se dirige decididamente ya hacia Jerusalén, donde consumará su entrega sacrificial en la cruz. Pero recordemos que nuestro objetivo no es hacer un tratado bíblico sobre el sacerdocio, sino retirarnos, entrar en escucha y diálogo con el Señor, renovando nuestra propia consagración a Él de la mano de los apóstoles a los que Jesús quiso asociar a su único sacerdocio.
Introducción: A partir de la confesión de Pedro en Cesarea (“Tú eres el Mesías”: Mc 8,27-30), Jesús comienza una nueva etapa en relación con los discípulos. Quiere comunicarles “abiertamente” en qué consiste su mesianismo, y a qué meta dirige sus pasos aquél que les ha llamado a seguirle. No va a Jerusalén para ser coronado y triunfar, sino para ser rechazado hasta sufrir la muerte y resucitar.
Los discípulos manifiestan abierto rechazo (Mc 8,32), o más moderadamente incomprensión y temor (Mc 9,32). Frente a esta preocupación de Jesús, resulta chocante que la preocupación de los discípulos sea ser “el más importante” (Mc 9,33-37) o sentarse en los primeros puestos (Mc 10,35-45). Será un agraciado por Jesús, no perteneciente al grupo de los Doce, Bartimeo, quien presente la imagen perfecta del seguidor del Señor (Mc 10, 46-52).
Para nuestra oración:
A) LOS TRES ANUNCIOS DE LA PASIÓN, LAS REACCIONES DE LOS DISCÍPULOS Y
LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS
Lee: Puedes leer de corrido estos dos capítulos, Mc 8,31-10,52.
Puedes centrarte en uno de los tres anuncios de la Pasión, junto con el pasaje siguiente sobre la actitud de los discípulos:
1º anuncio + reacción de Pedro
(Mc 8,31-32 + 8,33-38)
«Y Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles».
2º anuncio + quién es más importante
(Mc 9,30-32 + 9,33-37)
Y saliendo de allí, iban caminado por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le mataran y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quien era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño, como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».
3º anuncio + sentarse a derecha e izquierda
(Mc 10,32-34 + 10,35-45)
Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán y le matarán, y a los tres días resucitará».
Se acercaron a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mí derecha o a mí izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado». Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes les oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
• Observa que, en los tres casos Jesús responde con una enseñanza y una invitación a seguirle (“¡ponte detrás de mí!” (Mc 8,33); “llamó a los Doce” (Mc 9, 35); “¿podéis beber el cáliz?” (Mc 10,38).
• Observa que Jesús no les rechaza por su incomprensión o por tener intereses y metas divergentes con los suyos. Ni siquiera en el caso de Pedro, cuando le llama «Satanás». Jesús rechaza que Pedro se constituya en maestro del Señor imponiendo la mentalidad de los hombres, en vez de seguir el plan de Dios, y rechaza por tanto su propuesta, pero a él le llama a ser discípulo, a seguir aprendiendo «detrás» de Jesús. Jesús llama pacientemente a profundizar en el seguimiento, no desespera de ellos, enseña y llama.
• Observa el pequeño pero real progreso de los discípulos, guiado por las enseñanzas y reacciones de Jesús: de (1º) reprender a Jesús (ponte detrás de mi), a (2º) no entender y temer preguntar (los llamó y les habló) y a (3º) estar espantados (les invita a compartir su cáliz). La oposición de los discípulos cada vez se expresa menos, aunque es siempre fuerte, mientras la reacción de Jesús va de llamar a Pedro Satanás a invitar a los de Zebedeo a participar de su destino.
Medita: ¿Cuál es tu historia con Jesús? Seguir al verdadero sacerdote implica seguirle hasta el sacrificio y la vida nueva. ¿Cuáles son tus resistencias, silencios y temores? ¿Cuáles son tus búsquedas y deseos que contradicen a lo que Jesús te propone? ¿Has experimentado la paciencia de Jesús contigo? ¿Te ha renovado la llamada y ayudado a comprender con más hondura? ¿No te admira que te invite de nuevo a entregarte con Él, pese a todas tus durezas, despistes y “mentalidades humanas”? Pídele hacer la voluntad de Dios.
