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Tiempo Pascual – Ciclo A

En la solemne Vigilia de Pascua las tinieblas se convierten en luz, la noche cede el paso al día que no conoce ocaso. La muerte y resurrección del Verbo de Dios encarnado es un acontecimiento de amor insuperable, es la victoria del Amor que nos ha librado de la esclavitud del pecado y de la muerte. Ha cambiado el curso de la historia, infundiendo un indeleble y renovado sentido y valor a la vida del hombre. (…)

Entramos en la profundidad del misterio pascual. El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía más: amor del Padre que «vuelve a abrazar» al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada. Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo, y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación, a imitar al Redentor «manso y humilde de corazón», que es «descanso para nuestras almas» (cf. Mt 11, 29).

Hermanos y hermanas cristianos de todo el mundo, hombres y mujeres de espíritu sinceramente abierto a la verdad: que nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor. Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Como hizo en Galilea con sus discípulos antes de volver al Padre, Jesús resucitado nos envía hoy también a nosotros a todas partes como testigos de la esperanza y nos garantiza: Yo estoy siempre con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20). Fijando la mirada del alma en las llagas gloriosas de su cuerpo transfigurado, podemos entender el sentido y el valor del sufrimiento, podemos aliviar las múltiples heridas que siguen ensangrentando a la humanidad, también en nuestros días.

En sus llagas gloriosas reconocemos los signos indelebles de la misericordia infinita del Dios del que habla el profeta: él es quien cura las heridas de los corazones desgarrados, quien defiende a los débiles y proclama la libertad de los esclavos, quien consuela a todos los afligidos y ofrece su aceite de alegría en lugar del vestido de luto, un canto de alabanza en lugar de un corazón triste (cf. Is 61, 1.2.3). Si nos acercamos a él con humilde confianza, encontraremos en su mirada la respuesta al anhelo más profundo de nuestro corazón: conocer a Dios y entablar con él una relación vital que colme de su mismo amor nuestra existencia y nuestras relaciones interpersonales y sociales. Para esto la humanidad necesita a Cristo: en él, nuestra esperanza, «fuimos salvados» (cf. Rm 8, 24).

Mensaje Urbi et Orbi de S.S. Benedicto XVI
Pascua 2008

II Domingo

1.- VER LO INVISIBLE

«Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones… » (Hch 2, 42-47).
«… La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación…» (I Pe 1, 3-9).

SÍMBOLOS

  • Encender las cinco heridas:
    • Cinco lámparas
    • Cinco flores rojas

2.- PALABRA (Jn 20, 19-31).

Creer en la vida. El misterio del resucitado aparece con los signos de la pasión y de la muerte; es el resucitado y el humanamente transfigurado; es la paz y la alegría del Espíritu que nos llama a la fe.

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 20, 19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: – «Paz a vosotros.» 20 Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió: – «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» 22 Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: – «Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» 24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Y los otros discípulos le decían: – «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: – «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. » 26 A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: – «Paz a vosotros.» 27 Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» 28 Contestó Tomás: – «¡Señor Mío y Dios Mío!» 29 Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» 30 Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. 31 Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.

COMENTARIO

20, 19-23. Apariciones a los discípulos.

El presente relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús. He aquí la dialéctica entre promesa y cumplimiento. Jesús había dicho: volveré a estar con vosotros (Jn 14,18); el evangelista constata: se presentó en medio de ellos (Jn 20,19). Jesús había prometido: dentro de poco volveréis a verme (Jn 16, 16ss); el evangelista afirma: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor (Jn 20,20). Jesús anunció: os enviaré el Espíritu (Jn 14,26; 15,26; 16,7ss), y tendréis paz (Jn 16,33); el evangelista recoge las palabras de Jesús: la paz con vosotros… y recibid el Espíritu Santo (Jn 20,21ss).

Jesús afirmó: voy al Padre (Jn 14,12) y el evangelista se encarga de recoger otras palabras de Jesús que significan el cumplimiento de lo que había prometido: voy a mi Padre, que es también vuestro Padre (Jn 20,17). En los discípulos de Jesús no solamente no existía predisposición alguna para aceptar la resurrección -se ha dicho muchas veces que el deseo ferviente de Jesús les había hecho caer en la alucinación de verle, inventando todo lo relativo a las apariciones- sino que estaban predispuestos para lo contrario. Como hijos de su tiempo creían únicamente en la resurrección del último día. Así lo expresa Marta cuando Jesús habla de la resurrección de Lázaro (Jn 11,24). Cuando se les anuncia que Jesús vive ni siquera se entusiasman.

El relato sobre la Magdalena no puede ser más significativo: ante el sepulcro vacío, lo único que se le ocurre pensar es en el robo (Jn 20,2. 13.15). Una vez convencida de la resurrección gracias al encuentro personal con el Resucitado, se lo anunció a los que habían vivido con él. ¿Resucitado? No la creyeron (Mc 16,11). En los de Emaús, la «esperanza» en la resurrección se manifiesta en su decisión de abandonar aquel asunto e irse a sus casas (Lc 24,22s). Y cuando comunicaron a los demás su experiencia, el resultado fue el mismo: ni aun a estos creyeron (Mc 16,13). Su escepticismo en este tema era lógico. La increencia o no aceptación de la resurrección de Jesús por parte de sus discípulos tiene buenas razones que la justifiquen. Es un acontecimiento que escapa al control humano; rompe el molde de lo estrictamente histórico y se sitúa en el plano de lo suprahistórico; no pueden aducirse pruebas que nos lleven a la evidencia racional. De ahí los argumentos tan distintos a los que emplea nuestra lógica. ¿Quién puede aceptar el testimonio de un joven sentado a la derecha, que vestía una túnica blanca dado a las mujeres en el sepulcro (Mc 16,5), que en relato de Mateo se convierte en un ángel (Mt 28,5)? ¿Es más verosímil el relato de Lucas que habla de dos hombres se presentaron ante ellas con vestidos deslumbrantes (Lc 24,4) o el de Juan que convierte a esos dos hombres en ángeles (Jn 20,12)? ¿Quién de los cuatro tiene la razón? Todos y ninguno. Todos porque los cuatro afirman que la resurrección de Jesús es aceptable únicamente desde la revelación sobrenatural. Tanto los vestidos blancos como los ángeles hacen referencia al mundo de lo divino. La única diferencia es que Lucas y Juan duplican los testigos porque trabajan más con la categoría del testimonio y para que éste fuese válido se requería que, al menos, fuesen dos. Ninguno, porque las cosas no ocurrieron así. Estamos en el mundo de la representación. 20, 24-29 Jesús y Tomás. El evangelista subraya la identidad del Resucitado con el Crucificado.

