Pilar Fuentes Vicente, Sierva Seglar de Jesucristo Sacerdote, nació el 8 de febrero de 1930 en Vitigudino, Salamanca. Sus padres eran agricultores, y ella ayudaba en las tareas de la casa, eran seis hermanos. Estudió hasta los dieciséis años en el Colegio de las Hijas de la Caridad, en el pueblo donde nació.
Ingresó en el Instituto Secular Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote el 29 de septiembre de 1959, donde hizo sus primeros votos el 8 de septiembre de 1961 y la consagración perpetua el 7 de septiembre de 1969.
Tal como ella cuenta “A los veintitrés años ocurrió algo, yo sin darme cuenta tenía unas actitudes que no parecían encajar en una chica de veintitrés años. Tenía un grupo de amigas estupendas, dos con novio y yo con dos pretendientes estupendos, pero yo no tenía ganas de entablar una relación; las amigas se enfadaban conmigo y me decían hija no sabemos qué quieres, son unos chicos estupendos, y yo decía: si yo no quiero nada. Bueno el Señor tenía otro camino preparado para mí. En ese momento recibimos una carta de mi hermano Andrés, hacía tres años que se había ordenado y vivía en una residencia de sacerdotes interdiocesanos llevando la administración. La carta decía lo siguiente: que las monjas que administraban la residencia eran muy mayores y ya no podían continuar. El rector D. Luis Sala Balust (Sacerdote Operario) y Andrés pensaron que yo podía hacerles ese favor, pues se trataba de estar solo un año, porque la residencia se iba a cerrar.
Con veintitrés años, yo no tenía ni idea por supuesto de llevar una casa y menos una residencia, así que mi madre y yo nos sonreímos como diciendo: Andrés no sabe lo que dice. Los veintitrés años de entonces no eran como los de ahora, y además me parecía una locura dejar sola a mi madre con el trabajo de una casa de labradores. Por la noche algo me decía por dentro que tenía que responder al favor que pedía mi hermano, pero por la mañana lo olvidaba, y así una y otra noche. Se lo conté a mi madre y me dijo que a ella le pasaba igual y pensaba que si encontrábamos una buena cocinera, la cosa se podría arreglar porque era solo un año, si los sacerdotes comen bien lo demás no importa tanto y un año se pasa pronto. Así fue como yo fui a Salamanca, y lo que era para un año se alargó hasta nueve. En esos años se creó un clima sacerdotal estupendo pues yo venía de Vitigudino viviendo el espíritu sacerdotal a tope con la Obra Pontificia de las Vocaciones Sacerdotales, teniendo como capitana a Mercedes Velasco, Sierva. El segundo año de estancia en Salamanca empecé a conocer a más hermanas y madres de sacerdotes. En aquellos momentos vinieron a la residencia Juanita Ramos y Cristina Redero, cuyos hermanos se fueron a misiones. Ahí empezamos a conocer el Instituto, después vinieron Escola Arroyo, Agustina Martín y Andrea Medina” Todas ellas ingresaron después en el Instituto.
Conoció al Instituto, también según sus propias palabras “… porque el Padre Juan, por lógica visitaba a los sacerdotes para dar a conocer el Instituto, y así fue como empecé a conocerlo. Mi hermano Andrés siempre tuvo con el Padre muy buena relación… Tuve mucho trato con él pues tenía predilección por las hermanas de sacerdotes” “Para una hermana de sacerdote y con este carisma sacerdotal todo ayudaba a vivir el pro eis: los retiros, las catequesis en la parroquia, el grupo, el confesor, el seminario, la obra de vocaciones, los ejercicios, y como detalle del Señor para conmigo El Camino Neocatecumenal, un regalo que aumentó el deseo de dar la vida donde sea y como sea pro eis”.
Terminada la etapa de estar en la Residencia, como Sierva se dedicó más plenamente a extender el Instituto Impulsando la Obra de Vocaciones, los retiros de hermanas y madres de sacerdotes (mujeres sacerdotales), y a su familia . Después llegó el tiempo de la Parroquia con lo que esto conlleva de trabajo y dedicación.
Trabajó como Auxiliar de Clínica, y ejerció su apostolado también en su profesión, dice ella en su escrito autobiográfico “el Señor me concedió el poder dar un signo evangélico”
También colaboró en la librería ARS que las Siervas abrieron en Salamanca y a las que Andrés ayudó mucho en sus comienzos.
Cuando falleció Andrés, en el año 2003 dice “… como estaba previsto desde que ingresé, me puse a disposición del Instituto. Estuve unos meses recogiendo la casa y a mediados de diciembre ya estaba en Madrid. Primero en la Casa de Formación en Puente Vallecas, unos meses, fue una buena experiencia con las aspirantes, los inmigrantes a los que las Siervas acompañábamos. Después estuve en el Seminario Conciliar de Madrid y más tarde estuve unos ocho meses más o menos en Roma, donde acompañé junto con otra Sierva al Cardenal Javierre hasta su muerte. De vuelta en España tuve varios destinos: Plasencia, Zaragoza (Parroquia de Santiago el Mayor) hasta llegar de vuelta a mi tierra, a la casa que compró el Instituto En Santa Marta, Salamanca, feliz de todo lo vivido.”
Pilar ha pasado a la casa del Padre el 1 de junio de 2021, en la casa de San Juan de Ávila en Madrid, la trasladamos a primeros de mayo para atenderla mejor según su estado de salud ya deteriorado. Ha sido para todas nosotras un regalo poder acompañarla en sus últimos momentos. Tenemos la certeza de que Jesucristo Sacerdote la tomó de su mano para introducirla en el seno de la Trinidad. Murió en el lugar donde reposan los restos del Fundador D. Juan Sánchez Hernández, Apóstol del Sacerdocio, al que ella admiraba profundamente y con el que colaboró en la expansión del Instituto en la diócesis de Salamanca, mujer sacerdotal extraordinaria.
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