B) EL CIEGO BARTIMEO
Lee: Bartimeo (Mc 10,46-52) es el modelo del que “sigue a Jesús por el camino” (Mc 10,52) hacia Jerusalén, a donde entrará enseguida. Jesús le ha “abierto los ojos”, en contraste con la “ceguera” de los discípulos. Ha cobrado ánimo ante la intuida presencia de Jesús, ante su llamada, que Jesús encarga que le comuniquen, ante el interés de Jesús por Él. Ha arrojado el manto con que cubría su postración. El que estaba fuera del camino y parado, de un salto camina hacia Jesús. Y por su fe en el Señor, ahora, por fin “ve”. Y por eso “camina”. Siguiendo a Jesús.
Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado por sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.
Medita: Revive tu historia, la de la misericordia de Jesús contigo. Y pídele: “¡Señor, que vea!”. Y salta hacia Él, arrojando lo que te cubre. Y renueva tu ofrecimiento de seguirle hasta el sacrificio perfecto de la cruz.
Cuaresma en clave sacerdotal
CUARESMA EN CLAVE SACERDOTAL
Francisco Pérez Sánchez
Estamos iniciando la santa cuaresma en este año sacerdotal.
Puestos delante del Señor acojamos los tres medios que Él mismo nos propone (oración, ayuno, limosna), a través de su Iglesia, para vivir este camino de preparación, no a la simple conmemoración de su Pasión, Muerte y Resurrección, sino a la actualización de ese Misterio en nuestras vidas, camino de la Pascua definitiva.
Punto de partida: El Miércoles de Ceniza, como pórtico de la Cuaresma, escuchábamos en Mt 6, 1-6.16-18, la propuesta que el Señor nos hace para recorrer este camino: los tres “bastones” o ayudas que son la oración, el ayuno y la limosna. Pero antes, el Señor nos previene de no buscar “hacer vuestra justicia ante los hombres para ser vistos por ellos”. Meditemos hoy estos cuatro puntos, en clave de espiritualidad sacerdotal.
A) Mt 6, 1: NO PARA QUE OS VEAN LOS HOMBRES
Mt 6, 1: No hagáis el bien para que os vean los hombres, porque entonces vuestro Padre celestial no os recompensará.
Estas palabras son extrañas. ¿No nos acaba de encomendar el propio Señor en Mt 5,13-16 que brille nuestra luz “delante de los hombres” para que “vean” nuestras “buenas obras” y “glorifiquen al Padre”? Ciertamente el Señor no quiere que su Iglesia pase desapercibida, pero para que nuestro testimonio y nuestro anuncio sean auténticos, han de nacer de una búsqueda genuina de la verdad ante Dios. Sin que nos importen las opiniones de los demás, sino en la verdad desnuda de nuestra realidad ante Dios. Quien vive con alma sacerdotal ha de ser ante todo y sobre todo alguien totalmente entregado a Dios, cuya meta, criterio y esperanza están puestas sólo en Él. Solo así podemos ser icono de Cristo, que ha venido a ser mediador de la comunión con el Padre. ¿Vivo yo esa libertad ante los juicios ajenos? ¿Es Dios mi juez y mi referencia? ¿Me siento así libre de prejuicios y condicionamientos para vivir y anunciar la fe?
