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Cuaresma – Ciclo A

La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma). 

El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). (…) Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal. El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. (…) Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín. El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz». Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida…

¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él.

La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza. El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

Mensaje para la Cuaresma de S.S. Benedicto XVI

Miércoles de ceniza

1.- CONVIERTETE Y CREE

Ponte en camino hacia la Pascua con una vida renovada.
«… Rasgad los corazones, no las vestiduras » (Joel 2, 12-18)
La penitencia es conversión del corazón.
Convertirse es volver a Dios con ánimo firme y sincero.
«… Dejaos reconciliar con Dios. » (2 Cor 5, 20 – 6, 2)
Es ahora el tiempo favorable, es el tiempo de gracia y salvación.

SÍMBOLOS

  • Bandeja con ceniza.
  • Plato vacío, símbolo del Ayuno.
  • Luz pequeña, símbolo de la Oración.
  • Manos abiertas, símbolo de la Limosna.

2.- PALABRA (Mt 6, 1-6. 16-18).

Jesús enseña a sus discípulos como ha de ser su estilo de vida y describe tres dimensiones: la relación con Dios, la oración; la relación con el prójimo, la limosna; y la relación con uno mismo, el ayuno.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 6, 1-6. 16-18)

  • Limosna (6, 1-4)
  • Oración (6, 5-15)
  • Ayuno (6, 16-18)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No hagáis el bien sólo para que os vean los hombres, porque entonces vuestro Padre celestial no os recompensará. 2 Por eso, cuando des limosna, no vayas pregonándolo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que les alaben los hombres. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. 3 Tú cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. 4 Así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. 5 Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. 6 Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. 16 Cuando ayunéis, no andéis cariacontecidos como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que la gente vea que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. 17 Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, 18 de modo que nadie note tu ayuno, excepto tu Padre, que está en lo escondido. Y tu Padre, que ve hasta lo más escondido, te premiará.

COMENTARIO

Partiendo de las tres principales obligaciones de los fariseos: limosna, oración y ayuno; Mateo da un paso adelante en su instrucción: los que viven según el reino de Dios deben cumplir la voluntad del Padre sin alardes ni ostentaciones de ninguna clase. En la primera frase se establece, como en Mt 5 17-20, el principio general.

Hacer el bien es la traducción de una expresión propia de Mateo: practicar la justicia, un término que aparece sólo en este evangelio (siete veces, cinco de las cuales en Mt 5-7: 5 6.10.20; 6 1-33) y describe el estilo de vida de los que ponen en práctica la voluntad de Dios, manifestada en las enseñanzas de Jesús. Este estilo de vida es superior al de los fariseos (Mt 5 20; 6 2.5.16), y puede acarrear a los discípulos la persecución (Mt 5 10).

La limosna, la oración y el ayuno son expresiones concretas de esta actitud más profunda, que los discípulos deben vivir por convicción, no de cara a la galería. La limosna es una obra buena recomendada en el Antiguo Testamento y practicada por los fariseos. Es probable que algunos grupos cristianos conservaran esta práctica, así como la de la oración y el ayuno. Con esta instrucción Mateo invita a su comunidad a practicar estas obras desde otra perspectiva más profunda. La oración cristiana es distinta de la que hacen los judíos y los paganos. Los judíos oran para que los vean, y los paganos se pierden en palabras.

La oración del cristiano, sin embargo, establece una relación íntima con el Padre: entra en tu habitación y cierra la puerta; en un clima de abandono y confianza en él: ya conoce vuestro Padre las necesidades que tenéis; y tiene como modelo la que Jesús les enseñó. En Lc 11 2-4 se encuentra una versión más breve, y probablemente más antigua, del Padrenuestro. Mateo recoge aquí la que se recitaba en su comunidad. Su estilo sobrio y directo contrasta con las ampulosas oraciones de aquella época, y expresa muy bien la cercanía y la confianza con que los discípulos deben dirigirse a Dios.

El ayuno era una práctica extendida entre los grupos religiosos cercanos a Jesús (Mt 9 14). Los fariseos ayunaban dos veces por semana (Lc 18 12). Jesús mismo ayunó (Mt 4 12), y recomendaba esta práctica (Mt 17 21), que era signo de conversión y encuentro con Dios. Pero para que este ayuno sea auténtico debe hacerse con alegría, sin que nadie lo note, solamente ante Dios.

El Mensaje del Nuevo Testamento
S. Guijarro
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

La gran palabra cuaresmal es CONVERSIÓN.

Cambio del corazón, cambio radical de la persona.

Si tenemos el corazón duro, frío, de piedra y hemos de romperlo, convirtiéndolo en un corazón de carne (Ez 36, 26); si lo tenemos viejo, lánguido, perezoso… y hemos de rejuvenecerlo. Si tu corazón se ha ensuciado y necesitas purificarlo, necesitamos «agua limpia» (Ez 36, 25); o también «lejía» (Jr 2, 22; Ml 3, 2); o quizás «fuego» (Ml 3, 2; Mt 3, 11); lo que más necesitamos es sobre todo «Espíritu» (Ez 36, 27; Mt 3, 11).