El testimonio de los ángeles, los encuentros y apariciones y, en especial, las exigencias de comprobación por parte de Tomás, son de sumo interés. De ellas se deduce que el Resucitado y el Crucificado son el mismo, aunque su forma de vida sea diversa. Ambos aspectos son igualmente importantes. De ahí las exigencias de ver y palpar los agujeros de las manos y del costado: identidad. De ahí la dificultad en reconocer al Resucitado; creen ver un fantasma, un viandante, el jardinero: diversidad en su nueva forma de vida. La resurrección de Jesús no es la vuelta de un cadáver a la vida, sino la plena participación de la vida divina por un ser humano. También intenta poner de relieve la confesión adecuada de la fe cristiana al citar las palabras de Tomás: Señor mío y Dio mío. Tomás es presentado como representante de los que no quieren creer sin ver. Vencida su increencia, el evangelista nos lo presenta como modelo de fe. Son sus palabras las que recogen la auténtica confesión de la fe cristiana.

En sus palabras el evangelio de Juan alcanza su cota más elevada: el reconocimiento de Jesús como Señor y Dios. Con esta claridad sólo se había hablado en el prólogo: la Palabra de Dios (Jn 1,1). De esta forma todo el evangelio queda «incluido» entre estas dos afirmaciones o confesiones de fe. El protagonista es el Hijo de Dios, y la fe descubre esta realidad en un ser humano como nosotros. Él es la última y definitiva intervención de Dios en la historia.

Comentario al Nuevo Testamento
Felipe Fernández Ramos
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

Jesús se puso en medio», esta es una palabra llena de significado, el Resucitado está «en medio», en el centro de la vida, no se sitúa como espectador, ni se ve «desde fuera», o «desde arriba», está en el centro de nuestra vida y de nuestra historia: en el centro de nuestras heridas… en medio de nuestras alegrías y nuestras dudas… en medio de nuestras esperanzas… y de nuestras comunidades… en medio de nuestros trabajos y luchas…, ahí está Él. Está ahí para efusionarnos su Espíritu, su Paz, su Vida, es la única forma de que pasemos de la tristeza al gozo y de la muerte a la vida. Dejemos que exhale su aliento sobre nosotros ahora, hoy, en una oración profunda y receptora; dejemos que su aliento nos aliente, nos reanime y nos impulse a la vida nueva, es la sola forma de vivir una experiencia que vivencia la resurrección, que nos haga entrar en otros niveles de nuestra realidad: abramos lo dormido en el inconsciente; despertemos lo alienado por la pereza; impulsemos nuevas formas de vivir, que nada está agotado: ¡Volvamos a empezar! Instauremos con la sencillez de San Francisco de Asís la cultura del perdón, vivamos por y para esa cultura.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Paz a vosotros»
  • «Señor mío y Dios mío»
  • «Dichosos los que crean»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • Deberíamos saber reconocer en nuestras vidas «las llagas y heridas»
  • ¿Qué heridas concretas están presentes en mi entorno?
  • Cuando decimos que Jesús «está en medio»:
    • ¿Cómo está?,
    • ¿qué vivencias provoca?,
    • ¿en qué signos le reconocemos?
    • ¿Sientes la llamada de la incredulidad?
  • «Mete la mano en mis heridas»
    • ¿En quienes constatas la presencia de Cristo?
    • ¿Qué sentimientos te provoca?
    • ¿Cómo reaccionas a los retos de la resurrección?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿Qué es lo que más nos cuesta creer?
  • ¿Qué signos de la resurrección constatamos en la comunidad?
  • ¿Cuáles valoramos más?
  • ¿Cuáles nos cuesta reconocer?
  • ¿Qué retos nos plantea, hoy, la resurrección?
  • ¿Qué caminos de reconocimiento del resucitado se me están abriendo este año?
  • ¿Constatamos que «está en medio» de nosotros?
  • ¿En qué signos concretos?

Se concluye con un cántico de Pascua.

HOY EL SEÑOR RESUCITÓ

Hoy el Señor, resucitó
y de la muerte nos salvó.
Alegría y paz, hermanos,
que el Señor resucitó.
La luz de Dios, vida encontró,
la nueva vida nos llegó.
El pueblo en Él, vida encontró,
la esclavitud ya terminó.
Porque esperó, Dios le libró
y de la muerte lo sacó.
Con gozo alzad el rostro a Dios,
que de Él nos llega la salvación.
Todos cantad: aleluya;
todos gritad: aleluya.

III Domingo

1.- EL SEÑOR CAMINA CON NOSOTROS

«… Vosotros, por manos de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó… » (Hch 2, 14.22-33).
«… Tomad en serio vuestro proceder en esta vida…» (I Pe 1, 17-21).

SÍMBOLOS

  • Cirio Pascual.
  • Palabra y Pan.
  • Zapatillas de caminante.

2.- PALABRA

(Lc 24, 13-35). La experiencia en el camino convierte a los discípulos en testigos de la resurrección y les transmite la fuerza para anunciarle y testimoniarle.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; 14 iban comentando todo lo que había sucedido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 17 Él les dijo: – «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. 18 Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» 19 Él les preguntó: – «¿Qué?» Ellos le contestaron: – «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; 20 cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. 22 Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, 23 no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» 25 Entonces Jesús les dijo: – «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» 27 Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. 28 Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; 29 pero ellos le apremiaron, diciendo: – «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. 31 A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. 32 Ellos comentaron: – «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, 34 que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» 35 Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

COMENTARIO

24, 13-35. Camino de Emaús.

Este relato, exclusivo de Lucas, presenta a dos discípulos desconocidos, que han perdido la fe en Jesús por el escándalo de la cruz (Lc 24,21). Jesús se les hace el encontradizo en su camino de decepción y les explica las Escrituras. Ellos lo reconocen en el gesto de partir el pan. En el tiempo de la Iglesia, los discípulos de Jesús hemos de abandonar también la idea de un Mesías poderoso y nacionalista (Lc 24, 19.21) para creer en un Mesías que por el sufrimiento entra en la gloria (Lc 24,26).

Lucas es el único autor del Nuevo Testamento que habla explícitamente del Mesías sufriente (Lc 24,46; Hch 3,18; 17,3; 26,23). Este título como tal no se encuentra en el Antiguo Testamento ni en la literatura judía anterior al período del Nuevo Testamento. El tema se encuentra ya en Mc 8, 31-33, pero allí no aparece todavía el título del Mesías. Este relato resume y describe el camino catequético-litúrgico de la comunidad lucana. El desarrollo de la misma narración nos lo describe gráficamente (véase un relato lucano similar en Hch 8,26-40).

