Al terminar este año, el 31 de diciembre de 2018, Carmen Lázaro Lerín ha pasado a la casa del Padre.
Carmen nació en Zaragoza en 1940. Ingresó en el Instituto en 1965 y celebró sus votos perpetuos en 1975.
Fue una de esas jóvenes valientes que se embarcaron en la aventura del naciente Instituto, junto al P. Juan. Desde el origen de su vocación y hasta el final, su seguimiento de Jesucristo estuvo siempre vinculado a los sacerdotes, con los que supo cultivar la amistad y el cariño sincero. Supo estar con los niños y con los enfermos, con los sacerdotes y los arzobispos, con las Siervas, con su familia…, en quehaceres distintos que vivió siempre desde el ideal del Instituto: «Todo por los elegidos».
Su deseo más profundo era ser feliz. Por eso le gustaba recordar las etapas en las que este deseo se cumplió con mayor intensidad, en especial los tiempos de los inicios del Instituto y sus obras apostólicas: en pobreza, con mucho trabajo, pero «éramos felices». Así guardaba con especial cariño el recuerdo de Fuentes de Ebro (Zaragoza) y del Buen Pastor en Zaragoza: guarderías, casas abiertas a los encuentros de sacerdotes, pastoral parroquial… Se sintió especialmente vinculada a los Salvatorianos en Logroño y a los Operarios Diocesanos en su residencia de la calle Vallehermoso (Madrid), y esta sensibilidad la cuidó siempre, desde la sencillez, en residencias sacerdotales como la de Plasencia y en la atención personal a los obispos.
Vivir la fraternidad era para ella algo esencial, así como cuidar y conservar la amistad.
Junto al amor a Jesucristo Sacerdote, a la Eucaristía y al Instituto, destacó en ella la devoción por la Virgen del Pilar, a la que sabía homenajear como zaragozana y a cuya intercesión confiaba siempre las necesidades del Instituto, de la Iglesia y del mundo.
0 comentarios