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Secularidad consagrada

Instituto Secular
Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote

Vivimos los Consejos Evangélicos en los ambientes más diversos, “La obra de la salvación no se llevó a cabo en contraposición con la historia de los hombres,
sino dentro y a través de ella”
.
Benedicto XXVI a los II. SS.
Compartimos la fe, la vida y los bienes viviendo la fraternidad: en grupos, en nuestras familias, o solas. Dependiendo de las responsabilidades profesionales y la misión a la que nos sentimos enviadas, discernida y acompañada en el Instituto. Cada una formamos
parte de un grupo fraterno.
Instituto Secular Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote

Vivimos los Consejos Evangélicos en los ambientes más diversos, “La obra de la salvación no se llevó a cabo en contraposición con la historia de los hombres, sino dentro y a través de ella”. Benedicto XXVI a los II. SS.

Compartimos la fe, la vida y los bienes viviendo la fraternidad: en grupos, en nuestras familias, o solas. Dependiendo de las responsabilidades profesionales y la misión a la que nos sentimos enviadas, discernida y acompañada en el Instituto. Cada una formamos parte de un grupo fraterno.

La secularidad de toda la Iglesia desde el Concilio Vaticano II significa...
  • El reconocimiento del valor, la consistencia propia y la legítima autonomía de las realidades terrenas, tal y como se expresa en GS 36.
  • El reconocimiento de la presencia de Cristo en los valores terrenos, pues están ordenados intrínsecamente a él y él los ha asumido en su encarnación y transformado en su eucaristía.
  • El superar una conexión demasiado rígida entre los laicos y la secularidad para reconocer que todos los bautizados reciben el Espíritu para darlo al mundo, según la variedad de acentos vinculados a los diversos carismas y ministerios.
  • El cuidado de que la laicidad como dimensión de toda la Iglesia no se confunda con una reducción de la novedad cristiana, porque entonces sería una presencia más entre otras –tampoco la eclesiología se puede reducir a una teoría de la praxis social de la comunidad-. Al contrario, se trata de ejercer una función crítico-profética que lleve a confrontar el presente con la Palabra, conjugando la fidelidad al mundo presente con la fidelidad al mundo que ha de venir.
  • El cuidado de que la laicidad como dimensión de toda la Iglesia no se confunda con una reducción de la novedad cristiana, porque entonces sería una presencia más entre otras –tampoco la eclesiología se puede reducir a una teoría de la praxis social de la comunidad-. Al contrario, se trata de ejercer una función crítico-profética que lleve a confrontar el presente con la Palabra, conjugando la fidelidad al mundo presente con la fidelidad al mundo que ha de venir.
  • El desarrollo de una eclesiología misionera, dialógica y ministerial.
¿Qué conclusión podemos sacar del acontecimiento conciliar como II.SS?

Yo diría que en primer lugar la acción de gracias, porque el Concilio recogió el sentido profético de quienes llamaban a la Iglesia a redescubrirse como misterio, como comunidad, y como presencia en el mundo. Y a esa especie de profecía pertenecen con su vida los II.SS. En segundo lugar, pienso que nuestra recepción actual del Concilio nos invita a acoger algunas llamadas:

    • Aprender del concilio a subrayar y vivir la igualdad fundamental de todos los miembros del pueblo de Dios, y por tanto, en nuestro ser al interior de la Iglesia, acentuar la igualdad, y no la diferencia; somos miembros del pueblo de Dios, no tenemos que poner nuestra identidad en contraponernos a nadie.
    • Entender que cuando el Concilio, en el decreto Perfectae caritatis 11, nos exhorta a conservar nuestro carácter propio y peculiar –la secularidad-, lo hace para que realicemos eficazmente el apostolado en el mundo y desde el mundo. Es decir, nos sitúa mirando al mundo, para procurar en él y desde dentro la realización del designio salvífico de Dios; y repite la imagen del fermento; utiliza, pues, la misma imagen que para la Iglesia entera, que ha sido puesta en el mundo por Dios a modo de fermento. Esto es importante para nuestras relaciones intraeclesiales: porque hoy, por ejemplo, no podremos sostener ante los religiosos, volcados activamente en el servicio al mundo, sobre todo a los demás necesitados, que ellos no están en el mundo y nosotros sí. La secularidad es de todos los bautizados, todos llamados a ser fermento.
    • Pero al señalar que la secularidad es nuestro carácter “propio y peculiar” se nos indica, dentro de la secularidad de toda la Iglesia, que hay en los Institutos un acento, un carisma. Se trata de recordar a toda la Iglesia y a todos los hombres la preocupación por el mundo, por esta humanidad herida que necesita la presencia amorosa de Dios. Los miembros de los II.SS., y los propios institutos han de vivir de tal modo que, cuando la Iglesia, o una comunidad, o un cristiano, o cualquier persona…, se repliegue sobre sí misma olvidando las necesidades del mundo, nosotros se lo recordemos…, con nuestra vida. Esto es lo propio de nuestro carácter secular: ser un “signo” que despierta, que anuncia, que denuncia, que llama a la conversión… y todo ello desde dentro de la Iglesia y desde dentro del mundo.