Los ojos de los discípulos de Emaús no podían reconocer a Jesús resucitado, estaban cerrados. Las esperanzas puestas en Jesús habían quedado frustradas. Era necesaria una «mirada» especial para reconocer al resucitado. Su fe sólo alcanzaba a ver en Jesús a un profeta de Dios. Su tristeza expresa el fracaso de sus expectativas mesiánicas. La cruz era para ellos el fin de toda esperanza. Interrogados por Jesús sobre lo ocurrido en Jerusalén, los dos personajes nos dan una síntesis de la proclamación eclesial sobre Jesús, pero sólo hasta la muerte (Lc 24,19-24).

Falta en su descripción la fe en el Señor resucitado, aunque conocen la tradición de la tumba vacía. Sólo el encuentro con el resucitado puede dar sentido al escándalo de la cruz (1 Cor 1,18-25). Sin embargo, la explicación que da Jesús de la Escritura, hace que su corazón arda nuevamente, y así pueden reconocerle al partir el pan. Las palabras con las que se describe este último gesto nos evocan la Eucaristía de la Iglesia primitiva. Con ello Lucas quiere recordar a los miembros de su comunidad que al romper el pan (Hch 2,42.46; 20,7.11) el encuentro con el resucitado era siempre posible, como les ocurrió a los discípulos de Emaús. Quiere así este relato responder también a una pregunta que se hacían los miembros de la comunidad lucana y que es todavía pertinente.

Si Jesús ha resucitado y está vivo, ¿dónde puedo encontrarlo? La respuesta de Lucas es que si Jesús no se revela hoy como el viviente es porque nuestro corazón no está plenamente abierto. Jesús camina muchas veces junto a nosotros como un desconocido (Lc 24,16; ver Mt 25,31-46), y para reconocerlo tenemos que dejarnos guiar por su palabra leída muchas veces en la celebración de la Eucaristía. Entonces se abrirán nuestros ojos y le reconoceremos (Lc 24,31).

Comentario al Nuevo Testamento
Luis F. García-Viana
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

Estamos de ida o de vuelta», pero lo importante es estar en el camino… «ir dialogando, conversando…», aún más «discutiendo» sobre aquello que nos habita, aquello que nos entristece o nos decepciona; lo importante es dialogar… comunicarnos abiertamente para que el Resucitado se instale en nuestro camino. Ellos saben todo lo que se decía en las escrituras antiguas y nosotros también lo sabemos pero con ese saber no nos basta. Necesitamos «otra presencia», otra cercanía, otra forma de argumentar…; abordar lo que sabemos de otra manera. Este «Jesús en persona…», ¿qué quiere decir? que se acerca «alterando», «interpelando», «interrogando» no sobre Jesús, sino sobre mí; sobre mi caminar, mis decepciones y mis apatías…; sobre esa forma cansina de alejarnos de los acontecimientos, de tomar distancia de aquello que puede «alterar» nuestra existencia y hacernos cambiar… «Nosotros esperábamos», nosotros también, él también esperaba de nosotros… pero nos ha desgastado la vida…, los hechos…, los acontecimientos y no hemos aprendido a leerlos en profundidad.

Necesitamos leer con el corazón: «¡Quédate con nosotros!», ¡Encántanos con tu presencia en los hechos cotidianos! Si supiéramos acercarnos unos a otros con más sensibilidad, toda la vida sería un sacramento…, un descubrimiento…, un acontecimiento salvador. Realmente Jesucristo es un artista de la vida, que nos invita a traspasar la frontera de la apariencia para entrar a vivir en la profundidad, en la sacramentalidad. Hemos de rehacer el camino, volver al lugar de los hechos, a la comunidad, al origen y descubrir el encanto de saberse amado: ahí se nos abren los ojos.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «¡Quédate con nosotros!»
  • «Ha resucitado el Señor»
  • «Él nos habla en el camino»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿Hacia dónde me encamino?
  • ¿Qué estados anímicos me habitan?
  • ¿Emano hacia los otros vida y armonía?
  • ¿De qué hablo con mis acompañantes en el camino?
  • ¿Comparto esperanzas, preocupaciones y proyectos?
  • ¿Cómo me sitúo junto a los caminantes, con los caminantes o vamos cada uno en lo nuestro?
  • ¿Pongo de manifiesto a los demás las presencias del resucitado?, ¿dejo que se manifieste en mis hechos?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿Aceptamos como don la compañía de los otros?
  • ¿Qué virtualidades nos reporta la comunidad?
  • «Nosotros esperábamos», ¿cómo hacer posibles las esperanzas de los demás? ¿
  • Con qué aportaciones haremos «arder» el corazón de los que nos acompañan?
  • ¿Cuándo hemos sentido que ardía nuestro corazón en algunos hechos, acontecimientos, textos…?
  • «Me quedo con vosotros», ¿damos importancia al clima, ambiente, alegría…?, ¿da ganas de vivir entre nosotros?
  • ¿Cómo producir entre nosotros signos de esperanza?

Terminamos haciendo una oración a Dios y enviando un mensaje de esperanza y alegría.

IV Domingo

1.- EL PASTOR, LA VOZ DE LA LIBERTAD

«… Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos…? » (Hch 2, 14.36-41).
«… Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios….» (I Pe 2, 20-25).

SÍMBOLOS

  • Cayado, bastón.
  • Cruz.
  • Eslogan vocacional.

2.- PALABRA

(Jn 10, 1-10). Israel esperaba al Pastor-Mesías prometido por los profetas. Jesús se identifica con el Pastor prometido, el que guía por caminos de justicia y verdad. No busca su propio interés, sino que entrega su propia vida. Así inaugura una nueva vida de servicio.

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 10, 1-10)

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. 4 Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; 5 a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» 6 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. 7 Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que han venido antes de mí eran ladrones y bandidos, pero las ovejas no los escucharon. 9 Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. 10 El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

COMENTARIO

10, 1-6 El pastor y el rebaño.

Este relato se une con el capítulo anterior como un comentario necesario y excepcional del mismo. Así lo exige el tema del juicio que es el denominador común de toda la sección. Se trata en Jn 9 y sigue en éste. Son llamados a juicio, y condenados por su mala gestión, los dirigentes espirituales del pueblo de Dios. Es claro que Jesús sigue teniendo delante a los mismos interlocutores: los fariseos (Jn 9,40 y 10,6 s).