Si nuestro corazón se ha empequeñecido, se ha encogido y hecho ruin necesitamos estirarlo, hacerlo crecer y ensancharlo como el de Pablo de Tarso (2 Cor. 6, 11-13), para que quepan todos. No dejemos que se nos infle con el orgullo y los poderes…, tomemos el modelo de Jesús: humildad y servicio (Mt 11, 29; Lc 22, 27). Hagamos esta cuaresma la oración suplicante: ¡Conviérteme, Señor! ¡Haz mi corazón semejante al tuyo!

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «¡ Conviérteme, Señor !»
  • «¡ Señor, aumenta mi fe !»
  • «Purifícame, Señor.»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

Cuatro estrategias para el CAMINO Cuaresmal

  • Déjate atraer por Cristo, déjate llenar por el Espíritu. Haz el ejercicio de leer a un gran místico, o de escuchar más atentamente, o de leer los signos y discernir en ellos el Espíritu.
  • Ora: Entra en ti, silénciate, respira y permanece en Dios… déjate encender por su amor.
  • Ama: Expresa a tu entorno el amor que recibes de Dios. Acércate a ellos con misericordia; haz tuyos sus problemas. El amor no es tuyo, se te concede para los demás.
  • Cambia: Hazlo impulsado por las Bienaventuranzas…., nuestra norma de vida.

 

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

Para el CAMINO cuaresmal.

  • ¿Podríamos hacer algún compromiso común?
  • ¿Es posible dialogar sobre las cuatro estrategias propuestas?
  • Podemos abrir un «proceso penitencial», un tiempo personal de revisión de actitudes básicas a la luz de las Bienaventuranzas.
  • En el ascenso con Cristo hacia la Pascua, ¿es posible plantear la cuaresma como «los Ejercicios en la Vida» con proyectos concretos?
  • La cuaresma bien planteada es gozosamente celebrada.

Terminamos orando juntos el Padre Nuestro.

I Domingo

1.- TENTADOS PARA SER LIBRES

El relato de los orígenes nos explica el eterno problema del bien y del mal… (Gn 2, 7-9; 3, 1-7).
No hay proporción entre la culpa y el don: si por culpa de uno murieron todos… por Jesucristo, el don de Dios desbordó sobre todos… (Rom 5, 12-19).

SÍMBOLOS

  • Palabra de Dios.
  • Manzanas, símbolo de tentación.
  • Ofertas publicitarias, símbolo de tentación cotidiana.

2.- PALABRA (Mt 4, 1-11).

Jesús responde al proyecto de Dios: pasa del hombre que busca su propio querer y placer, al servidor del Reino que busca en la Palabra la fuerza para vencer el mal.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 4, 1-11)

Tentaciones en el desierto (4, 1-11)

Mc 1 12-13; Lc 4 1-13 Ex 34 28; Dt 8 3; Sal 91 11-12; Dt 6 16; 6 13; Mt 27 40-43

Entonces el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo le pusiera a prueba. 2 Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. 3 El tentador se acercó entonces y le dijo: – Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes. 4 Jesús le respondió: – Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. 5 Después el diablo le llevó a la ciudad santa, le puso en el alero del templo 6 y le dijo: – Si eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque está escrito: Dará órdenes a sus ángeles para que te lleven en brazos, y no tropiece tu pie en piedra alguna. 7 Jesús le dijo: – También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios. 8 De nuevo le llevó consigo el diablo a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo con su gloria 9 y le dijo: – Todo esto te daré, si te postras y me adoras. 10 Entonces Jesús le dijo: – Márchate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él le darás culto. 11 Entonces el diablo se alejó de él, y los ángeles llegaron y le servían.

COMENTARIO

El pasaje de las tentaciones es mucho más breve en Marcos que en Mateo y Lucas. La semejanza de estos dos últimos hace pensar que ambos lo recibieron de una fuente común, en la que aquel recuerdo breve (Mc 1 12-13) había sido ampliado con un diálogo entre Jesús y Satanás, a base de citas y referencias al Antiguo Testamento.

El relato de Mateo está muy elaborado literaria y teológicamente. Su principal interés es subrayar la obediencia de Jesús como Hijo a la voluntad de Dios, y el contraste entre el fracaso de Israel en su camino por el desierto y la victoria de Jesús. Esta elaboración tan cuidada del relato hace pensar que Mateo ha querido condensar en él las pruebas que acompañaron a Jesús a lo largo de toda su vida, y que seguían acechando a la iglesia: la alternativa entre el poder y la gloria por un lado, y la obediencia humilde a la voluntad del Padre por otro. Jesús escuchó la invitación a acreditarse por medio de signos portentosos (Mt 12 38; 16 1), y a abandonar el camino de la cruz (Mt 16 21-22), pero a lo largo de toda su vida dejó bien clara su condición de Hijo de Dios, obediente al Padre. Los primeros cristianos experimentaron también la tentación del poder y la gloria, pero también ellos optaron por el modelo de los que sólo viven para hacer la voluntad del Padre (Mt 5 3-12; 6 25-34).