B) Mt 6, 2-4: LA LIMOSNA
Mt 6, 2-4: Por eso, cuando des limosna, no vayas pregonándolo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los alaben los hombres. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
En el modo de dar limosna se refleja esa búsqueda de la discreción, a fin de que lleguemos a hacer las cosas por Dios y para Dios, no para que los demás piensen bien de nosotros. Convertir la caridad en espectáculo o en propaganda, es desnaturalizarla. Lo sacerdotal está en la auténtica caridad por amor a Dios y al prójimo, sin instrumentalizar nunca al hermano necesitado. Eso sería lesionar su dignidad de hijo de Dios, de imagen de Dios, tratarlo como mero medio. ¿Cómo vivo yo mis relaciones con los demás, sobre todo con los que necesitan mi ayuda? ¿Con respeto a su dignidad, como si fueran la persona más importante en mi vida, o como una carga, como un trámite obligado, o como un pasaporte a la buena fama?
C) Mt 6, 5-6: LA ORACIÓN
Mt 6, 5-6: Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
La oración como intimidad absoluta con Dios. También la comunitaria. A veces vivimos la oración personal como desierto y la comunitaria como formalidad, o como espectáculo. Nos importa más “que sea participada”, que todos hablen o hagan algo, más que la hondura del encuentro tú a tú con el Señor. Y en lo personal, nos importan más los sentimientos que Dios nos despierta, que Dios mismo. A veces, demasiadas veces. El desierto no aleja de Dios, aunque sólo se perciba aridez, y no el gozo de su cercanía. La frivolidad, el espectáculo y el formalismo, la matan y desvirtúan. Un espíritu sacerdotal vela sobre todo por la “calidad interior” de la liturgia y la oración, sin perderse en formalidades ni en pedagogías. ¿Cómo vivo yo el progreso hacia una intimidad verdadera con el Señor, en privado y en comunidad?
D) Mt 6, 16-18: EL AYUNO
Mt 6, 16-18: Cuando ayunéis, no andéis cariacontecidos como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que la gente vea que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que nadie note tu ayuno, excepto tu Padre, que está en lo escondido. Y tu Padre, que ve hasta lo más escondido, te premiará.
¿Poner cara triste?. Un espíritu sacerdotal hace de Dios mismo su heredad, su amor, su único bien, y sólo esa actitud interior hace posible y explica todos los rasgos de su vida. ¿Me entristece privarme de ciertos bienes de la vida, ayunar? ¿Pongo cara de pena cuando me veo privado o elijo privarme de ciertos disfrutes, legítimos pero prescindibles? ¿He comprendido que mi único bien y alegría es el Señor? ¿Puede percibirlo en mi alegría quien conmigo se encuentra? ¿Me alegro de tener ocasión para ejercitarme en el desprendimiento, en la renuncia abnegada, o prefiero la comodidad tranquilona? Me doy cuenta de que estoy todavía demasiado apegado a las cosas, situaciones y personas, buscando en ellas la felicidad que sólo Dios promete y realmente da?
Ejercicio alternativo
La liturgia del Miércoles de Ceniza excluía los versículos 7 al 15, sobre el Padrenuestro. Pero en nuestro retiro, no tenemos porqué hacerlo. Quizá hoy, para ti, mejor que las meditaciones propuestas, sea rezar tranquilamente, repetidamente, al ritmo de la respiración, dejando que cada palabra te sugiera mil significados antiguos y nuevos… el Padrenuestro. ¡Sería un día magnífico si en todo el retiro no hicieras otra cosa que repetir esta oración “fiel a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza”.
Mt 6, 7-15: Y al orar, no os perdáis en palabras como hacen los paganos, creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho. No seáis como ellos, pues ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis. Vosotros orad así:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan que necesitamos;
perdónanos nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación;
y líbranos del mal,
Porque si vosotros perdonáis a los demás sus culpas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.
La plenitud del sacerdocio
LA PLENITUD DEL SACERDOCIO
Francisco Pérez Sánchez
La entrega libre de su propia vida, como sacrificio perfecto, que Jesucristo ofrece al Padre a favor de los hombres, para el perdón de los pecados, constituye la realización plena del sacerdocio. Esta entrega es aceptada por Dios Padre, que resucitó a su Hijo y le ha sentado a su derecha, desde donde ha derramado el Espíritu sobre su Iglesia a fin de que este acto salvador se perpetúe en la historia y afectando a todos los hombres prepare el momento glorioso de su segunda venida. Este retiro y la inminente Semana Santa son mi gran ocasión para ahondar en estas realidades y vivirlas de un modo nuevo.