En Jn 10,19 son llamados los judíos. Ambas designaciones son intercambiables en este evangelio. Designan a los dirigentes del pueblo, que proceden del judaísmo fariseo. Finalmente, el diálogo-monólogo anterior contiene germinalmente y adelanta el tema que se desarrolla en esta sección: los fariseos, los falsos pastores, han excomulgado y echado fuera al ciego (Jn 9,34). En clara e intencionada contraposición con el buen pastor, los dirigentes judíos de la época, el judaísmo fariseo, es fustigado durísimamente por Jesús. En relación con el rebaño que debían apacentar son ladrones y salteadores (Jn 10,1b.8); son extraños, a los que no conocen ni siguen las ovejas (Jn 10,5); son gente que roba, mata y destruye (Jn 10,10); son asalariados irresponsables (Jn 10,12s).

Por el contrario, Jesús, el buen pastor, busca la oveja perdida, la encuentra y la acoge (Jn 9,35). 10,7-21 Jesús, el buen pastor. El contraste tan violento que acabamos de ver nos es descrito mediante dos parábolas: la del pastor (Jn 10,1-6) y la de la puerta (Jn 10,7-9). Se trata, en parte, de parábolas y, en parte, de alegorías. En realidad habría que hablar de un discurso simbólico en el que, junto al simbolismo aparece el lenguaje directo. En ellas se expone la distinta relación existente entre los fariseos y la gente a la que gobiernan, por un lado, y entre Jesús y los creyentes, por otro. Se pone de manifiesto la seguridad de las ovejas gracias a su pertenencia a Jesús (el redil) y su acceso seguro a la salud (la puerta). Jesús no explota a sus ovejas, está a su servicio, da su vida por ellas, las conoce individualmente con un conocimiento amoroso. Literalmente hablando este discurso simbólico está construido con materiales procedentes del Antiguo Testamento.

En particular se halla presente y subyacente Ez 34 y 37,16ss, donde se encuentra la llave para la comprensión de la metáfora del pastor y del rebaño. Su contenido esencial se centra en que los dirigentes de Israel son falsos pastores. Precisamente por eso son destituidos por el Señor mismo de su ministerio. En su lugar él mismo buscará y cuidará a su rebaño; y pondrá al frente del mismo a un pastor-Mesías de la línea de David. Él librará a su rebaño de todo mal. Así es como lo presenta Ezequiel en la gran visión profética que nos ofrece en Ez 34. La descripción que nos ofrece el evangelio de Juan sobre Jesús como buen pastor pretende afirmar que la promesa de Dios, anunciada por Ezequiel, se cumple en él. El buen pastor es Dios encarnado: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré (Ez 34,11); es él quien da su vida por las ovejas, para que éstas tengan la plenitud de la vida (Jn 10,10). El parabolista acentúa como característica del pastor «ideal», de «el bueno», el poner la vida. Así se expresa el texto griego. Una fórmula que nunca tiene el sentido de entregarla a la muerte. Si el pastor muriera las ovejas correrían la misma suerte. Quedarían expuestas al peligro mortal del lobo o de otros animales rapaces. Poner la vida significa exponerla, arriesgarla, para defender a aquellos que están sometidos a un peligro mortal. Es «jugarse la vida» para liberar de la muerte a aquellos que están amenazados por ella. Como hizo David que, como pastor «ideal» puso en peligro su vida para defender a las ovejas de su padre (1 Sm 17,34-35).

Aducimos el ejemplo de David porque es una figura mesiánica. Se convierte, en la pluma del evangelista, en el símbolo más claro de Jesús. A esta estructura fundamental subyacente hay que añadir el comentario que hizo de ella la tradición común cristiana. Jesús compara a la gente que le sigue con las ovejas que no tienen pastor (Mc 6,34) o a as que les ha sido quitado el que tenían (Mc 14,27). Mateo y Lucas nos cuentan la parábola de la oveja perdida (Mt 18,12-14). La primera carta de Pedro interpreta la imagen con profundidad y belleza singulares (1 Pe 2,25): Cristo como nuestro pastor y guardián.

Comentario al Nuevo Testamento
Felipe Fernández Ramos
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

Yo soy la puerta» (v.1.2.7. y 9) elemento central de esta perícopa y de la alegoría desarrollada por Juan. Cada puerta, toda puerta tiene un doble movimiento, abrirse y cerrarse. Esta puerta, Cristo, afirma que es «puerta de exclusión» para ladrones y salteadores; también «puerta de acceso» para los verdaderos pastores.

Puerta cerrada para quien busca la propia gloria (v.10), para quien busca el propio interés. Puerta abierta para todo el que quiera darse, buscando el sustento y la vida que para eso se es «pastor».

Puerta que da a un espacio de libertad, que más que espacio es un estado interior de libertad que nos permite entrar y salir (v.9) y encontrar alimentos. La relación con el pastor es de libertad, de seguridad y de confianza, es una relación vital (v.10), él nos conoce por nuestro nombre (v.3) y nosotros le conocemos y oímos la voz del pastor.

El pastor garantiza el movimiento de las ovejas: las saca fuera (v.4), «camina delante de ellas» y las ovejas le siguen (v.4); es importante «conocer la voz», no confundirla con otras voces que se pueden oir o escuchar en el entorno. Se diría que me estas invitando, Señor, a un nuevo éxodo, a «salir», a caminar por un «nuevo camino» de liberación continua, a caminar siguiendo sus pasos a fin de tener «vida en abundancia» (v.10).

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «El Señor es mi pastor»
  • «Yo soy la puerta»
  • «Yo he venido para dar vida»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • El Pastor nos ha llamado, nos ha abierto la puerta, nos ha nombrado… ¿oímos su voz hoy?
  • El Pastor nos ha mirado, se ha fijado en mí, me ha vocacionado… ¿cómo estoy respondiendo desde mi situación?
  • El Pastor nos hace salir… ¿tienes conciencia de cuánto vales y cuánto eres?
  • Si el Pastor te ha llamado es porque te ama y te quiere: ¿para qué, para quien, a quien te entregas?
  • ¿Dónde eres «buena noticia» del Pastor?
  • ¿Qué pobres se alegran de conocerte y de tenerte a su lado?
  • ¿Para quién eres luz y signo de libertad?
  • ¿Cómo promueves en tu entorno la misericordia?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿Qué proyecto misionero tenemos entre manos?
  • ¿Tenemos claro el servicio misionero dentro de la comunidad?
  • ¿Cómo vivimos el amor pastoral entre nosotros?
  • ¿Nos servimos, acogemos y dialogamos con amor?
  • ¿Fortalecemos cada día la escucha pastoral entre nosotros?
  • ¿Existe relación entre la pastoral hacia fuera y el servicio pastoral hacia dentro?

Concluimos con el Salmo 22

«El Señor es mi Pastor»

El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tu vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

V Domingo

1.- UNIDOS A ÉL EN EL AMOR

«… Crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe. » (Hch 6, 1-7). » … Vosotros sois una raza elegida…., un pueblo adquirido por Dios… » (I Pe 2, 4-9).