Reconociendo a todos su secularidad, en sentido amplio y diverso, estaremos en disposición de recordársela cuando lo olviden, de ayudarles a ser para el mundo, de crecer juntos en el servicio al Reino. Y así seremos signo profético para todos; sino, dedicados a afirmarnos a nosotros mismos en contraposición, sencillamente no seremos para ellos “signo”, es decir, caeremos en la “insignificancia”.

El presente que apunta al futuro: el discurso de Benedicto XVI a los II.SS

Me parece importante que nos demos tiempo para leer, reflexionar y compartir las palabras que Benedicto XVI nos dirigió a los II.SS. De ellas solo voy a destacar algunos aspectos que me parecen importantes:

El papa sitúa el fundamento teológico de nuestra vocación en el misterio de la Encarnación. El “desde dentro” procede de ahí: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn 3,16). La obra de la salvación no se llevó a cabo en contraposición con la historia de los hombres, sino dentro y a través de ella.”

Esto significa que los II.SS. han de tener un relieve especial –por carisma- en el discernimiento eclesial de los signos de los tiempos. Esto ha de hacernos pensar mucho sobre la realización de este carisma, sobre nuestros frutos; y no porque la Iglesia haya de esperar de nosotros la solución a los problemas en relación con el mundo –esto sería malinterpretar y pervertir el sentido, pues el mismo pontífice ha empleado palabras de humildad sobre esto-, sino porque este carisma nos exige ante todo una mirada creyente sobre la realidad: se nos pide disposición para ver en la historia la acción de Dios, lo nuevo que él hace brotar, los cambios a los que nos llama, los pecados que denuncia, las consecuencias que tiene para nuestra vida el actuar de Dios. En definitiva, “discernir” lo que viene de Dios. Éste es el servicio que se nos pide. Se trata del servicio de la interpretación de las vicisitudes humanas a la luz de la fe. Pero los “signos de los tiempos” están en esa historia y tienen un alcance universal, un valor para toda la humanidad: por eso esta tarea nos pone en diálogo con todo el mundo, en una amplísima capacidad de servicio, para generar comunión entre los hombres, para hacer crecer las semillas del Reino, para reconocer esas semillas del Reino allí donde estén y llevarlas a plenitud.

Al mostrarnos así Benedicto XVI, con esa claridad que le destaca, nuestra misión y nuestro carisma, nos llama –Dios nos llama por su mediación- a ser hombres y mujeres de fe, de esperanza y de amor en la sociedad de hoy.

Mª Jesús Fernández Cordero

(Ponencia: Hombres y mujeres de fe,esperanza y caridad.

Los Institutos Seculares a la luz del itinerario eclesiológico desde la “ Provida Mater”. Junio 2007 CEDIS).

Benedicto XVI, Discurso a los II.SS.

Encontrarse con Cristo exige un profundo cambio de mentalidad, pero para algunos, como es vuestro caso, la petición del Señor es particularmente exigente: dejarlo todo, porque Dios es todo y será todo en vuestra vida. No se trata simplemente de un modo diverso de relacionaros con Cristo y de expresar vuestra adhesión a él, sino de una elección de Dios que, de modo estable, exige de vosotros una confianza absolutamente total en él.

Configurar la propia vida a la de Cristo de acuerdo con estas palabras, configurar la propia vida a la de Cristo a través de la práctica de los consejos evangélicos, es una nota fundamental y vinculante que, en su especificidad, exige compromisos y gestos concretos .

Anunciad la belleza de Dios y de su creación. A ejemplo de Cristo, sed obedientes por amor, hombres y mujeres de mansedumbre y misericordia, capaces de recorrer los caminos del mundo haciendo sólo el bien. En el centro de vuestra vida poned las Bienaventuranzas, contradiciendo la lógica humana, para manifestar una confianza incondicional en Dios, que quiere que el hombre sea feliz”.

La vocación, una llamada al amor

Testimonio en tiempos difíciles