1.- ENTREGA LIBRE DE LA PROPIA VIDA
Jn 10, 17-18. En esto se ve que me ama mi Padre: en que yo doy mi vida, para recobrarla de nuevo; nadie me la quita, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo poder para darla y tengo poder para recobrarla de nuevo. Este mandato recibí de mi Padre.
Mt 26, 38-39. Jesús les dice: Mi alma está llena de tristeza mortal. Quedaos aquí y velad conmigo. Y, adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, rezando con estas palabras: «¡Padre mío!, si es posible, pase lejos de mí este cáliz; pero no como yo quiero, sino como quieres tú».
El sacerdocio de Cristo es ante todo un cumplir la voluntad del Padre. Así deshace el camino de alejamiento que nuestras desobediencias han avanzado. ¿Cómo vivo yo mi entrega confiada en la voluntad del Señor? Pido en mi oración que Él me ayude a que se cumpla mi voluntad, o pido que se haga su voluntad y yo la ame y la cumpla?
2.- SE OFRECIÓ AL PADRE
Lc 23, 46. Dando una gran voz, Jesús dijo: «¡Padre, a tus manos confío mi espíritu!». Y, al decir esto, expiró.
Ef 5, 1-2. Haceos imitadores de Dios como hijos queridos, y dejaos conducir por la caridad, como también Cristo nos amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave fragancia.
Hb 9, 14-15. La sangre de Cristo, que, en virtud del espíritu eterno, se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios, purificará nuestro interior de obras muertas, para servir a Dios vivo. Precisamente por esto es mediador de una alianza nueva: para que los llamados reciban la herencia eterna prometida.
El sacerdocio de Cristo no es filantropía. Su dimensión religiosa no es un elemento cultural secundario. Es el centro mismo de su Persona, su obra y su misterio. ¿Tengo yo claro que mi entrega, unido a Cristo, es entrega a Dios, y no solo a las cosas de Dios o a las obras o a las gentes, sino a Dios mismo? De ello depende la auténtica fecundidad de mi servicio a las personas y las instituciones. Y en el fondo la autenticidad y felicidad de mi propia vida. Dios queda, demasiadas veces, obviado, dado por supuesto, en lugar de ocupar, como para Cristo, el centro mismo de nuestra conciencia. ¿Cómo voy a traer más aún al primer plano de mi conciencia y mis expresiones esta centralidad de Dios?
3.- A FAVOR DE LOS HOMBRES, PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS
Mt 26, 27-28. «Bebed todos de él, pues esto es mi sangre de la alianza, la derramada en favor de muchos para perdón de los pecados».
Gal 2, 19-20. Estoy crucificado con Cristo, y vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y la vida terrena de ahora la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
Medita estos tres aspectos:
A) La entrega sacerdotal de Cristo rehace a los hombres, los transforma en justos (justificación). No es un perdón externo (no tener más en cuenta los pecados) sino interno (nos transforma en lo que Él mismo es: justo, Hijo).
B) La entrega sacerdotal de Cristo es “por muchos”, por la humanidad, beneficiarse de ella no es automático, sino que exige respuesta por nuestra parte, pero es una posibilidad real para todos, y hay que ofrecérsela.
C) Me concierne, como a Pablo, en primera persona, es mi gran oportunidad. ¿Acogeré de modo renovado esta entrega?
4.- ACEPTADO POR EL PADRE QUE LE RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS Y
SE SENTÓ A SU DERECHA, EL SACRIFICIO SACERDOTAL DE CRISTO CONTINÚA EN SU IGLESIA POR OBRA DEL ESPÍRITU,
Y EN PARTICULAR EN LA EUCARISTÍA.