SÍMBOLOS

  • Icono de Cristo Salvador Evangelios.
  • Cartel de Cáritas = servicios.

2.- PALABRA

(Jn 14, 1-12). Juan nos brinda la afirmación fundamental de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Conocerle equivale a «ver al Padre». El Dios invisible se nos hace asequible en Jesucristo, que es camino hacia Él.

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 14, 1-12)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? 3 Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. 4 Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» 5 Tomás le dice: – «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» 6 Jesús le responde: – «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. 7 Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» 8 Felipe le dice: – «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» 9 Jesús le replica: – «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ¿“Muéstranos al Padre”? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. 11 Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. 12 Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

COMENTARIO

14, 1-14 Partida de Jesús.

El tema del discurso -presentado en forma de inclusión en Jn 14, 1.27: no se turbe vuestro corazón- gira en torno a dos verbos: «me voy» y «vuelvo». El «me voy» indica el «lugar» hacia el que va (Jn 14,1-17) y el «camino» para llegar a él: Jesús es el camino para llegar al Padre. El «vuelvo» (Jn 14,18-27) se refiere a la pascua. La pascua condena y supera la orfandad de los discípulos. En una especie de conclusión (Jn 14,28-31) se resumen los grandes temas: partida y retorno de Jesús; la fe y el amor y la relación entre el Padre y el Hijo. Esto, a su vez, hace que aparezca un tema nuevo: el de la alegría. Dentro de esta estructura y contenido fundamentales deben destacarse también estos otros aspectos: La necesidad de creer en Jesús. Sólo así se puede entender que su partida sea para el bien de los discípulos. Jesús es el único camino hacia el Padre; es todo lo que el hombre necesita para la salvación. La aclaración sobre el lugar al que Jesús se dirige. Jesús va a la casa del Padre.

Como representación «espacial» de la vida, del reino, aparece por primera vez en todo el Nuevo Testamento. La explicación de las representaciones mencionadas. En la muerte y resurrección de Jesús, en lugar de acentuarse su valor y significado salvíficos, se pone de relieve el aspecto de su ida al Padre a preparar el lugar para los discípulos. Una vez lograda dicha finalidad, Jesús vuelve para tomar consigo a los discípulos (Mt 24,40s); el tiempo salvífico es el de la unión con Jesús en las moradas… En lugar de la fe se pone de relieve la esperanza. La continuación de la obra de Jesús en la acción de los discípulos. Porque creen en él, harán incluso obra mayores que las suyas (Jn 14,12). Ellos seguirán predicando y anunciando la conversión para que otros tengan también la oportunidad de vivir en las moradas celestes. Puesto que Jesús va al Padre, los discípulos ampliarán, «harán mayores obras», la obra de Jesús a lo largo del tiempo. El poder intercesor de Jesús por su presencia ante el Padre (Jn 14,13).

Las preguntas de los discípulos (Jn 14,5.8.22) son funcionales y cargadas de intención: no expresan la ignorancia de quien las hace, sino la necesidad que todo el mundo tiene de escuchar la respuesta de Jesús, que ellas provocan. A la pregunta de Tomás responde Jesús presentándose como el camino, la verdad y la vida. Evidentemente una persona no es un camino, pero sí puede ser el medio para llegar a otra. Esto es lo que significa la autopresentación de Jesús: él es el medio único para llegar al Padre. La respuesta dada a Felipe alude a todos aquellos que se consideran a sí mismo como reveladores o manifestadores de Dios. El caso más claro, que subyace a la pregunta de Felipe, era el de Simón el mago (Hch 8,9ss). Frente a todos ellos se afirma que el único revelador de Dios es Jesús. En la pregunta de Judas se halla latente el deseo de todo cristiano: que Jesús haga una demostración inequívoca de su poder. Y que lo haga no sólo dentro de la comunidad, sino en el mundo. La respuesta de Jesús purifica estos deseos tan bien intencionados como equivocados: para el Revelador lo importante es la fe, guardar su palabra; dentro de ello no entra el esperar demostraciones ostentosas.

Comentario al Nuevo Testamento
Felipe Fernández Ramos
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí» (v.1). Estamos, después del Buen Pastor, ante los «servicios ministeriales» en la comunidad. Es una tarea participada del Pastor, un servicio en la Comunidad. «Que no tiemble vuestro corazón»; como se nos hace cercano, sensible, afectuoso cuando nos encomienda una tarea…, «creed en mí y en el Padre», esta es la clave de todo servicio… saber y creer que estamos sirviendo y visualizando el amor que es Dios. «En la casa de mi Padre» (v.2); la casa es una figura del Padre en quien cada uno encontraremos la plenitud, la medida, el espacio adecuado para la felicidad personal… La forma de llegar a esta plenitud = casa es Jesucristo, camino, verdad y vida en plenitud… Tomás tiene necesidad de indicaciones geográficas precisas… Nosotros, a veces, también nos encontramos con estos interrogantes concretos, estamos anclados en razonamientos y lejos de la sabiduría de la fe donde todo se vuelve luminoso, alumbrado por Jesucristo muerto y resucitado. Felipe quiere un golpe de efecto: «muéstranos al Padre y nos basta» (v.8). Jesús hace comprender a Tomás y Felipe, a todos nosotros, que la clave está en una mirada iluminada por la fe, es lo único que permite superar las apariencias, entrever en Él, tanto el camino, la verdad y la vida del Padre. No necesitamos visiones, necesitamos una fe que supere las apariencias. Necesitamos creer más allá de la eficacia de las obras; en todo obrar amoroso se manifiesta la obra de Dios: servicio ministerial.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Yo soy el camino»
  • «Yo soy la verdad»
  • «Yo soy la vida»
  • «Señor, muéstranos al Padre»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿Andamos despistados, desorientados como Tomás?
  • ¿Está bien perfilado mi servicio en la comunidad y en la Iglesia?
  • Los pasos que doy en mí caminar, ¿los hago siguiendo de cerca a Jesucristo?
  • La verdad y la vida que estoy viviendo, ¿están profundamente ancladas en el evangelio?
  • El camino que nos muestra Jesús es su persona: vivir en Él y por Él.
    • ¿Le tengo como referencia permanente?
    • ¿Le tengo como verdad permanente ante quien todo se vuelve relativo?
    • ¿Soy un comunicador y promocionador de la vida?
    • ¿En mis palabras y acciones motivo la vida o el desencanto, la decepción y la muerte?
    • ¿Cómo sirvo en la comunidad la alegría y la expansión del Dios de la vida.

