Sean bienvenidos, queridos hermanos, a la Santa Misa de hoy, jueves eucarístico y Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, en quien el Padre se ha complacido desde toda la eternidad. Las lecturas de hoy nos presentan el contenido de la celebración en una doble vertiente: Cristo, nuestro sacerdote, y los sacerdotes como signos y continuadores de Cristo en su mediación para la comunidad cristiana. Agradecemos al Señor Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo Emérito de Madrid, su presencia como celebrante, y a todos los sacerdotes, diáconos, seminaristas, vida consagrada, familiares y amigos vuestra cercanía al acompañarnos. Son varios los motivos que nos convocan. En primer lugar, estamos viviendo como Iglesia un Año Santo que nos invita a ser peregrinos de esperanza. Además, nuestro Instituto Secular Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote celebra el centenario de la ordenación sacerdotal de nuestro fundador, el Venerable Juan Sánchez Hernández, un acontecimiento que nos llena de profunda alegría. Precisamente, en 1925, también un Año Santo, canonizaron a tres grandes santos que marcaron profundamente su vida espiritual y su entrega: Santa Teresita del Niño Jesús, San Juan María Vianney y San Juan Eudes. Esa es también nuestra llamada como hijas suyas, ser santas para que los sacerdotes puedan ser santos y en ellos todo el pueblo de Dios, para que conozcan a Dios y lo sigan. Recordemos que la llamada universal a la santidad hunde sus raíces en el bautismo y en el misterio pascual, en la muerte y resurrección de Jesucristo Único Sacerdote.
Pongamos nuestras intenciones en manos de Cristo, mediador entre Dios y los hombres, y comencemos gozosos esta misa con el canto de entrada.







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