Los cristianos de todas las épocas pueden ver reflejada su propia experiencia en este relato. La introducción nos sitúa en el contexto adecuado: el Espíritu de Dios es quien guía a Jesús; le lleva al desierto, que en el Antiguo Testamento es el lugar donde el pueblo de Israel experimentó la prueba y la asistencia de Dios; allí pasa Jesús cuarenta días y cuarenta noches, que recuerdan a Moisés (Ex 34 28) y a Elías (2 Re 19 8), y resumen los cuarenta años que duró el camino de Israel por el desierto. Las tres tentaciones son en realidad una sola, pues la pretensión continua de Satanás es hacer renegar a Jesús de su vocación como Hijo obediente de Dios.

En el bautismo (Mt 3 13-17) la voz del cielo había declarado solemnemente que Jesús es el Hijo, y que lo es según el modelo del siervo sufriente: ahora las palabras insidiosas del tentador ponen en tela de juicio esta afirmación y la vocación de Jesús, pidiéndole que se doblegue ante el poder y la gloria, y que utilice su condición de Hijo para someter a Dios. Venciendo la prueba Jesús aparece como el auténtico Israel. Las tres «tentaciones» recuerdan los momentos de prueba en el camino de Israel por el desierto: la petición del pan (Ex 16), el culto a los ídolos (Ex 32). Las respuestas de Jesús, con tres citas tomadas del libro del Deuteronomio (Dt 8 3; 6 16 y 6 13-15) se sitúan en el mismo contexto. Jesús ha salido victorioso de la prueba a la que sucumbió Israel, por eso puede convocar al nuevo pueblo de Dios.

El Mensaje del Nuevo Testamento
S. Guijarro
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

El Espíritu nos lleva con Jesús al desierto, lugar de la prueba, de purificación y de transformación:

Desierto lugar de la Palabra. «Un silencio en calma lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra toda poderosa se precipitó sobre la tierra» (Sb. 18, 14).

Desierto lugar recreador. «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto» (Sal 95 (94), 8).

Desierto lugar de oración y misericordia. «Muy de mañana se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí oraba» (Mc 1, 35).

Desierto experiencia de amor. «La llevaré al desierto y le hablaré al corazón» (Os. 2, 16).

Disyuntivas en el desierto:

  • En el desierto o se muere o se renace.
  • En el desierto o se enloquece o se adquiere la sabiduría.
  • En el desierto uno o se hunde en su fragilidad o alcanza el heroísmo de los mártires.
  • En el desierto cabe hacerse como roca áspera o como arena suave.
  • En el desierto el tiempo puede ser violento o pesar como un soplo.
  • En el desierto es posible experimentar la soledad más temible o llegar a confesar, sin inventarlo, que la vida está en las manos paternales de Dios.

(Vida Nueva 2.591. Pliego. Diciembre de 2007)

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Tu Palabra me da vida»
  • «Tu eres el Dios que me salva»
  • «Mi Dios y mi todo»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿En qué áreas de la vida personal he de hacer un proceso de conversión?
  • ¿En qué he de cambiar mi corazón?
  • El pecado cómo lo vivo y lo considero:
    • ¿como infidelidad a la ley?
    • ¿como falta a los compromisos?
    • ¿como alejamiento de mis opciones?
    • ¿como fracaso moral?
  • ¿Con qué medios eficaces rectificas?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿Qué es lo que me empuja al aislamiento, al egoísmo y a la exclusión?
  • ¿Qué actitudes personales repercuten en la vida de la comunidad?
  • ¿Como hacerles frente y sanearlas?
  • ¿Qué dificultades encontramos para vivir evangélicamente la cuaresma?
  • ¿Cuáles son las principales tentaciones de nuestra comunidad?
  • «Vivimos en una sociedad que hace al ser humano cada vez más egoísta, más sólo y más insatisfecho» (Juan Pablo II).

Con afecto y cercanía, terminamos orando juntos el Padre Nuestro.

II Domingo

1.- ESCUCHAR A DIOS Y VER AL HOMBRE

«Abraham marchó, como le había dicho el Señor.» (Gn 12, 1-4).
«Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te de.» (II Tim 1, 8-10).

SÍMBOLOS

  • Sagrada Escritura y Luz Cruz iluminada.
  • Sagrada Escritura.
  • Icono con la imagen de Cristo.

2.- PALABRA

(Mt 17, 1-9). La vocación cristiana consiste en escuchar y seguir a Jesús. En esta escena Jesús manifiesta la gloria del Padre junto a Moisés, la ley, y a Elías, el profetismo. En el fondo de la narración hay una llamada al seguimiento en cruz.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (Mt 17, 1-9)

Transfiguración ante los discípulos

Mc 9 2-13; Lc 9 28-36 2 Pe1 16-18; Sal 27; Dt 18 15; Mt 3 17; 12 18; Mal 3 23-24

Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó a un monte alto a solas. 2 Y se transfiguró ante ellos. Su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 En esto, vieron a Moisés y Elías que conversaban con Jesús. 4 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: – Señor, estamos muy bien aquí, si quieres hago tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 5 Aún estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió, y una voz desde la nube decía: – Este es mi Hijo amado, en quien me complazco: escuchadle. 6 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, aterrados de miedo. 7 Jesús se acercó, los tocó y les dijo: – Levantaos, no tengáis miedo. 8 Al levantar la vista no vieron a nadie más que a Jesús. 9 Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: – No contéis a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.

COMENTARIO

El relato de la transfiguración revela a los ojos de los discípulos el verdadero rostro de Jesús. Mateo reelabora el texto de Marcos subrayando algunos elementos que anticipan su manifestación gloriosa en la resurrección: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz (Mt 17 2).