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿Cómo vivimos la «diaconía», el servicio permanente entre nosotros, hacia adentro?
  • ¿Qué dificultades encontramos?
  • ¿Qué alegrías y satisfacciones nos reporta?
  • ¿Somos flexibles en los servicios y creativos en su expresión?
  • ¿La comunidad tiene un proyecto ministerial, de servicio en la comunidad parroquial?
  • ¿Colaboramos todos responsablemente o son acciones personales?
  • ¿Es la comunidad la que testimonia, evangeliza y sostiene los ministerios o la iniciativa personal?

Finalizamos orando juntos con el Credo, «símbolo de los apóstoles».

VI Domingo

1.- LA FUERZA DE UNA PROMESA

«… La ciudad se llenó de alegría… » (Hch 8, 5-8.14-17).
«… para dar razón de vuestra esperanza…; pero con mansedumbre y respeto… » (I Pe 3, 15-18).

SÍMBOLOS

  • Símbolo del Espíritu.

2.- PALABRA

(Jn 14, 15-21). Jesús se despide y tranquiliza a sus discípulos prometiéndole su Espíritu…; una nueva forma de estar con ellos y con quienes guarden sus mandamientos.

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 14, 15-21)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – « Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16 Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, 17 el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. 18 No os dejaré huérfanos, volveré. 19 Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. 20 Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. 21 El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él. »

COMENTARIO

La presencia de Dios en la comunidad cristiana y en cada miembro, tal como la describe Jesús en este pasaje, cambia el concepto antiguo de Dios y la relación del hombre con él. Se concebía, de hecho, a Dios como una realidad exterior al hombre y distante de él; la relación con Dios se establecía a través de mediaciones, de las cuales la primera era la Ley, de cuya observancia dependía su favor. Dios reclamaba al hombre para sí; éste aparecía ante él como siervo. El mundo quedaba en la esfera de lo profano, había que salir de ella para entrar en la de lo sacro, donde Dios se encontraba. Se establecía así una división entre dos mundos; la creación, obra de Dios, carecía de dignidad ante él.

El hombre había de renunciar a sí mismo en cierta manera, para afirmar a Dios Soberano. En la exposición que hace Jesús se describe la venida del Espíritu, de Jesús y del Padre; con esta imagen espacial significa el cambio de relación entre Dios y el hombre. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad, la misma realidad humana se hace santuario de Dios. De esta manera Dios «sacraliza» al hombre (Espíritu Santo) y, a través de él, a toda la creación. No hay ya, pues, ámbitos sagrados donde Dios se manifieste fuera del hombre mismo. Esta «sacralización» produce, al mismo tiempo, una «desacralización», suprimiendo toda mediación de «lo sagrado» exterior al hombre. El Padre, por tanto, no es ya un Dios lejano, sino el que se acerca al hombre y vive con él, formando comunidad con los hombres, objeto de su amor.

Buscar a Dios no exige ir a encontrarlo fuera de uno mismo, sino dejarse encontrar por él, descubrir y aceptar su presencia por una relación, que ya no es de siervo-señor, sino la de Padre-hijo. Esta nueva relación del hombre con Dios implica su nueva relación con el hombre. Su modelo está en Jesús, al cual se asimila el creyente. Dios revela su presencia y establece su comunión en la comunión con el hombre. En el don de sí a los demás se verifica el encuentro con el Padre. La presencia de Dios en el hombre no es estática; es la de su Espíritu, su dinamismo de amor y vida, que hace al hombre «espíritu» como él, haciéndolo participar de su propio amor.

El Evangelio de Juan
J. Mateos – J. Barreto

3.- RESUENA LA PALABRA

He aquí la gran promesa de Jesús: «vosotros me veréis y viviréis (v.19). La visión y la vida estrechamente vinculadas. Quién ve a Jesús, vive; esto nos exige una profunda operación pedagógica y espiritual, nos exige mirar a las criaturas en profundidad, superar el mundo de las apariencias y alimentarnos con una mirada de fe. S. Ireneo ya lo expresó: «la gloria de Dios es que el hombre viva, la vida del hombre es la visión de Dios». Estamos invitados a una vida participativa con Dios en cada criatura. Participar en la vida del Cristo resucitado supone llevar una «vida según el Espíritu que es quien da vida», estar abierto a Él, dejar que viva y habite en nosotros para que podamos ver y vivir. Esta mirada interna de Cristo, esta vida profunda que el Espíritu suscita en cada uno de nosotros se proyecta también hacia fuera; ella nos permite verle en los demás, en los acontecimientos, en los signos de la vida y en la vida de la creación. En todo, el Espíritu nos descubrirá la presencia de Cristo, la realidad y la figura de Cristo, ésta es la obra del Espíritu: que descubramos un mundo cristificado, que sea alumbrado en todo.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Volveré a vosotros»
  • «Seguiréis viéndome»
  • «Yo vivo y vosotros viviréis»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿Acompañas tus palabras con signos coherentes?
  • ¿Qué signos son los más necesarios, hoy, para tu entorno?
  • ¿Qué signos son los que más me afectan de cuantos se dan en mi entorno?
  • ¿Qué presencias son hoy significativas para nuestra vida?
  • ¿Dónde encuentras hoy a Cristo?, ¿en quiénes?, ¿qué actitudes te lo evocan?
  • ¿Qué efectos producen en ti el encuentro o evocación de Cristo presente en la vida?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • Compartimos nuestras experiencias de encuentro con el Señor. ¿Qué presencias nos llenan de alegría?, ¿nos motivan la libertad?, ¿nos empujan a amar?
  • ¿Transmitimos la alegría y el consuelo del Espíritu?

Podemos concluir orando anticipadamente la secuencia del día de Pentecostés.

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito; s
alva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

Ascensión del Señor

1.- EL FINAL: ESTAR CON CRISTO

«… Lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista… » (Hch 1, 1-11). » … Resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo… » (Ef 1, 17-23).

SÍMBOLOS

  • Cirio pascual y velas encendidas
  • Leccionario.
  • Cirio pascual y lamparitas.

2.- PALABRA (Mt 28, 16-20).

El acontecimiento de la ascensión de Cristo, Señor, es manifestado con el envío a dar testimonio, a resucitar, bautizar y consagrar en todo el mundo.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 28, 16-20)

Los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. 17 Al verle, le adoraron: ellos que habían dudado. 18 Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: – Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo y la tierra. 19 Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, 20 enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.