Col 1, 24-25. Me alegro de mis sufrimientos por vosotros, y, por mi parte, completo en mi carne lo que falta de las tribulaciones de Cristo, por el bien de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la que yo fui constituido servidor conforme al encargo de Dios que me fue encomendado para vosotros: dar cumplimiento a la palabra de Dios.
Lc 22, 19. «Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío».
En mi vida, entregada al servicio de los hermanos, y en cada Eucaristía celebrada, se hace presente y operante la entrega sacrificial del Señor. ¿Cómo estoy viviendo esta realidad y como renovarla en esta Semana Santa?
Todos sacerdotes unidos al único sacerdote
TODOS SACERDOTES UNIDOS AL
ÚNICO SACERDOTE
Francisco Pérez Sánchez
Casi sin darnos cuenta llegamos al final de este ciclo de retiros sobre el sacerdocio, con motivo del Año Sacerdotal. Vamos hoy a dar gracias a Dios, que nos llama a ser colaboradores, servidores, del único Sacerdocio de Cristo, a cada uno según nuestro carisma. Fijémonos para ello en el sacerdocio bautismal de todos los fieles.
1.- LA OBRA DE LA GRACIA BAUTISMAL
Toda la comunidad cristiana es sacerdotal, en cuanto que está unida a Cristo y es su Cuerpo. Al incorporarnos a Cristo y a su Iglesia, por la fe y los sacramentos del bautismo y la confirmación, entramos “a formar parte de su Pueblo” y somos “para siempre miembros de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey”, como dice la oración de la Crismación bautismal. Este sacerdocio de todos los fieles, aunque sea esencialmente y no solo en grado, diferente del sacerdocio ministerial de los obispos y presbíteros, está íntimamente unido a Él. El sacerdocio jerárquico está ordenado a hacer posible el sacerdocio bautismal de todo cristiano. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, es un medio del que Cristo se sirve para construir y guiar a su Iglesia para que cumpla su vocación propia.
Para nuestra oración:
Recordando tu propio bautismo, dialoga con el Señor y pide su luz y su ayuda. ¿Cómo estoy viviendo mi vida cristiana como entrega a Cristo y con Cristo? ¿Cómo me estoy ofreciendo en las tareas de cada día, en mis obras de apostolado, en la fidelidad a mi propia vocación, viviendo mi sacerdocio bautismal? ¿Me doy cuenta de que ser cristiano no consiste simplemente en hacer cosas buenas, sino en unirse a Cristo y entregarse con Él? ¿Cómo estoy favoreciendo en mis hermanos la conciencia de que su entrega está unida a la de Cristo? ¿Estoy ayudando a los sacerdotes a vivir su vocación como entrega a Cristo y con Cristo y al servicio de la entrega de todos sus hermanos al Señor, al servicio del pleno desarrollo de la gracia bautismal en la vida de sus comunidades?
2.- SUS RAÍCES BÍBLICAS
A) EL SACERDOCIO DE TODOS LOS FIELES EN EL APOCALÍPSIS
Juan, saludando a las Siete Iglesias, les dice:
Ap 1, 5-6. Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra, nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Luego los Ancianos cantan:
Ap 5, 9-10. Fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra.
Y más adelante dice:
Ap 20, 6. Dichoso y santo el que participa en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre éstos, sino que serán Sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.
Para nuestra oración:
Nuestra primera participación en el sacerdocio de Cristo es pasiva: recibimos su amor y somos lavados por su sangre. ¡Dale gracias al Señor por tu bautismo, por tu vocación, y porque ha pagado el precio de tu propia salvación! Deja que esta acción de gracias haga crecer tu alegría y tu esperanza.
Nos ha hecho un Reino de Sacerdotes para nuestro Dios. La Iglesia es para Dios. Tú eres para Dios. Ofrécete a Él, entrega sacerdotalmente tu propia vida, y cuanto la compone en este momento, al Señor.