Él es el Hijo del hombre que aparecerá un día revestido de gloria (Dn 10). Es la plenitud de la ley y los profetas, personificados aquí por Moisés y Elías. La voz del cielo confirma que es el Hijo amado de Dios (Is 42 1), y el profeta a quien todos deben escuchar (Dt 18 15). Esta manifestación de Jesús está relacionada con la de su bautismo (Mt 3 13-17). En ambas aparece como el siervo sufriente, cuyo destino de muerte es, en realidad, su camino hacia la resurrección (Mt 17 9).

Este relato, situado inmediatamente después del primer anuncio de la pasión, contiene también una palabra de ánimo para los discípulos, que han de seguir a Jesús por ese mismo camino de entrega y olvido de sí (Mt 16 24-28).

El Señor se acerca a ellos y les dice: Levantaos, no tengáis miedo (Mt 17 7): una palabra de ánimo para reforzar su fe vacilante, puesta en crisis ante la perspectiva de la cruz. El diálogo posterior (Mt 17 10-13) debe situarse en el contexto de la polémica que sostenían los judíos y los primeros cristianos. La tradición judía afirmaba que Elías anunciaría la llegada del Mesías, y negaban que Jesús fuera el Mesías, porque Elías no había venido. Para los cristianos Juan el bautista había encarnado el papel de Elías (véase Mt 11 14).

Los judíos no sólo no le habían reconocido como tal, sino que le habían dado muerte, y lo mismo harán con Jesús. Mateo insiste al final en la comprensión de los discípulos. La fe en Jesús y la comprensión de sus palabras son los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo en este evangelio. A través de los discípulos Mateo propone a su comunidad un modelo a seguir, para que también ellos se coloquen detrás de Jesús con un corazón abierto y una fe incondicional.

3.- RESUENA LA PALABRA

La voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado… Escuchadle» (v. 5). Sólo puedo escucharle siguiéndole, teniéndole cerca, caminando junto a Él, detrás de Él, por el mismo camino, en proximidad… Jesús es un itinerante, no tiene cátedra y sus palabras se escuchan en los caminos de lva vida…; frecuentarle suponer salir al camino…, tomar la cruz y marchar tras de Él.

Camina, si estás estancado, y aprenderás; camina y verás, camina y descubrirás el sentido de su vida y de la tuya. Si lo escuchas, te pones en camino. Y si te pones en camino tienes la posibilidad de escucharlo y de entender sus palabras. Pedro quiere pararse, estancarse, extasiarse, «estamos muy bien aquí…» (v. 4).

Pero «Jesús se acercó, los tocó y les dijo: – Levantaos…» (v. 7). Jesús nos pone en marcha, en camino, en seguimiento… «no tengáis miedo» (v. 7). El descenso del monte, la bajada, la marcha con Jesús les hace descubrir que la resurrección, la nueva vida a la que se encaminan, está lejos.

Con Él guardamos el secreto, la visión, la grandeza a la que estamos llamados y que Jesús nos ha mostrado; este anhelo nos impulsa al camino, a la escucha, al servicio en cruz y en gozo; este anhelo de comunión y de plenitud nos sostiene en el Camino hasta la Pascua.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «¡Levántate, no tengas miedo!»
  • «Este es mi Hijo amado»
  • «Escuchadle»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿Sientes la llamada al éxodo, al camino?
  • ¿De dónde partes y a dónde vas?
  • ¿Hacia dónde te encaminas?
  • ¿Hacia quién te encaminas?
  • ¿Sientes la llamada a la superación?
    • Para orar y encontrarte con Dios.
    • Para limpiar el corazón y la vida.
    • Para buscar la trascendencia.
  • ¿Haces el ejercicio de la Escucha en la vida cotidiana?
  • Escucha de la Palabra…
    • ¿Escuchas los signos que se dan en tu entorno?
    • ¿Escuchas la voz de tus hermanos?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • El Tabor es experiencia de luz y de gozo. Podríamos compartir, de forma sencilla, las experiencias que hemos tenido de gozo, luz y cercanía del misterio …
  • Cuando se nos invita: sal… ¿qué pensamos o qué nos planteamos?
  • Cuando se nos invita: sube… ¿qué esfuerzo me exige o qué actitud me pide corregir?
  • Cuando oigo la voz: escucha… ¿hacia dónde me dirijo o cómo oriento mi vida?
  • Cuando se me invita: baja… ¿hacia los que sufren, hacia los que esperan, hacia quiénes?, ¿tienen rostros concretos?
  • Existe una relación estrecha entre sufrimiento y dicha, entre amor y muerte, entre cruz y gloria…

Finalizamos orando juntos el Padre Nuestro.

III Domingo

1.- JESÚS FUENTE DE AGUA VIVA

«… golpearás la peña y saldrá de ella agua para beber el pueblo…» (Ex 17, 3-7).
«… La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros…» (Rom 5, 1-2. 5-8).

SÍMBOLOS

  • Cántaro vacío.
  • Piedra o roca.
  • Frase: «Tengo sed».

2.- PALABRA (Jn 4, 5-42).