COMENTARIO

Este pasaje, colocado al final a modo de resumen, es clave para entender bien el resto del evangelio. En él tiene lugar la manifestación de Jesús resucitado, que confía a sus discípulos el encargo de congregar a todos los pueblos y hacerlos discípulos suyos. Los discípulos, siguiendo la indicación de Jesús (Mt 26 32), renovada ahora a través del testimonio de las mujeres (Mt 28 7.10), se dirigen a Galilea. Es significativa la ausencia de Judas: ahora son sólo los once discípulos. También es significativo el escenario en el que Jesús los ha citado: en Galilea, es decir, allí donde él comenzó su misión anunciando el reino de Dios con signos y palabras (Mt 4 12-17).

El encuentro tiene lugar en un monte, que es el lugar de la manifestación de Dios. Jesús va a manifestar su gloria a los discípulos y a encargarles que continúen su misión. En este encuentro final Jesús acoge y perdona a sus discípulos. Ellos han vacilado y le han abandonado (Mt 26 56). A lo largo de todo el evangelio han aparecido como hombres de una fe vacilante (Mt 6 30; 8 26; 14 31; 16 8); su actitud está bien resumida en la de Pedro, que vacila ante las dificultades y se hunde en el lago (véase comentario a Mt 14 28-31 y 16 21-28). Sin embargo, en este último encuentro, pasado ya el trance de la pasión, los discípulos le reconocen como su único Señor y le adoran.

Las palabras que Jesús les dirige ahora son, en primer lugar, una revelación del misterio de su persona. Él es el Señor resucitado, que posee plena autoridad sobre cielo y tierra; es el maestro, a cuyas enseñanzas han de remitirse siempre sus discípulos; es el Dios-con-nosotros, que acompaña siempre a la iglesia en su misión. Este Jesús, a quien los discípulos adoran y conocen ahora en profundidad, es el que les encarga la tarea de hacer discípulos a todos los pueblos. Su misión es ahora más universal que la que les había encomendado cuando aún estaba con ellos (véase comentario a Mt 10 5-15). La buena noticia debe llegar a todos para que todos puedan experimentar la alegría de vivir en la cercanía de un Dios, que es Padre.

El encargo de Jesús resume las dos fases de la iniciación cristiana, tal como se vivía en la iglesia de Mateo. La primera era la enseñanza. Su contenido eran las palabras de Jesús, que el evangelista ha recogido y ordenado en cinco grandes discursos: el auténtico discípulo deben aprender a ponerlas en práctica (Mt 7 21-27). La segunda fase era el bautismo, que sellaba la íntima vinculación del discípulo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No es casual que el evangelio termine con un envío misionero. La iglesia de Jesús es esencialmente una comunidad misionera. Las palabras del Señor resucitado: poneos en camino, la invitan a salir constantemente de sí misma, para abrirse a un nuevo horizonte: el de todos los hombres que no conocen el gozo de sentirse hijos de Dios y hermanos entre sí.

El Mensaje del Nuevo Testamento
S. Guijarro
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

Comienza una nueva etapa: «…Poneos en camino…» (v.19); «…haced discípulos…, bautizadlos, consagrarlos, enseñándoles a poner por obra lo que os he mandado…» (v.19-20) Ya no es Jesús que actúa, es un encargo de urgencia que nos deja: actuar conmigo… «Yo estoy con vosotros todos los días…» (v.20). Celebramos la partida de la Iglesia, del discipulado, en misión con el Maestro presente de otro modo: Será preciso descubrir nuevos itinerarios. Es necesario reinventar nuevas formas de vivir la fe. Es urgente encontrar un lenguaje adaptado a la nueva situación. «Dios está con nosotros» como se ha dicho a lo largo del evangelio; ahora se ha de decir también «Dios está con vosotros», está en medio de nuestro mundo y no le descubrimos, ha ascendido al mundo a ser lugar de su presencia, espacio sagrado donde se revela, actúa y consagra. «…pleno poder en el cielo y en la tierra…; haced discípulos… de todos los pueblos…, poned por obra todo…» (v.19-20).

Nos urge a un nuevo éxodo por todo el mundo, una nueva partida para construir un nuevo pueblo; con «una nueva presencia»: Jesucristo resucitado. Se trata de dar intensidad y transparencia evangélica a la propia existencia. Nadie en ninguna edad o situación nos podemos sentir dispensados de este encargo esencial de nuestra fe. Busquemos a otros…, descubramos valores…, en cualquier sitio y situación… ahí está Él en la persona, en el rostro, desvelándonos el nuevo cielo y la nueva tierra donde está presente.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Ponte en camino»
  • «Yo estoy con vosotros»
  • «Consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿Me vivo en camino, en búsqueda de nuevas presencias del Resucitado?
  • ¿Qué presencias son hoy significativas para ti?
  • ¿A dónde te encaminas para encontrar nuevos rostros del resucitado?
  • ¿En qué espacios de misión estás trabajando? ¿Con qué lenguajes expresas la nueva situación eclesial?
  • «Yo estoy con vosotros» ¿Esto es un genérico o un concreto que se realiza en nuestra comunidad?
  • ¿La vida de comunidad te «asciende» o te «hunde»?
  • ¿Descubres la fuerza ascendente de vivir en común?
  • ¿Tenemos una misión común?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • Compartimos las alegrías de vivir juntos.
  • Compartimos los valores que nos aporta la vida comunitaria: Valores que concretan las personas en su cercanía diaria.
  • Agradecimientos a personas concretas por ser como son.

Terminamos con una oración de agradecimiento a Dios por «estar entre y en nosotros».

Pentecostés

1.- UN DON PARA TODOS

«… Al oir el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma » (Hch 2, 1-11).
«… En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común… » (1 Cor 12, 3-7. 12-13).

SÍMBOLOS

  • Candelabro con siete velas Siete lámparas = siete dones.
  • Santo crisma = fortaleza y alegría.
  • Semillas y sal.

2.- PALABRA

(Jn 20, 19-23). La presencia prometida viene a los suyos por medio del Espíritu que les impulsa a llevar a todos el mensaje de salvación y el perdón.

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 20, 19-23)

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: – «Paz a vosotros.» 20 Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió: – «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» 22 Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: – «Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

COMENTARIO

La comunidad cristiana se constituye alrededor de Jesús vivo y presente, crucificado y resucitado. Él está en su centro otorgándole confianza y seguridad al mostrarle los signos de su victoria sobre la muerte. Su presencia es activa; de él, que se ha entregado por los hombres, brota la fuerza de vida que anima a la comunidad en su misión. Esta, como la de Jesús, es la actividad liberadora del hombre, hasta la entrega total. La comunidad, alternativa que Jesús ofrece, da testimonio ante el mundo de la realidad del amor del Padre. La aceptación o rechazo de este amor es para ella criterio de discernimiento y hace resonar dentro del hombre mismo su propia liberación o su propia sentencia.