Reinan sobre la tierra. Somos libres, no esclavos de nada en este mundo. ¿Te estás dejando atar por algo o a algo? Reinar es pastorear, cuidar del bien de los demás, conducir a todos al Señor. ¿Cómo se traduce mi sacerdocio bautismal en mi caridad con el prójimo y mi celo apostólico? ¿Le estoy consagrando la Tierra, esto es, no solo las personas, sino todas las realidades de la sociedad y aún del mundo material?
B) EL SACERDOCIO DE TODOS LOS FIELES
EN LA PRIMERA EPÍSTOLA DE SAN PEDRO
San Pedro nos dice:
1 Pe 2, 4-5. Acercándoos a Cristo, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo.
Y poco después:
1 Pe 2,9. Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz.
Para nuestra oración:
Acercarnos a Cristo. Esta es nuestra primera vocación: “Ven y sígueme”. Solo así entramos en la construcción de Dios. ¿Estoy ofreciéndole todas las cosas de mi vida como sacrificio espiritual, como cosa suya, puesto que yo estoy unido a Cristo?
Anunciar las alabanzas. ¿Es mi vida una alabanza y un anuncio? ¿Cómo estoy viviendo la oración y la alabanza? ¿Cómo el trabajo y la vida comunitaria? ¿Soy valiente para anunciar al Señor, o me escondo a veces acomplejado? ¿Vivo y anuncio su luz? ¿Me dejo sacar de mis tinieblas y ayudo al prójimo a salir por medio de Jesucristo?
CUARESMA
Proceso cuaresma. Retiro 2023
RETIRO PARA LA CUARESMA 25-2-2023
PROCESO CUARESMAL
Acabamos de celebrar el Miércoles de Ceniza con tres SIGNOS: La Oración, el Ayuno y la
Limosna.
La ORACIÓN nos acerca a Dios, nos fortalece, nos hace sensibles a los hermanos.
El AYUNO nos pone en contacto con nosotros mismos, con nuestros excesos…
La LIMOSNA nos acerca a los hermanos más necesitados…
Propongo que este año 2023 que preparemos nuestros corazones para:
– Acortar distancias, establecer relaciones, motivar ayudas… (el otro está ahí siempre).
– Quizás te esté esperando, porque tú lo necesitas mucho como “apoyo para caminar” (E.G.71) *.
– Su amistad, te podrá defender de ti mismo, de tu egoísmo, de tu suficiencia …
– Apoyado/a en esa compañía, a lo mejor te sentirás mejor en tu caminar, menos frágil…
– Con el otro, haz el ejercicio de la fidelidad, de la coherencia cristiana, de la vida en común.
– En tu caminar acompañado/a, no te desvíes del camino hacia la META: la RESURRECCIÓN.
– La Cruz está en el Camino, en la amistad, en el quehacer, pero no es la ALEGRÍA FINAL.
– En este tiempo tenemos mucho tiempo para la creatividad, el dialogo, la compañía… no dejes
que pase esta oportunidad.
– No olvides que el encuentro es oportunidad para ALIMENTAR tu vida con ideas diferentes, con visiones distintas, con miradas más amplias… ese “espíritu alimenta”. (E.G.280) *.
– Las miserias del otro son su mochila, pero no olvides que tu llevas la tuya, COMPARTIR es bueno, aligera, alegra y hace llevadero el camino.
– Ir en compañía por la Cuaresma es bueno, aunque a ratos es también aconsejable la SOLEDAD, el silencio*(E.G.6) para afrontar la propia realidad, los límites, el encuentro con Dios y consigo mismo.