Jesús es la fuente de agua viva. El agua es un elemento imprescindible para la vida. Dios nos llama a ser en Cristo una fuente «que salte hasta la vida eterna» (v.14). Nos invita a revisar actitudes, a buscar el verdadero culto, a creer por la experiencia personal.

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 4, 5-42)

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; 6 allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. 7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: -«Dame de beber.» 8 Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: 9 – «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? » Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. 10 Jesús le contestó: – «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» 11 La mujer le dice: – «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; 12 ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» 13 Jesús le contestó: – «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.» 15 La mujer le dice: – «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.» 16 Él le dice: – «Anda, llama a tu marido y vuelve.» 17 La mujer le contesta: -«No tengo marido.» Jesús le dice: – «Tienes razón, que no tienes marido: 18 has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.» 19 La mujer le dice: – «Señor, veo que tú eres un profeta. 20 Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.» 21 Jesús le dice: – «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. 22 Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. 24 Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.» 25 La mujer le dice: – «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo. » 26 Jesús le dice: – «Soy yo, el que habla contigo.» 27 En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?» 28 La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: 29 – «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?» 30 Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. 31 Mientras tanto sus discípulos le insistían: – «Maestro, come.» 32 Él les dijo: – «Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.» 33 Los discípulos comentaban entre ellos: – «¿Le habrá traído alguien de comer?» 34 Jesús les dice: – «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. 35 ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; 36 el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. 37 Con todo, tiene razón el proverbio: «Uno siembra y otro siega.» 38 Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.» 39 En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.» 40 Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. 41 Todavía creyeron muchos más por su predicación, 42 y decían a la mujer: – «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»

COMENTARIO

4, 1-26. Jesús y la samaritana.

El diálogo de Jesús con la samaritana pertenece todavía a la primera sección; forma una unidad con los dos capítulos anteriores; completa e interpreta lo dicho en ellos: el primer signo (Caná de Galilea) se ve evocado e interpretado aquí al hablar Jesús del agua viva del que surge la vida eterna (Jn 3, 10.14).

Un agua de mayor calidad que la del pozo de Jacob. El simbolismo es claro: Jesús, el Nuevo Testamento, es superior al Antiguo, representado por Jacob. La acción simbólica realizada por Jesús en el templo es recordada y profundizada aquí desde la adoración en espíritu y en verdad. Tanto el culto del Garizín como el de Jerusalén carecen ya de sentido. El punto de partida para la recta interpretación de la escena lo constituye la extrañeza de la samaritana con su motivación doble: el diálogo entre un hombre y una mujer, ya que los rabinos consideraban indecoroso hablar en público con las mujeres; y que éste tuviese lugar entre judíos y samaritanos, entre los que existían antiguas rencillas. Frente a estas dos causas de extrañeza llama consoladoramente la atención la libertad de Jesús frente a las categorías raciales y cultuales de sus contemporáneos.

La escena se halla construida sobre los dos principios teológicos siguientes: el judaísmo, con la natural inclusión del Antiguo Testamento, encuentra su plenitud y complemento en Jesús; el agua utilizada para las purificaciones (Jn 2, 6; 3,5) adquiere un nuevo sentido en Jesús, que es quien únicamente puede dar el agua viva, la salud, el Espíritu (Jn 7, 37-39). Estos principios teológicos se exponen mediante una doble contraposición: el agua sacada laboriosamente de un pozo y la regalada por Jesús y la superioridad de Jesús y del tiempo que él inicia sobre Jacob y lo que él significa. Teniendo como punto de referencia estos dos principios teológicos, el evangelista desvela el misterio de la revelación de Dios de una manera progresiva, colocando hitos importantes a lo largo del diálogo-monólogo: suscita el interés inquietando a la samaritana, y a sus lectores, sobre quién es Jesús (Jn 4, 10).

El conocimiento sobrehumano de Jesús le descubre como profeta (Jn 4, 19). Ante las esperanzas mesiánicas manifestadas por la samaritana, Jesús se autopresenta (Jn 4, 25s). Al final tiene lugar la confesión de la fe cristiana que hacen los samaritanos. Ya no creemos en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y estamos convencidos de que él es verdaderamente el Salvador del mundo (Jn 4, 42). Jesús habla del don de Dios (Jn 4, 10). En este versículo, el don de Dios se identifica con el agua viva. Y el agua viva significa la salud, la vida eterna. Es la gran revelación hecha por Dios en Cristo y que tiene muy poco que ver con la satisfacción de las necesidades naturales. El simbolismo del agua viva se utiliza también en este evangelio para referirse al Espíritu Santo. El agua viva es símbolo del Espíritu. La célebre afirmación de Jesús: de lo más profundo de todo aquel que crea en mí brotarán ríos de agua viva (Jn 7, 38) es interpretada por el evangelista diciendo que decía esto refiriéndose al Espíritu (Jn 7, 39). En todo caso, esto en nada contradice a lo que se afirma en este pasaje: el don de Dios es Dios mismo dado en Cristo; el don de Dios es la salud, la vida eterna; el don de Dios es el Espíritu Santo. La intercambiabilidad de estas expresiones no significa contradicción sino complementariedad y enriquecimiento.