El Evangelio de Juan

J. Mateos – J. Barreto

20,19-23 Apariciones a los discípulos.

El presente relato está pensado desde el cumplimiento de la promesa de Jesús. He aquí la dialéctica entre promesa y cumplimiento. Jesús había dicho: volveré a estar con vosotros (Jn 14,18); el evangelista constata: se presentó en medio de ellos (Jn 20,19). Jesús había prometido: dentro de poco volveréis a verme (Jn 16,16ss); el evangelista afirma: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor (Jn 20,20). Jesús anunció: os enviaré el Espíritu (Jn 14,26; 15,26; 16,7ss), y tendréis paz ( Jn 16,33); el evangelista recoge las palabras de Jesús: la paz con vosotros… y recibid el Espíritu Santo (Jn 20,21ss). Jesús afirmó: voy al Padre (Jn 14,12) y el evangelista se encarga de recoger otras palabras de Jesús que significan el cumplimiento de lo que había prometido: voy a mi Padre, que es también vuestro Padre (Jn 20,17). En los discípulos de Jesús no solamente no existía predisposición alguna para aceptar la resurrección -se ha dicho muchas veces que el deseo ferviente de volver a ver a Jesús les había hecho caer en la alucinación de verle, inventando todo lo relativo a las apariciones- sino que estaban predispuestos para lo contrario. Como hijos de su tiempo creían únicamente en la resurrección del último día. Así lo expresa María cuando Jesús habla de la resurrección de Lázaro (Jn 11,24). Cuando se les anuncia que Jesús vive ni siquiera se entusiasman.

El relato sobre la Magdalena no puede ser más significativo ante el sepulcro vacío, lo único que se le ocurre pensar es en el robo (Jn 20,2. 13.15). Una vez convencida de la resurrección gracias al encuentro personal con el Resucitado, se lo anunció a los que habían vivido con él. ¿Resucitado? No la creyeron (Mc 16,11). En los de Emaús, la «esperanza» en la resurrección se manifiesta en su decisión de abandonar aquel asunto e irse a sus casas (Lc 24,22ss). Y cuando comunicaron a los demás su experiencia, el resultado fue el mismo: ni aun a estos creyeron (Mc 16,13). Su escepticismo en este tema era lógico. La increencia o no aceptación de la resurrección de Jesús por parte de sus discípulos tiene buenas razones que la justifiquen.

Es un acontecimiento que escapa al control humano; rompe el molde de lo estrictamente histórico y se sitúa en el plano de lo suprahistórico; no pueden aducirse pruebas que nos lleven a la evidencia racional. De ahí los argumentos tan distintos a los que emplea nuestra lógica. ¿Quién puede aceptar el testimonio de un joven, sentado a la derecha, que vestía una túnica blanca dado a las mujeres en el sepulcro (Mc 16,5), que en relato de Mateo se convierte en un ángel (Mt 28,5)? ¿Es más verosímil el relato de Lucas que habla de dos hombres se presentaron ante ellas con vestidos deslumbrantes (Lc 24,4) o el de Juan que convierte a esos dos hombres en ángeles (Jn 20,12)? ¿Quién de los cuatro tiene la razón? Todos y ninguno. Todos porque los cuatro afirman que la resurrección de Jesús es aceptable únicamente desde la revelación sobrenatural. Tanto los vestidos blancos como los ángeles hacen referencia al mundo de lo divino. La única diferencia es que Lucas y Juan duplican los testigos porque trabajan más con la categoría del testimonio y para que éste fuese válido se requería que, al menos, fuesen dos. Ninguno, porque las cosas no ocurrieron así. Estamos en el mundo de la representación.

Comentario al Nuevo Testamento
Felipe Fernández Ramos
Casa de la Biblia.

3.- RESUENA LA PALABRA

Se llenaron todos de Espíritu Santo…» Tengamos el coraje, al menos una vez, de dejarnos habitar por el «viento»…, «un viento recio», por el «fuego…», dejemos que nos habiten y tengamos la libertad de no encontrarlos; hagamos la prueba de acogerlos como elementos de turbación, de inspiración, de desbarajuste de toda norma establecida, de desaparición de programas, de portadores de cosas jamás vistas, oídas o experimentadas. Dejemos que entren en nuestra existencia con fuerza y no nos refugiemos o escondamos en lso esquemas de «siempre… se ha hecho así». El fuego que se enciende dentro no es decorativo, es acrisolador, su acción devastadora no deja nada, quema hasta los recuerdos… más queridos. La «nueva creación» nace de un colosal incendio, incontenible incendio. El Espíritu viene a encender una pasión fuerte, obsesiva, abrasante; ¿qué diríais si os sorprendierais enamorados?, ¿si en vuestros labios floreciesen palabras de amor para los próximos?

Salgamos fuera al descubierto, a la intemperie y dejemos que la alegría de vivir y el fuego de amor embriaguen y perfumen los lugares donde existimos. Sonriamos a los otros, dejemos que vibre y estremezca la emoción, que haya una con-moción, un gesto espontáneo en nuestro entorno que alguien se sienta querido, amado y aceptado más allá de su pensamiento, sólo por ser la imagen de aquel que nos enciende. Dejemos que la variedad de dones de Aquel que nos mueve, nos enciende y nos ama se expresen en su prodigalidad y se distribuyan sin pedir autorización. El viento y el fuego se divierten, sirviéndose de nosotros como instrumentos gozosos de la vida. Son incontrolables, imprevisibles, no programables…, son el Espíritu de Dios.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Paz a vosotros»
  • «Recibid el Espíritu Santo»
  • «Yo os envío»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • Mira tu pasado y presente. Reconoce los momentos que se parecen a Pentecostés.
  • Hechos que te han impulsado al amor.
  • Sentimientos que te han motivado a actuar.
  • Presencias que te han provocado nuevos impulsos de vida.
  • Mira tu entorno. Reconoce al Espíritu actuando… vivo en las personas, en los acontecimientos, en la vida cotidiana.
  • ¿Qué se está renovando en tu entorno? ¿Quién está viviendo ocultamente, secretamente entre vosotros?
  • ¿Cómo está actuando el Espíritu?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

Ponemos en común la vida del Espíritu en la comunidad: Lo que nos alienta en momentos difíciles. Aquello que nos motiva cuando estamos fatigados. La persona que está presente y con quien siempre contamos. Ponemos en común los dones que recibimos de fuera de la comunidad. Las aportaciones, motivaciones, sugerencias, todo cuanto nos ayuda a crecer. Reflexionamos sobre la multitud de dones que llegan a nosotros a través de nuestra familia, amigos, conocidos, etc.

Terminamos orando juntos la Secuencia del Espíritu Santo.

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.