– Alarga tu mirada más allá de ti, a horizontes insospechados, ábrela al infinito y descubre, intuye, escucha a Dios que desde lo profundo te invita a la Vida… a Crecer, a Superarte…
– En esta PEREGRINACIÓN CUARESMAL nunca estás solo/a en el camino, existen otros caminantes que van solos, con dudas, en búsqueda, cada uno con su mochila, pero en el DIÁLOGO, EL ENCUENTRO Y LA ESCUCHA está la riqueza, aunque hablen otro idioma y tengan otro credo o sensibilidad. Vivencia, por un momento, la fraternidad…
– Miremos más lo que nos une que lo que nos separa, comencemos a mirar de otra manera…
– Si a lo largo de esta CUARESMA encuentras a alguien caído, dolorido o abatido, no pases de largo, indiferente…
PARA ATERRIZAR: (Lectura de la Parábola del Buen Samaritano: (de la enciclica “Fratelli Tutti”).
(Lc.10,25-37) Lectura…
Una historia que se repite
– Puestos en camino nos chocamos, indefectiblemente, con el hombre herido. Hoy, y cada vez más, hay heridos.
– La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos.
– Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo.
– Y si extendemos la mirada a la totalidad de nuestra historia y a lo ancho y largo del mundo, todos somos o hemos sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del buen samaritano. (F.T.69)
§ En efecto, nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y nuestros disfraces se caen: es la hora de la verdad.
– ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros?
– ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros?
– Este es el desafío presente, al que no hemos de tenerle miedo.
– En los momentos de crisis la opción se vuelve acuciante: podríamos decir que, en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido. (F.T.70)
*AUTORFERENCIALIDAD
“cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero” (E.G.8) *APOYO: “La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas”.
(E.G.71)
*ALIMENTA
“hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm.8, 26). Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente. (E.G.280)
*SILENCIO
¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor»
(Lm 3,17.21-23.26).
(E.G.6)§ “Miremos finalmente al hombre herido.
– A veces nos sentimos como él, malheridos y tirados al costado del camino.
– Nos sentimos también desamparados por nuestras instituciones desarmadas y desprovistas, o dirigidas al servicio de los intereses de unos pocos, de afuera y de adentro.
– Porque «en la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos»[59].(F.T.76)
§ “Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido.
– Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano.
– Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento.
– Pero no lo hagamos solos, individualmente. El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre, como nosotros estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas».[60]
– Renunciemos a la mezquindad y al resentimiento de los internismos estériles, de los enfrentamientos sin fin.
– Dejemos de ocultar el dolor de las pérdidas y hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y mentiras.
– La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros mismos
y a los demás. (F.T.78)
§ “El samaritano del camino se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes.
– La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber.
– Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra.
– Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano. (F.T.79)
En consecuencia, frente a la injusticia social, la inequidad y la crisis de sostenibilidad del planeta, ante una tremenda soledad e infelicidad humanas, porque el individualismo y la competencia terminan por ser una fábrica imparable de soledad y de vacío:
– Busquemos un nuevo modo de ser y estar en el mundo: el “MODO DE SER CUIDADORES”, “CUIDAR”, es el mejor antídoto contra la indiferencia y el olvido de la alteridad; el mejor antídoto contra el frágil equilibrio del planeta y de nuestras vulnerables vidas.
Mural ambientador, se realiza sobre arpillera, lana y gasas.
A. Huertas
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Los cinco domingos cuaresmales. 2023
LOS CINCO DOMINGOS CUARESMALES 25-2-2023
CUARESMA 2023 (CICLO A)
1º DOMINGO: LECTURAS ( 1ªGn.2,7-9; 3,1-7; 2ªRm.5,12-19; Evg. Mt.4,1-11).
PARA LA REFLEXION
- ¿Enqué áreas de la vida personal he de hacer un proceso de conversión?
- ¿Enqué ha de cambiar mi corazón?
- El mal, ¿cómo lo vivo y considero?: ¿cómo infidelidad, como falta de compromiso,como alejamiento de mis opciones, como fracaso moral?
- ¿Conqué medios eficaces rectificas?