La samaritana, como ocurre frecuentemente en el evangelio de Juan, además de su personalidad singular, es una mujer representativa: simboliza y personifica a la región de Samaría donde se había dado culto a cinco dioses (2 Re 17, 24ss), representados en los cinco maridos que había tenido aquella mujer. Y el culto que daban a Yahvé en la actualidad era ilegítimo, por no ajustarse al principio de un único santuario. La samaritana simboliza a la región de Samaría y también a todos los buscadores de Dios a través de los múltiples errores y equivocaciones de la vida. Para el evangelista es, al mismo tiempo, una buena oportunidad para destacar el conocimiento sobrehumano de Jesús. El problema del culto (Jn 4, 20-26) era uno de los que más preocupaban en la época. Aunque el templo sobre el Garizín había sido destruido en el año 128 a. C. por el sumo sacerdote Juan Hircano I, el culto seguía celebrándose allí. Además, la comunidad samaritana poseía, y posee, un ejemplar antiquísimo de la Torá. Tenía, pues, buenas razones para competir con Jerusalén. La respuesta de Jesús es elocuente: una vez que ha hecho su aparición el tiempo último, estas cuestiones carecen de interés, puesto que la salvación se ha hecho presente en él. Ha llegado la hora (Jn 4, 23). Un serio problema de lenguaje: si ha llegado la hora, ¿cómo es ésta?

Para presentar la última intervención de Dios en la historia, los sinópticos, y también Pablo, siguiendo la mentalidad de la época, recurrieron al lenguaje apocalíptico: el Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, ángeles con trompetas, el último día de nuestro mundo, un examen con la evaluación final… Juan introduce cambios importantes en esta cuestión. Prescinde del lenguaje apocalíptico y actualiza todo el acontecimiento. Lo específico de Juan se expresa así. Ha llegado la hora; el que cree en él no será condenado (Jn 3, 18); el juicio se realiza ahora en la actitud de fe-infidelidad ante el Hijo del hombre; el que acepta lo que yo digo y cree en el que me ha enviado, tiene la vida eterna, no sufrirá un juicio de condenación, sino que ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5, 24). «Aquel día» comienza ya con la resurrección de Jesús (Jn 14,20; 16,23.26); lo mismo que el «gozo cumplido» (Jn 15,11; 16,20.23s); la «victoria» (Jn 16,33) y la «paz» (Jn 14, 27; 16,33).

Comentario al Nuevo Testamento
Felipe Fernández Ramos
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

El «desierto cuaresmal» es el país de la sed…, allí el agua sólo se le puede pedir a Dios. La actitud más natural nos la describe el salmo 143, 6: «Tengo sed de ti como tierra reseca». El judío en el desierto murmura: «¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?». El desafío es permanente: el encuentro en profundidad, el cansancio del camino, no disponer de «recipiente» para contener el don, la profundidad del pozo, saber que podemos convertirnos en pozos de hondura… «Si conocieras el don de Dios..». (v.10)

Jesús nos desliza la duda para descubrirnos nuestro pozo y nuestra profundidad…, que viene a decir: «Si supieras lo que necesitas de verdad…», lo que necesitas para ser interlocutor mío, para ser persona con un rostro amable y acogedor… Necesitas… tener necesidad de ternura, de escucha, de amor, de pobreza. Tienes necesidad de tener necesidad. «Señor, dame esa agua; así ya no tendré más sed» (v.15). Esto es lo que Jesús desea, lo que espera de todos nosotros…

El «don» atenúa la aridez, despierta, estimula, acrecienta el deseo…

El don nos hace manantiales y pozos de profundidad que no necesiten otros «abrevaderos» y «otras fuentes» inadecuadas y engañosas. Jesús se convierte en el Nuevo Testamento en la fuente del nuevo agua, sin necesidad de golpear la roca. Él ahonda dándosenos, nos convierte en manantial, en surtidor de agua viva.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Yo soy el agua viva»
  • «Señor, dame esa agua»
  • «Dame de beber»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • ¿Distingues dentro de ti entre necesidades y deseos?
  • ¿Cuáles son tus fuentes de satisfacción?
  • ¿Ahondas el pozo interior?
  • ¿Te dejas fecundar por el «don»?
  • Para saciar tus necesidades y deseos, ¿a qué fuentes acudes?
  • ¿Cómo estructuras en la práctica diaria el culto en Espíritu y Verdad?
    • ¿con qué acciones concretas?
    • ¿en qué ambientes?
    • ¿cuándo y con qué actitud?

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿En qué acciones, actitudes y hechos concretos de la vida somos fuentes de satisfacción para los otros?
  • Si fuésemos un vaso, un pozo… ¿cómo se encuentra en este momento?
  • Comparte, si puedes,
    • tus fuentes de satisfacción,
    • tus fuentes de vida,
    • tus fuentes de alegría,
    • tus necesidades también.

Finalizamos orando juntos el Padre Nuestro.

IV Domingo

1.- CAMINA SEGÚN LA LUZ DE CRISTO

«La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el  corazón… » (I Sam 16, 1. 6-7. 10-13.).
«En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz…» (Ef 5, 8-14).

SÍMBOLOS

  • Lámpara encendida.
  • Agua.

2.- PALABRA (Jn 9, 1-41).

El hombre ciego es un icono que nos representa a cada uno de nosotros. Jesús enfoca el tema de la retribución; lo importante es la obra de Dios (v.4), ver la luz, vivir en la fe, creer. (vv. 36-38).

Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 9, 1-41) 9

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y sus discípulos le preguntaron: – «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? 3 Jesús contestó: – «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.» 6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego 7 y le dijo: – «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. 8 Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: – «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» 9 Unos decían: – «El mismo.» Otros decían: – «No es él, pero se le parece.» Él respondía: – «Soy yo.» 10 Y le preguntaban: – «¿Y cómo se te han abierto los ojos?» 11 Él contestó: – «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.» 12 Le preguntaron: – «¿Dónde está él?» Contestó: – «No sé.» 13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15 También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: – «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.» 16 Algunos de los fariseos comentaban: – «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: – «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. 17 Y volvieron a preguntarle al ciego: – «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: – «Que es un profeta.» 18 Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron: -«¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» 20 Sus padres contestaron: – «Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21 pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.» 22 Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. 23 Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.» 24 Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: – «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» 25 Contestó él: – «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.» 26 Le preguntan de nuevo: -¿«Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?» 27 Les contestó: – «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?» 28 Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: – «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.» 30 Replicó él: – «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. 32 Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; 33 si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.» 34 Le replicaron: – «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. 35 Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: – «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» 36 Él contestó: – «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» 37 Jesús le dijo: – «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» 38 Él dijo: – «Creo, Señor.» Y se postró ante él. 39 Jesús añadió: – «Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.» 40 Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: – «¿También nosotros estamos ciegos?» 41 Jesús les contestó: -«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»

COMENTARIO

Jesús luz que juzga al mundo (9, 1 – 10.42).

El punto de partida de esta quinta sección es la curación del ciego de nacimiento. Si Cristo puede hacer que un ciego vea, ello demuestra que él mismo es la luz. Y si es la luz tiene que hacer que un ciego vea. Pero la luz produce automáticamente un juicio. La idea del juicio había sido apuntada ya en Jn 3, 19-21. Aquí el juicio va dirigido en concreto contra aquellos que quieren apagar esta luz mediante el proceso suscitado a propósito de la curación del ciego de nacimiento. Tanto en Jn 9 como en Jn 10 Jesús tiene delante a las clases dirigentes del pueblo -el judaísmo oficial- que acaban de juzgar y excomulgar al ciego de nacimiento y, en él, a Jesús mismo y a los cristianos (Jn 9, 22). Lo mismo que en Ez 34, que es el patrón sobre el que se construye la alegoría del buen pastor, el juicio contra los pastores va acompañado de la promesa y presencia del buen pastor. 9, 1-12 Sexto signo: el ciego de nacimiento. Los discípulos de Jesús tenían un falso concepto de la retribución (Jn 9, 1-4). Según la mentalidad antigua, el bienestar y la desgracia eran fruto lógico de la conducta moral adecuada o extraviada, respectivamente (Rom 6, 23). Desde este principio general era evidente considerar la enfermedad como consecuencia del pecado. A los rabinos les preocupaba, en particular, la carencia o deformidad de todo tipo con las que naciese un hombre. Si el sufrimiento y cualquier clase de enfermedad era consecuencia del pecado, la causa de los defectos de nacimiento había que buscarla en los padres o antepasados.

Los discípulos de Jesús, hijos de su tiempo, participaban de esta misma mentalidad. Jesús se opone radicalmente a ella, y justifica la enfermedad como un instrumento para esclarecer la afirmación de Jesús yo soy la luz. Es el segundo de los célebres «yo soy». El contexto histórico nos lo ofrece la fiesta de los tabernáculos (Jn 8, 12). Uno de los ritos más bellos, impresionantes y significativos era la iluminación del atrio de las mujeres, en el templo. Para el Antiguo Testamento y para el judaísmo, la luz era símbolo de la ley y de la sabiduría. De ambas se decía que eran la luz de los hombres. En el mundo helenista la luz simbolizaba el conocimiento de Dios. Los primeros cristianos consideraron el evangelio como la luz. Con su auto-presentación, Jesús atribuye a su persona lo que se había dicho de la ley, de la sabiduría, del conocimiento de Dios y del evangelio. Yo soy la luz, es decir, la ley, la sabiduría, el conocimiento de Dios, el evangelio. Jesús ilumina el misterio de la existencia humana y procura la salvación a los hombres, que la habían esperado de la ley. Para ello es necesario que el hombre aproveche la luz del día, es decir, la presencia de Jesús. Su ausencia significa la irrupción del mundo de las tinieblas, del mundo antidivino. Esta historia milagrosa tiene como finalidad demostrar la veracidad de la afirmación de Jesús sobre la luz, que es él mismo. Quien cura a un ciego de nacimiento -sin posibilidad alguna de recuperación, como se dice expresamente en Jn 9, 32- demuestra que es la luz. En la mente del evangelista el proceso abierto por los fariseos sobre el caso de la curación de un ciego de nacimiento que tanta resonancia había tenido entre la gente sencilla, pretende demostrar la veracidad de la afirmación de Jesús: Yo soy la luz (Jn 8, 12; 9,5).

