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Campamento de verano en Castrillo de la Vega (Burgos)

21 Ago, 2019 | Noticias

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Del 16 al 26 de julio, los niños, adolescentes y jóvenes a los que se dirige la pastoral de las Siervas en Vallecas (Madrid) han disfrutado de un Campamento rural en Castrillo de la Vega (Burgos). El lugar ha sido el Albergue de los Misioneros Espiritanos, en plena naturaleza, rodeado de un monte de encinas, con amplias instalaciones y espaciosos jardines interiores y exteriores.

Todo el campamento ha girado en torno a una gran metáfora sobre la música (A tope music). Se ofreció un pequeño acercamiento a la cultura de la música clásica, y la metáfora estuvo centrada en la idea de que, para poder escuchar lo que los grandes músicos escriben sobre el papel, necesitamos una orquesta que haga audible la belleza que ellos han creado. La orquesta está formada por diferentes instrumentos, y todos son importantes: cada uno tiene su espacio y su función. Para interpretar la música necesitan un director que hace que cada instrumento dé lo mejor de sí. unido y coordinado con los demás. Leer esta realidad como una metáfora de los hombres (diferentes, pero igual de importantes), llamados a formar una orquesta para interpretar la belleza de la creación, contando con Dios (nuestro director de orquesta, que orienta nuestra vida, saca lo mejor de cada uno y nos une a los demás), ha sido la tarea del campamento. Buscamos que la música de Dios llegue bien a todos y que cada uno pueda dar lo mejor de sí.

Un día central en el campamento fue el 18 de julio, día del aniversario del paso del P. Juan a los brazos de Dios. Con este motivo, se celebró «la Fiesta del Cielo»: todos vestidos de blanco, con adornos de guirnaldas en blanco decorando el patio interior del albergue, con abundante vegetación, y una mesa compartida. La velada en este ambiente llevaba a experimentar la armonía de la creación, en la relación con el Creador y entre nosotros. La entrada en el Cielo, que celebramos en este día como algo que ya vive el P. Juan, es una llamada a la santidad, como bautizados y como parte del Movimiento Apostólico Sacerdotal que él inició.

Durante el campamento, los chicos y chicas se repartieron por grupos con monitores, grupos con nombres de músicos: Beethoven, Mozart, Bach, Vivaldi y Tchaikovsky. Tuvieron tiempos de reflexión: en gran asamblea, en pequeñas asambleas por grupos. Cada grupo conoció a un músico, procuró entenderlo y exponerlo a los demás con una representación y con carteles para expresar lo que sentían al escuchar su música.

En estos días hubo tiempo para muchas cosas: la oración diaria, la gimnasia, los juegos, los talleres, los bailes y espectáculos por grupos, la piscina, la limpieza de las habitaciones y de los espacios comunes (servicios, comedor, cocina), las salidas al campo, incluso los mayores una excursión con una noche al raso. A este ambiente de convivencia se unieron los padres en el fin de semana. Ese día se juntaron en el campamento 85 personas.

Ya en Madrid, a finales de julio, se celebró una fiesta con los niños y padres, en la que se dieron premios al buen hacer de los chicos en las distintas tareas y facetas del campamento: cada uno dando lo mejor de sí. Fue el final del Campamento urbano (en Madrid el mes de julio) y rural (en Castrillo de la Vega), que supone un tiempo fuerte e importante en la pastoral juvenil del Instituto.