Franciscus
“Quien pone a Cristo en el centro de su vida, se descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se convierte en el centro de tu vida, tanto más te hace Él salir de ti mismo, te descentra y te abre a los demás. Este es el verdadero dinamismo de Dios mismo”
Discurso a los Catequistas, 23 de septiembre de 2013
2º DOMINGO: LECTURAS (1ªGn.12,1-4a; 2ª 2Tim.1,8b-10; Evg.Mt.17,1-9).
PARA LA REFLEXION
- ¿Sientesla llamada al éxodo, al camino?
- ¿Dedónde partes y a dónde vas?
- ¿Haciadónde te encaminas, hacia quien te encaminas?
- ¿Sientesla llamada a la superación?, ¿en qué dimensiones de tu existencia?
- ¿Teejercitas en la escucha de la Palabra, de los Signos y de los hermanos?
Franciscus
“Con Pedro, Santiago y Juan subamos también nosotros al monte de la Transfiguración y permanezcamos en contemplación del rostro de Jesús, para recibir el mensaje y traducirlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el Amor. En realidád el Amor es capaz de transfigurar todo: ¡el Amor transfigura todo! ¿Creen ustedes en esto? ¿Creen? (…) Me parece que no creen tanto por aquello que escucho (…) ¿Creen que el Amor transfigura todo? Ángelus. 1 de marzo de 2015
3er.DOMINGO: LECTURAS (1ªEx. 17,3-7; 2ªRm.5,1-2.5-8; Evg.Jn.4,5-42).
PARA LA REFLEXIÓN
- ¿Cuálesson tus fuentes de satisfacción?
- ¿Ahondasen el “pozo” de tu interior?
- ¿Tedejas fecundar por el “DON”?
- Parasaciar tus necesidades y deseos, ¿a qué fuentes acudes?
- ¿Cómovives en la vida cotidiana “el culto en Espíritu y Verdad”?
Franciscus
“El diálogo es muy importante para la propia madurez, porque en el confrontarse con la otra persona, con las otras culturas, también en la confrontación sana con las otras religiones, uno crece y madura. Es cierto, existe un riesgo; que si en el diálogo uno se cierra y se molesta, se puede pelear y ese es el peligro. Y eso no está bien, porque nosotros dialogamos para encontrarnos, no para pelear”
Discurso a un grupo de estudiantes y profesores del colegio japonés Seibu
Gauken Bunri Junior High School, de Tokyo. 21 agosto 2013.
4º DOMINGO: LECTURAS (1ª 1Sam.16,1b.6-7.10,13ª; 2ª Ef.5,8-14; Evg.Jn.9,1-41)
PARA LA REFLEXIÓN
- Nuestrosojos, ¿descubren la vida cada día?
- Nuestrosojos lúcidos, ¿miran con y desde el corazón?
- Nuestrosojos ¿se acercan al Misterio de Dios y de los hermanos?
- Nuestrosojos ¿irradian paz, amistad y presencia?
Franciscus
“Cuantas veces nosotros, cuando nos encontramos ante tantos prófugos y refugiados, sentimos fastidio. Es una tentación: Todos nosotros tenemos esto, ¿eh? Todos, también yo, todos. Es por esto que la Palabra de Dios nos enseña. La indiferencia y la hostilidad los hacen ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor. (…) Y cuando esta indiferencia y hostilidad se hacen agresión y también insulto- “¡échenlos fuera, llévenlos a otra parte!”–
Catequesis sobre el pasaje del Ciego de Jericó. 15 junio 2016
5 DOMINGO: LECTURAS (1ª Ez.37,12-14; 2ªRm.8,8-11; Evg.Jn.11,1-45)
PARA LA REFLEXIÓN
- ¿Dóndedescubrimos hoy la vida?
- CuandoJesús nos dice “sal fuera”, ¿de dónde has de salir?
- ¿Caminamosesperanzados, con Jesús, hacia el sepulcro?
- ¿Aprendemoscada día a resucitar?, ¿Cómo, en qué realidades personales?
Franciscus
“Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo.
CUARESMA DE FRANCISCO
https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent/documents/20230125- messaggio-quaresima.html