Este relato nos ofrece el cuadro más bello y completo del significado de la obra de Cristo mediante la acentuación de la dimensión de la fe y sus inevitables confrontaciones con el mundo increyente. Por esta razón vamos a hacer nuestros comentarios teniendo delante el relato de una manera global, poniendo de relieve el proceso de la fe, que se halla perfectamente reflejado en la narración. El «lavado», el bautizado, el creyente, el que acepta al Enviado, comienza a ver, es iluminado, pasa de las tinieblas a la luz; no de repente ni de una forma claramente perceptible al exterior (como refleja el hecho de que unos reconozcan al que había sido ciego y otros no), pero profundamente experimentado en el interior. El decía «soy yo». Se alude al poder transformante de la palabra de Jesús. En su contacto, el hombre deja de ser como antes (2 Cor 5, 17). También se acentúa que la acción de Jesús divide a los hombres. La utilización de la saliva estaba prohibida en sábado (Jn 9, 14). La acción de Jesús está por encima de prohibiciones infantiles. En este caso es sinónima de que el judaísmo estaba caducado. Debía ser sustituido por algo nuevo. 9, 35-41 Ceguera espiritual. La frase del que había sido ciego, me lavé y ahora veo (Jn 9, 15b) evoca inevitablemente el bautismo cristiano que, en la Iglesia primitiva, fue llamado «iluminación». El paralelismo entre el caso del ciego y el bautismo cristiano aparece con claridad suficiente. Incluso tenemos apuntadas las frases del ritual: ¿Crees en el Hijo del hombre?… Creo, Señor (Jn 9, 35-38).

La forma de narrar el milagro en Jn 9, 7 evoca también el acto del bautismo. Ciertamente este relato era leído con motivo de la celebración del bautismo. Su ritual ha podido influir en la presentación del relato. En la discusión- investigación que sigue al milagro se hace muy claro que la visión, el «ver», es símbolo de la fe; depende de lavarse o no en la fuente de Siloé, el Enviado; depende de la aceptación o rechazo de Jesús en cuanto el enviado del Padre. El verdadero milagro, que es Jesús, produce un doble efecto: es luz para aquellos que conocen su oscuridad, la necesidad que tienen de ser iluminados; es oscuridad para los que creen bastarse a sí mismos para aclararlo todo, incluso el misterio de su propia oscuridad. Los ciegos comienzan a ver, los que creen ver se quedan ciegos (Jn 9, 39). La luz es la gran oportunidad que se le ofrece al hombre, pero no se le impone.

Comentario al Nuevo Testamento
Felipe Fernández Ramos
Casa de la Biblia

3.- RESUENA LA PALABRA

El centro de la narración es la afirmación solemne de Jesús: «Yo soy la luz del mundo» (v.5). Esta bella catequesis bautismal ahonda en la consecuencia del bautismo, no basta «ser hijos de la luz». Es necesario producir «los frutos de la luz». El problema en esta narración no es el ciego, son los otros, los que ven, los que ven sin ver la luz. De un mismo hecho salen dos líneas contrapuestas: El ciego que llega progresivamente a la luz y a la fe, a la curación completa. Los fariseos que cerrándose progresivamente no se dejan interrogar por el hecho; la novedad pone en discusión su «saber», niegan el hecho y no quieren verlo.

El hecho critica fuertemente la «teología retributiva»; Jesús ha preferido el bien de la persona antes que la salvaguardia de las instituciones, ha valorado al ser humano sobre lo jurídico. La luz se hace incómoda, insoportable frente «al saber». «Yo era ciego y ahora veo», lo miserable, lo analfabeto, el «no saber», la experiencia concreta se opone al saber, a lo jurídico, a lo que cuenta. Es muy desgraciado el que no tiene necesidad de aprender de nadie; la verdad la conocen, se la han apropiado, la han secuestrado de la vida y la gestionan según sus luces. En su soledad creyente el ciego curado sigue buscando hasta que Jesús le encuentra, el diálogo es iluminador. ¿Crees tú en el Hijo del hombre? ¿Y quién es…? Lo estás viendo: el que te está hablando… Creo, Señor. Y se pone de rodillas: Ha encontrado en Cristo el nuevo santuario, la luz, la curación total, la fe que le permite caminar con Él.

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

Repite sosegadamente

  • «Creo, Señor»
  • «El Señor es mi Luz»
  • «Yo soy la luz del mundo»

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

  • Nuestros ojos limpios, ¿transportan tu imagen en su mirada?
  • Nuestros ojos admirativos, ¿van descubriendo la vida cada día?
  • Nuestros ojos lúcidos, ¿miran con y desde el corazón?
  • Nuestros ojos profundos, ¿se acercan al misterio de las cosas, a tu misterio?
  • Nuestros ojos afectivos, ¿siembran amistad? Nuestros ojos buenos, ¿irradian paz? Nuestros ojos transparentes, ¿reflejan tu presencia?

 

4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

  • ¿Cómo nos situamos ante los hechos de la vida?
  • Como el ciego, ¿buscamos hasta el final?
  • Como los discípulos, ¿leemos los hechos y preguntamos?
  • Como los padres, ¿queremos saber?
  • Como los fariseos… La fe es para nosotros:
    • don, ¿cómo lo incrementamos y sostenemos?
    • luz, ¿cómo nos dejamos iluminar?
    • los hechos diarios, ¿la hacen crecer?

Terminamos orando juntos el Padre Nuestro.